Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

 El Plan del Veladero
(Segunda parte)

Aunque ya había pasado la revolución en nada había modificado la vida de las familias costeñas. Desde los tiempos del porfiriato –dice Crescencio Otero Galeana– los ciudadanos, como en otros lugares del país, pagaban también la contribución personal que para entonces era de veinticinco centavos mensuales para hombres y jóvenes y aquél que no podía pagar por su miseria, entonces era apresado y llevado a la cabecera distrital, o se echaba a huir por los montes como un coyote, viviendo a salto de mata, para no caer en manos de los temibles rurales, quienes constantemente los llevaban en “cuerdas” a desempeñar trabajos forzados a lugares inhóspitos y mortales como el Valle Nacional o a pelear contra los indios yaquis de Sonora.
Un hecho digno de contar pasó en los Sanluises municipio de Tecpan. Por asesoría de Valente de la Cruz el pueblo había comenzado a tejer sombreros de soyate. Los españoles mandaron a quemar los palmares de soyate y como retoñaron contrataron peones para trozarlos definitivamente y así evitar que los pobladores buscaran nuevas formas de vivir. En ese contexto se dio el movimiento agrario primero y después el vidalismo.
Amadeo Sebastián Vidales Mederos fue hijo del matrimonio de Valeriano Vidales León originario de Puebla y de Otilia Mederos Bernal de Tecpan, nació el año de 1883 en la ciudad de Galeana, fue el segundo hijo. De la pareja nacieron también: Eduardo Melitón, Esther, Humberto, Matías, Josefina y Baldomero.
Ramón Sierra López escribe la biografía de Amadeo en su libro Tecpan, historia de un pueblo heroico y dice que estudió en la Primaria Hermenegildo Galeana y por 1909 la familia se mudó a vivir al puerto de Acapulco, donde se constituyeron en una organización con el nombre de Hermanos Vidales, para poder enfrentarse al comercio de los españoles. Se dedicaban a la venta de telas, comestibles, compra venta de semillas y productos vegetales; a armar embarcaciones para transportar carga propia y ajena. Armaron dos embarcaciones: el remolcador “María” y el mercante “Otilia”.
Los Vidales eran los únicos comerciantes locales que les hacían competencia a los acaparadores españoles. “La fama de los hermanos Vidales, por justos y honrados, alcanzó límites enormes, siendo los más peligrosos rivales de los españoles; eso motivó que los hostilizaran constantemente. Sus embarcaciones fueron encalladas, los agentes iberos ponían en juego todas sus artimañas existentes para que los productos de las costas no se les vendieran”, escribe Ramón Sierra, quien agrega que Amadeo ingresó al Partido Obrero de Acapulco fundado por Juan R. Escudero, quien se convirtió en el asesor de los hermanos Vidales.
Amadeo medía un metro con sesenta y cinco centímetros de estatura, tenía el pelo encrespado, de complexión robusta, bigotes grandes y recortados, ojos verdes, frente ancha, tez clara, nariz medio afilada y boca grande. En la lucha agrarista alcanzó el grado de general brigadier y su hermano Baldomero el grado de coronel.
En 1920 tenía un billar en la plaza principal de San Jerónimo el Grande municipio de Atoyac. En 1921 residía en su natal Tecpan. Se dedicaba al comercio y simpatizaba con la lucha agrarista que había emprendido el profesor Valente de la Cruz.
En las elecciones de diciembre de 1922, cuando Juan R. Escudero ganaba por segunda ocasión la alcaldía de Acapulco, también triunfaban Amadeo Vidales por el Partido Obrero de Tecpan y Andrés Galeana Claudeville en Atoyac, quien posteriormente sería destituido por la pandilla de Rosalío Radilla Salas.
Amadeo Vidales fungió como presidente municipal hasta el 12 de marzo de 1923. Siendo alcalde con licencia fue aprehendido el 19 de ese mismo mes y año por órdenes del general Rómulo Figueroa, jefe de operaciones militares del estado de Guerrero y encarcelado en la casa de la hacienda de San Luis de la Loma.
En esos días el luchador agrarista y líder del Partido Obrero de Tecpan, Valente de la Cruz Alamar, asediado por militares y guardias blancas se vio en la necesidad de armarse para defender su vida y acompañado de sus correligionarios se refugió en la sierra. Dice Otero: “Sabedor el maestro que su compañero Amadeo S. Vidales se encontraba detenido por las tropas federales de San Luis de la Loma se dirigió a dicho lugar el 20 de marzo, pues Vidales, hasta el día 12 de marzo había fungido como presidente municipal de Tecpan de Galeana, se encontraba con licencia de la Comuna Municipal por haber pedido permiso para ir a comprar ajonjolí a San Luis San Pedro y pueblos anexos, donde estaba pagando mejores precios que los compradores que tenían por su cuenta en esos lugares los españoles de Acapulco, dueños de la hacienda. Ese fue el motivo por lo que los caciques extranjeros los calumniaron, porque ellos no consentían que ninguna persona les hiciera la competencia de compra-venta en sus propios feudos, y como eran elementos poderosos e influyentes con la Zona Militar, buscaron el pretexto que estaba en connivencia con la rebelión de Valente de la Cruz, que acababa de resultar en Tecpan, por ser compañeros de la misma ideología agrarista, logrando así su aprehensión y siendo detenido por el cuartel de federales que radicaba en la casa de la hacienda de San Luis de la Loma”.
Valente de la Cruz preocupado por la prisión de su compañero tomó una decisión muy arriesgada y comenzó a presionar con amenazas de ataque al cuartel de federales de San Luis de la Loma, buscaba de esa forma poner en libertad a su correligionario Vidales. Por eso estacionó su pequeño grupo armado en las inmediaciones de la hacienda. Pero Ángela Cortés, esposa de Vidales, salió a su encuentro y le suplicó no atacara el cuartel porque a los primeros disparos sería fusilado su esposo. Por eso Valente desistió del ataque. Más tarde Amadeo salió libre e intercambió correspondencia con Álvaro Obregón y al estallar la rebelión delahuertista quedó al frente de los batallones rojos de la Costa Grande junto con su hermano Baldomero.
En ese tiempo estaban matando a todos los líderes de los comités campesinos, por eso en Los Valles cuidaban a Margarito Lugardo, el presidente de los solicitantes de tierra. Ya mucho antes don Zacarías Martínez se había radicalizado y con pedazos de cartón y carbón ponía letreros: “el que cobre renta lo mato y al que pague renta lo mato”.
Octaviano Peralta era el dueño de las tierras donde se estableció el pueblo y muchos años después se formaría el ejido de Los Valles. Por eso tenían que cuidar con rifle en mano al que firmaba los documentos y llevaron a Margarito Lugardo a vivir a un paraje donde le ponían guardias armadas. Un indito, José Morales Cortés, al que llamaban El Acateco llevaba los papeles de la propaganda agrarista en las suelas de sus huaraches o metía los documentos en un puro que venía masticando por todo el camino mientras jalaba sus mulas cargadas de mercancía, para burlar la vigilancia de los rurales y de las guardias blancas de los terratenientes. Así se carteaban los agraristas de la sierra y muchos hombres que con todo y familia se escondían en la espesura de la selva de la “mala justicia” que asolaba estas tierras en esos tiempos.
Vicente Dionicio y sus hijos fueron peones de Octaviano Peralta, el terrateniente al que pertenecían las tierras de Los Valles. Uno de ellos Luciano Dionicio Reyes anduvo en  la revolución maderista, fue maestro de música y perteneció a la banda que traía el batallón del general Silvestre Mariscal. De regreso de la “bola” vivió primero en La Frondosa y luego se fue a Los Valles. A principios de los años veinte, muy en secreto Luciano Dionicio Reyes mantenía comunicación con Juan R. Escudero, por medio de El Acateco. Pero el opositor acérrimo del terrateniente era Zacarías Martínez Vázquez que usaba un cerrojo de caballería y una pistola 45 fajada. Zacarías no sabía que Luciano se carteaba con los Escudero y le tenía desconfianza. Un día la situación se tensó en el pueblo porque Zacarías mandó llamar a Luciano. Todos los hermanos se quedaron en suspenso pensando que lo iba matar, pero al verlo lo abrazó porque se había dado cuenta que tenía correspondencia con los Escudero. Así se fue formando el núcleo agrarista de Los Valles, al que se sumó Toribio Gómez Pino.
Cuando estalló ese movimiento en Atoyac las cosas estaban que ardían, desde el 31 de marzo de 1923 fue depuesto el presidente municipal Andrés Galeana Claudeville y se quedó en su lugar el principal enemigo del agrarismo, Rosalío Radilla Salas, Chalío.
Ese mismo año el 29 de octubre, como a las 6 de la mañana, fue asesinado el líder agrarista Manuel Téllez Castro. La policía urbana al mando del comandante Jesús Santiago, Churría, lo emboscó cuando caminaba por la calle Nicolás Bravo cumpliendo órdenes del alcalde y a raíz de eso su hermano Alberto Téllez se remontó a la sierra y se dedicó a organizar a todos los solicitantes de tierra y acaudilló la Revolución Agrarista que comenzó en Atoyac el 24 de noviembre de 1923.
A Los Valles llegaron cartas que decían que en Los Pozos estaba Alberto Téllez escondiéndose de los terratenientes, después de la muerte de su hermano y les pedía ayuda. Un día sorpresivamente llegó Feliciano Radilla que traía noticias de Valente de la Cruz y de Juan R. Escudero donde les pedía a los agraristas que apoyaran al general Álvaro Obregón quien se comprometía a formar los ejidos.
De acuerdo con los datos que proporciona Crescencio Otero Galeana en su libro El Movimiento Agrario Costeño y el líder agrarista profesor Valente de la Cruz, Zacarías Martínez, Vicente Dionicio y Adrián Vargas, dirigentes agraristas de Los Valles, junto con otros hombres vinieron al punto denominado Los Pozos, donde se encontraba oculto Alberto Téllez. Ahí llegaron también los líderes Juan Mata Severiano, Juan, Aurelio y Sabino Martínez. Al reunirse con Alberto acordaron subir nuevamente a los pueblos de la Sierra Cafetalera para reclutar al mayor número de simpatizantes agraristas. Fueron a San Vicente de Benítez y de ahí se dirigieron de nuevo a Los Valles donde ya los esperaban Toribio Gómez Pino y Timoteo Fierro con sus compañeros. Fue en Los Valles donde comenzó la incursión a los pueblos de la Costa Grande, trayendo ya como cien hombres mal armados. El contingente llegó a Las Clavellinas, una pequeña cuadrilla de cinco casas donde vivía la familia Radilla, ese fue el punto de reunión donde se habían citado con los demás líderes agraristas.
En un principio los dirigentes agraristas de la sierra de Atoyac eran Adrián y Arnulfo Vargas, Lucio y Zacarías Martínez, Vicente Dionicio y Toribio Gómez, todos vivían en Los Valles y muchos campesinos de esa población vinieron a combatir contra el reaccionario Rosalío Radilla que representaba los intereses de los españoles.
Dice Otero Galeana que en este movimiento armado participaron muchos jefes y líderes agrarios como Pilar Hernández, Vicente Dionicio, Prisciliano García, Francisco Pino, El Tejón de la Cinta Baya; Ignacio Valente, Arnulfo Vargas y Feliciano Radilla, quienes se internaron en los montes del municipio buscando elementos para sumarlos a su causa.
Mientras lo anterior ocurría en la Costa Grande; el primero de diciembre de 1923 se sublevó en Iguala el general Rómulo Figueroa en contra del gobernador Rodolfo Neri; con él se levantó toda la guarnición militar del puerto de Acapulco y de las Costas que servían a la colonia española.
Ya en la montaña los agraristas fueron informados del estallamiento de la rebelión encabezada por don Adolfo de la Huerta contra el gobierno de Obregón y ellos se sumaron a la causa obregonista. Un grupo de hombres bien armados encabezados por Feliciano Radilla se dirigieron al puerto de Acapulco para poner a salvo al líder del Partido Obrero Acapulqueño, Juan R. Escudero y a sus hermanos Francisco y Felipe quienes corrían el riesgo de ser asesinados por el coronel Crispín Sámano y el mayor Juan S. Flores que comandaban las fuerzas federales en el puerto ya declarados delahuertistas. No lograron sacarlos por que la madre doña Irene Reguera se opuso y amenazó que si sus hijos daban un paso fuera de Acapulco ella se arrojaría a un pozo de agua.
En las Clavellinas después de que regresó la comisión de Acapulco planearon el primer golpe al Ayuntamiento de Atoyac. El sábado 19 de diciembre de 1923 se hizo un asalto rápido a la policía urbana de Rosalío Radilla que no tuvo tiempo de defenderse y entregó sus armas sin que hubiera un solo disparo. Pero los hermanos Juan, Francisco y Felipe Escudero, después de estar prisioneros en el fuerte de San Diego, el 21 de diciembre fueron asesinados por el flamante presidente municipal de Atoyac, Rosalío Radilla, Chalío y sus pistoleros. Así la bandera de los Escudero quedó en manos de los Vidales.

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