Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* A los que sienten miedo

“¿Cómo sientes el miedo?”, me preguntó hace poco un ocioso y chingativo amigo. Sorprendido, me quedé pensando un rato, aunque podía adivinar a qué se refería, quise ganar tiempo para responder eludiendo la pregunta verdadera.

Para mí, comencé tras unos segundos, como cuando de niño se me fruncía lo fruncible al subir las escaleras de mi casa en la penumbra silenciosa e intimidante de las 2 de la mañana, luego de aplacar un sonámbulo la cocina.

A media escalera sentía el tugo helado desde la nuca hasta lo más bajo de la espalda (zona por cierto muy fruncible), alucinando en precoz paranoia el rostro horrendo del monstruo o demonio de mis preferencias del momento.

“¡No güey!”, soltó con cara medio burlona en cuanto terminé mi descripción personal e íntima del miedo (sólo compartida quizá por mis hermanas). “Cómo sientes el miedo, miedo”, insistió mi amigo y precisó con voz tenebrosa y fantasmagórica: “el miedo a… los maaaloos”.

“¡Órale, ese miedo!”, respondí haciéndome güey, pues había adivinado a qué miedo se refería desde el principio, sólo que ese miedo da miedo hasta explicarlo.

Obligado por el mencionado fulano, que me miraba expectante y morboso, pensé un poco cómo se sentía ese miedo e, inesperada ironía, concluí que muy parecido al miedo que sentía de niño en las escaleras de casa de mis padres.

Ya saben, la punzada acalambrante que desboca el corazón a loco galope, cuando aparece de súbito de alguna esquina, una camioneta de lujo, sin placas, con vidrios polarizados y la silueta siniestra de cuatro fulanos a bordo, mientras manejas tu auto en medio de la penumbra silenciosa y vacía de las calles de una ciudad violenta a las 2 de la mañana.

O la punzada que te golpea plena en la panza, cuando te sudan las manos frías mientras miras desde el mostrador de tu changarro, la llegada de dos arquetipos de malos, con pinta y actitud de cobradores de cuotas y pisajes rigurosamente mensuales.

O la punzada estremecedora que congela el alma cuando te acercas curioso a la muchedumbre y descubres que la convoca el cadáver, miembros  y/o cabeza de una persona tirada sobre una banqueta ensangrentada.

Cuando le expliqué y describí como sentía ese miedo, mi amigo ya no dijo nada, sólo asintió y dijo muy serio: “Sí, ése mero”.

Escribo esto, a propósito de la reunión entre empresarios de la Coparmex de Chilpancingo con la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) y su Sistema de Seguridad Ciudadano (SSC), el pasado 18 de junio, en la que los primeros solicitaron ayuda y consejo a los segundos, ante la inseguridad y la violencia en esta ciudad.

Y es que en la reunión, uno de los empresarios, Víctor Martínez Toledo, reconoció que la lucha de la UPOEG “muchos la han pensado, pero les ha faltado valor”. Dicho en otras palabras, han sentido miedo.

¿Y quién no?, pregunto yo y pregunta mi amigo.

Pero la reunión entre la Coparmex de Chilpancingo y la UPOEG vale para mucho más que descripciones del miedo, tan solo por la paradoja del encuentro.

Que yo sepa y recuerde, esta es la primera vez que un grupo de empresarios y comerciantes de clase media urbana, blancos, mestizos y criollos, le pide ayuda y consejo a un grupo de campesinos e indígenas de clase baja semiurbana y rural.

Sospecho que tampoco saben ni recuerdan algo parecido los de la Coparmex capitalina, pues otro empresario, Adrián Alarcón Ríos, expresó que el problema de la inseguridad y la violencia es tan grave que “no es casual una alianza entre dos sectores que antes se pensaba que éramos distantes, como el de los campesinos e indígenas con los empresarios”.

No pretendo, como nunca lo hago, interpretar ni especular presuntos motivos escondidos, intenciones disfrazadas o alianzas y enfrentamientos implícitos, con los que explicarían muchos la reunión.

Neta, porque me da güeva porque en el problema de la inseguridad y el miedo de los ciudadanos a la violencia, lo demás es lo de menos. Por eso no me preocupa a quién o a quiénes perjudica o beneficia, preocupa o alegra, conviene o inconviene, una posible alianza entre la Coparmex de Chilpo y la UPOEG. Lo que sí sé y me preocupa es que la violencia y la inseguridad criminal es un problema muy grave que sufrimos y padecemos todos.

Obvio, ambas partes reunidas coincidieron en que la culpa e incumbencia principales de la inseguridad y la violencia son de los tres niveles de gobierno, pero no tan obvio, la afiliada a la Coparmex, María Luisa Vargas Mejía, reconoció que los empresarios siempre se están quejando por todo, “¿pero cuándo hacemos algo?”.

En otras palabras, las mías, un problema tan grave como este, convoca, incluye, involucra, compromete, atañe, incumbe, responsabiliza, cuestiona y evidencia a todos, sin excepción.

O como lo propuso Adrián Alarcón, “buscar los mecanismos para trabajar en la defensa de nuestro patrimonio sin llegar a la confrontación con la autoridad”, y como lo dijo Bruno Plácido (líder de la UPOEG): “Este no es un proyecto de muerte, sino de vida”.

 

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