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Silvestre Pacheco León

El refugio de animales de Potosí

Mientras Zihuatanejo fue una aldea, sus aborígenes vivían en armonía con la naturaleza, o para no sonar tan románticos, diríamos que eran tan pocos sus habitantes que podían tomar lo que necesitaban de la naturaleza sin afectar el equilibrio del medio ambiente.

Los más viejos del puerto recuerdan la abundante pesca en la bahía. Uno que otro sin ser pescador vivió la experiencia de capturar alguna almeja roja luego de tocarlas con el pie casi en la orilla del mar, cuando sus aguas eran tan limpias y cristalinas que desde la superficie se podía observar el fondo.

Los bancos de ostiones eran memorables por su tamaño, abundancia y cercanía. Y ni se diga de las tortugas que anidaban en la playa principal y eran elemento principal de la comida para agasajar a los padrinos en las fiestas de clausura de fin de cursos.

Cuando Zihuatanejo tuvo forma de comunicarse por tierra y los aviones comenzaron su aterrizaje en el aeropuerto internacional la vida cambió drásticamente para los aldeanos y el medio que los rodeaba.

Algunos peones de los que llegaron para construir la zona hotelera de Ixtapa me contaban que les horrorizaba la cantidad de culebras y víboras que habitaban en los manglares, los que luego de disecarlos dieron paso a las enormes edificaciones.

Cuando se construyó la Marina de Ixtapa fue una masacre la matanza de cocodrilos que habitaban ese estero por parte de las empresas constructoras.

Sacados de su hábitat los cocodrilos buscaron refugio donde pudieron. Muchos de ellos murieron y algunos sobrevivientes han sido rescatados de las mismas coladeras, refugiados en el drenaje de la ciudad.

En realidad el cocodrilario convertido ahora en atractivo turístico allá en el estero del Negro, entre Playa Quieta y Playa Linda, fue un refugio que esos mismos cocodrilos consiguieron y que después, gracias a Tamakú, el legendario atoyaquense bajado de la sierra, cuidó y alimentó como si fueran miembros de su familia.

Como los animales se adaptan más fácilmente a la presencia del hombre, los cocodrilos de los esteros de Playa Linda y La Ropa, incursionan por el mar en busca de alimento, y ni modo si algún turista se asusta cuando se encuentra con alguno de esos ejemplares. Eso no es problema del animal, y así lo razonan hoy muchos habitantes de Zihuatanejo que cuidan de que se respeten sus derechos.

Hace no muchos años conocí la historia de lo que sucedió al gerente del hotel de Fonatur allá en Playa Linda. Me contó  que recién llegado de la península de Yucatán, en uno de esos cambios tan frecuentes a que los ejecutivos hoteleros están acostumbrados le sucedió lo que cuento: Una tarde de verano, cuando salía de su oficina se encontró a una familia de vacacionistas, una pareja y dos niños, que buscaban comentar con algún empleado su experiencia de haber podido fotografiar a sus hijos con los cocodrilos del hotel.

El gerente quien hasta entonces no sabía de la abundancia de cocodrilos preguntó qué se les ofrecía. “Sólo queremos preguntar cómo hacen para domesticar a los cocodrilos”.

La pregunta dejó helado al gerente quien seguro de que en el hotel no había zoológico, de inmediato se imaginó que podían estar en riesgo otros huéspedes pensando en  cocodrilos  domesticados.

–¿Dónde miraron  a los cocodrilos? –quiso saber.

–Uno está en la alberca y el otro asoleándose, dijeron los turistas.

En cuanto agradeció las felicitaciones delos huéspedes, el gerente salió corriendo rumbo a la alberca donde efectivamente pudo ver dos cocodrilos adultos disfrutando del agua y del sol.

Dice que en cuanto constató que no había más huéspedes cerca de los cocodrilos llamó al personal para tender un cerco de seguridad. Y fue el vigilante, un viejo trabajador de la costa quien con parsimonia sacó a los cocodrilos del hotel guiándolos hasta el estero.

Después el empleado le explicó al gerente que era costumbre que en época de lluvias los cocodrilos se salieran del estero y llegaran al hotel tomando los jardines y prados como para asolearse.

Aunque rara vez  la opinión pública pone atención en estos temas por alguna noticia que involucra turistas, podríamos decir que la cultura ambiental de los habitantes de Zihuatanejo es sobresaliente en el panorama nacional gracias a los esfuerzos educativos, permanentes y sostenidos de los grupos ambientalistas y de muchos maestros de la localidad.

Por falta de espacio en mi colaboración de la semana pasada dejé de mencionar que apenas unos días antes de mi visita a la Sociedad Protectora de Animales, llegó un niño cargando una bolsa con gatitos recién nacidos. Desobedeciendo a su mamá que lo mandó tirarlos en el basurero de las Salinas, decidió llevarlos   a la SPAZ donde hoy esperan ser adoptados.

En esa visita había tres perros adultos recuperándose de la operación que los dejó estériles. Eran dos perras y un perro llevados por una muchacha voluntaria que tardó tres meses en convencer a sus dueños de las bondades de la operación que les resultó gratuita debido a su comprobada pobreza.

La educación ambiental de los zihuatanejenses quizá se deba también a su activismo frente a la acelerada y evidente depredaciónde su entorno  producida por  la indolencia de las autoridades locales que se coluden con “desarrolladores” avariciosos.

El hecho es que uno puede hacer recuento de la larga lista de protestas que a veces han involucrado a cientos de habitantes por causas tan altruistas como la defensa de la bahía, los manglares, las lagunas y selvas; los arroyos, las áreas de reserva ecológica, los árboles emblemáticos de la ciudad, así como las tortugas, los cocodrilos, los delfines y hasta de los tiburones.

De esas luchas de décadas ha habido también algunos logros como la gestión que llevó a decretar como Área Natural Protegida a la zona de influencia del arroyo del Limón, con la que se busca contener la enorme presión urbana que desborda al plan director de la ciudad.

En ésa zona de escasas 80 hectáreas que separan a Zihuatanejo de Ixtapa se pretende preservar una laguna natural en cuya área de influencia los nativos sembraban ajonjolí y tabaco; y un pequeño ojo de agua nacido bajo las raíces de una higuera en los patios del Instituto Tecnológico de la Costa Grande, el que convertido en arroyo discurre entre un relicto de hujes centenarios para crear el ambiente de traspatio en provecho de las familias de las colonias El Limón y Paraíso, donde lavan, se bañan y tienden su ropa.

Quedan como testimonio de esas luchas la propia bahía de Zihuatanejo que permanece intocada por los consorcios navieros, los manglares de Las Salinas y de La Ropa, así como la propia playa de Las Gatas.

Las vigorosas ceibas que adornan la plaza municipal, una, y el boulevard, a la altura de la colonia El Limón, la otra, son monumentos naturales a esos esfuerzos de grupos ambientalistas locales.

Es en esa ruta trazada por la sociedad civil donde se inscribe el Refugio de Animales de Potosí, que tiene como objetivo preservar las especies vivas de la zona y fomentar la cultura ambiental de sus habitantes, ahora convertido también en atractivo turístico.

La animadora del proyecto es la norteamericana Laurel Patrick, una mujer menuda y delicada quien con una voluntad de hierro se aplicó en su objetivo y en sólo cinco años ha hecho realidad su sueño, en un terreno de temporal, de siete hectáreas, de los que en esta zona se llama “renoval” porque hará unos 30 años dejó de cultivarse.

Se localiza a la orilla del camino que lleva a la Barra de Potosí, en el extremo oriental de la enorme bahía el mismo nombre, en la frontera costera de Zihuatanejo y Petatlán, a menos de media hora de Ixtapa.

En el Refugio se reciben animales silvestres, muchos de los cuales llegan por su cuenta porque se les provee de agua y alimento, exactamente como sucede en el jardín del Edén en Atoyac donde en la época de estiaje uno se encuentra ejemplares de toda la fauna que vive del río.

En el Refugio de Potosí los visitantes pueden ver los animales que están en vías de reincorporarse al medio del que proceden porque han sido víctimas de algún accidente o de la afectación de su vida como mascotas por la vieja y antiecológica costumbre de tomarlos de su medio para tenerlos cautivos como trofeos, hasta que se hacen viejos, se enferman o simplemente se abandonan.

El Refugio recibe la visita y el apoyo constante de escuelas. Los estudiantes que lo desean pueden hacer residencias en el lugar aprendiendo la vida de los animales mientras ayudan en el mantenimiento.

Está abierto al público y se puede visitar durante todo el día. En su página web se detallan los horarios y las visitas guiadas para el avistamiento de aves y el paseo en kayaks por las lagunas vecinas.

Con el pago de la entrada y la compra de souvenirs los visitantes ayudan al sostenimiento del lugar y pueden gozar de los servicios de un guía que los lleva por senderos, entre estanques, cascadas y riachuelos artificiales donde antes todo era reseco y caluroso.

En el recorrido se puede convivir con las iguanas, loros, cotorros, guacamayas y chachalacas. También hay tejones, armadillos, tlacuaches y  culebras junto a un naciente mariposario.

Los colibríes abundan  y vuelan en torno a sus bebederos donde también hay pájaros carpinteros, pelícanos, garzas y tijerillas, algunos de ellos rescatados por la Sociedad Protectora de Animales de Zihuatanejo.

En estas vacaciones los visitantes podrán vivir la experiencia de conocer el esqueleto de una ballena cachalote rescatado en la pedregosa playa del cerro del Huamilule, que es el más grande de cuantos se exhiben en el mundo según la afirmación de especialistas. La historia del cachalote y la creativa manera en la que cada quien puede participar para su exhibición se pueden conocer directamente de la página web del Refugio.

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