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Jesús Mendoza Zaragoza

Violencias, madrigueras y nidos

Sugerentes me han parecido dos imágenes utilizadas por Jesús y narradas por el Evangelio de Lucas, para hablar de actitudes que son muy comunes en los ciudadanos que no se atreven a afrontar la violencia de una manera responsable. Jesús iba de camino a Jerusalén a encontrarse con su propia muerte. Ya había sido amenazado por sus enemigos, los que esperaban el momento oportuno para ejecutarlo. Y en este camino es seguido por sus discípulos, a los que les aclara las cosas y les advierte del altísimo riesgo que corren si lo acompañan. Andar con un amenazado de muerte es demasiado peligroso. Los discípulos deben tomar una decisión: lo abandonan o lo siguen, asumiendo las consecuencias que se derivan de esta decisión.

Jesús les advierte, en este sentido, que para seguirlo se requieren unas condiciones. Y pone las imágenes de las madrigueras de las zorras y de los nidos de los pájaros. Hay que abandonar madrigueras y nidos y ponerse a caminar en un sendero, que si bien está lleno de riesgos, es el que asegura una victoria sobre el mal. La madriguera representa la seguridad que cada quien se construye a sí mismo y el nido representa la comodidad que uno se procura a sí mismo. En ambos casos, se trata de una actitud de retraerse y de no comprometerse para afrontar la vida con todos sus avatares.

En el contexto de violencia que sufrimos desde hace años, se ha ido manifestando una tipología de ciudadanos, relacionada con las actitudes que suelen asumir ante la inseguridad y la violencia. No todos reaccionamos de la misma manera, pues cada quien es heredero de condicionamientos culturales, sociales y familiares que configuran diversos tipos de respuestas.

Están quienes, ante la violencia, tienden a encerrarse mediante una estrategia defensiva, aislándose del entorno percibido como una amenaza. En estos últimos años ha prosperado la industria de las herrerías, con la gran demanda de enrejados y protecciones metálicas de casas habitación, de negocios e, incluso, de calles y colonias. La respuesta consiste en tender un sistema de protección que proporcione un sentimiento de seguridad en los espacios más familiares y cotidianos. Cada quien construye su madriguera para ponerse fuera del alcance de los violentos.

Esta es una respuesta legítima, pues defenderse y protegerse se han convertido en imperativos fundamentales en nuestros entornos violentos. Pero, también, es una respuesta ambigua y aparente, porque la vía del aislamiento no cambia los contextos violentos y no resuelve el asunto de la seguridad. Resulta que los ciudadanos nos hemos enrejado en nuestros domicilios y negocios, mientras que los criminales andan sueltos en las calles. Las madrigueras no resuelven nada, al contrario, ocultan el miedo y generan una ilusión de seguridad que es sumamente frágil. Este es el sector de los ciudadanos atrapados por el miedo, al que no renuncian para nada.

Por otra parte, están quienes no están dispuestos a perder sus espacios de comodidad, así se convulsione la sociedad. Es el mundo de la apatía, de la indiferencia y de la carencia del sentido de responsabilidad. Se dedican a criticar y a buscar culpables, a condenar a diestra y a siniestra, pero no están dispuestos a abandonar su comodina forma de vivir para contribuir a la construcción de la paz. Es amplio el mundo de comodinos, que no están dispuestos al sacrificio, porque en su mundo tan estrecho entran sólo sus intereses y sus privilegios. Los nidos son espacios vulnerables y tarde o temprano son amenazados y alcanzados también por los golpes de la violencia, para dejar sólo lamentos y aflicciones.

Madrigueras y nidos han servido para desactivar a la ciudadanía y a las autoridades también, que sólo reaccionan cuando son alcanzadas por el dolor en la propia carne. Y de esta manera se cierra el círculo de dolor, miedo y apatía que fragmenta más a la sociedad y aleja más de la participación. Madrigueras y nidos representan patologías que permanecen vigentes y que no permiten la responsabilización de la sociedad ante la violencia y la inseguridad. Hay que señalar que estas patologías son más graves aún en los espacios del poder político y económico, que gozan de sistemas de seguridad sofisticados y no renuncian a un comodino estilo de vida, mientras que el país está naufragando. Se han dedicado a construirse madrigueras y nidos con la falacia de que les irá bien. Este es un gran engaño. Y si parece que les va bien, se trata de un bien engañoso, porque solo les puede ir bien si al país le va bien.

No necesitamos madrigueras ni nidos, necesitamos espacios sociales solidarios y participativos, necesitamos abandonar falsas seguridades y estilos de vida comodinos e insolidarios. Necesitamos salir de los círculos inflados de ego, para construir dinámicas sociales que afronten la violencia de manera solidaria y que aseguren contextos nuevos, de paz y de justicia. Necesitamos generar lazos que vinculen personas, grupos y organizaciones para compartir esfuerzos a favor de la paz. Ninguna madriguera es segura y ningún nido es permanente, pues se construyen con miedo y con egoísmo.

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