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A la Revolución le debemos muchas cosas, pero sobre todo un debate que aún no termina: Brenda Ríos

*La maestra en Letras Latinoamericanas dio una conferencia ayer en la Universidad Hipócrates, dentro del ciclo Conversaciones sobre literatura mexicana

Óscar Ricardo Muñoz Cano

“Así como somos católicos, aunque no seamos creyentes, así también somos todos priistas, y eso es horrible, si lo piensan”, afirmó la maestra en Letras Latinoamerica-nas Brenda Ríos, durante su conferencia sobre Novelas de la Revolución mexicana impartida la mañana de este sábado en la Universidad Hipócrates, dentro del ciclo de conferencias Conversaciones sobre literatura mexicana.
“Llevamos más de 70 años trabajando sólo con una estructura de poder y aunque llegue el partido que llegue, como nos ha tocado ver, seguimos siendo herederos de formas de pensar: el caudillismo, el nepotismo e incluso, el cómo se concibe la creación a partir del Estado”.
Y agregó: “Sólo recuerden a los muralistas, los artistas que tenían una beca del Estado y salían a las calles a manifestarse en contra de ese Estado, toda una paradoja”.
Luego de esta introducción, la maestra Ríos , oriunda de Acapulco y egresada de la Universidad Americana de Acapulco (UAA) y de la Universidad Autónoma de México (UNAM), recordó que antes de la Revolución Mexicana, “cuando logramos ser independientes de España, tuvimos que imaginar lo que íbamos a ser entonces; fue hasta que vinieron una serie de pensadores importantes como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, agrupados en lo que se llamó El Ateneo de la Juventud, que pensaron en esto”.
Comparó al Ateno de la Juventud con la generación siguiente, la Generación del Medio Siglo en España; “tienen una cosa en común: la apropiación del pensamiento de fuera; cuando el gobierno de Porfirio Díaz, la obsesión era París e Italia. Y esta obsesión va a permear en muchos de los pensadores y escritores de la primera parte del Siglo XX;  gente como Inés Arredondo, Tomás Segovia y hasta Salvador Elizondo, estaban obsesionados con Francia”.
Por lo que dijo, “la Revolución Mexicana es por primera vez una mirada hacia un lenguaje muy especial. En Los de abajo de Mariano Azuela, en La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán o Vámonos con Pancho Villa de Francisco Muñoz, es el pueblo quien habla; la literatura mexicana se va a quitar de encima, como si fuera algo feo, esta escritura engolada, obsesionada con imitar los modelos franceses, y a cambio obtenemos una representación formal, cotidiana de la gente común puesta en papel”.
Citó los casos de Juan Rulfo y José Revueltas, dos de los máximos exponentes de esa forma de tratar el lenguaje popular y que tiene sus referentes en las novelas de la Revolución Mexicana.
Recalcó que “la situación social que se estaba viviendo en el país rebasó todo; no hubo discusión estética posible, no hubo discusión acerca de términos de estilo y la violencia llegó a un punto tal que el lenguaje tuvo que ser distinto: no hay manera de decir lo que yo quiero decir con metáforas”, y realizó analogías con el México actual.
“La realidad del país es fundamental: La sombra del caudillo es una lección de literatura y diré una barbaridad: es nuestro equivalente a Maquiavelo, porque siguen vigentes las formas acerca de cómo se piensa el poder en nuestro país”.
Afirmó que “la Revolución Mexicana está mucho más cerca de lo que nosotros pensamos; somos herederos de unas instituciones que rigen la vida burocrática del país para bien o para mal; nuestra educación pública, nuestra salud pública, nuestra concepción de lo que significa la reforma agraria, viene de la Revolución Mexicana, a quien le debemos muchas cuestiones pero le debemos algo muy importante: le debemos un debate que aún no se termina”.
La maestra Brenda Ríos hizo una mención especial del trabajo de la escritora Nellie Campobello, la Centaura del norte, considerada la única escritora mexicana que publicara relatos durante la Revolución Mexicana y que por mucho tiempo permaneció olvidada.
De ella, explicó que más allá de su trágica muerte (secuestrada y enterrada en su jardín), y que si bien forma parte de una generación de escritores, “no tiene nada que ver después, y por eso me parece sobresaliente”.
“Tuvo una escritura que no hubo después, tuvo un modo de escribir muy puntual; no habló ni realizó descripciones de más, y utilizó un lenguaje purista; no hay influencia francesa, no hay rizos poéticos”, al tiempo que destacó dos textos: Cartucho y Las manos de mamá, de los que leyó unos fragmentos para afirmar finalmente: “si Nellie Campobello fuera una escritora contemporánea, sería una especie de bloguera por la estructura tan moderna que utilizó para escribir sobre lo que está pasando hoy, escribirlo tal cual, resultando una escritora mucho más contemporánea que los mismos contemporáneos”.

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