Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

José Gómez Sandoval

POZOLE VERDE

El Pueblo de Dios / 2

 
Universo de sueños

Juan Crescencio renunció a mujer e hijos y se aisló del mundo. En un pasaje que recuerda lo que ocurrió con Juan Diego y la Virgen de Guadalupe, en el sitio en que se le apareció Dios, Juan Crescencio inició la construcción de una iglesia. En un montón de cerros por donde pasaban robavacas e iban a esconderse bandoleros, empezó a levantarse un pueblo de creyentes. Juan vivía en la pobreza, como san Francisco de Asís, y tenía sueños anunciatorios constantemente y muchos más que los que tuvo el bíblico José. Sueños, visiones y milagros se suceden y la fama de que Juan Crescencio lleva una buena amistad con Dios se difunde y el pueblo crece: se construyen más parroquias, se forman “barrios” con gente de Guerrero y de Oaxaca. Viven en la miseria, pero con fe.
Al principio, a Juan Crescencio los sueños “le venían cada tercer día”: “a veces sin que tuviera el interés de saber algo”, “predecía el futuro de una u otra forma, según como lo decidiera Dios. Llegó a comprobar que si ya se lo anticipaba de una forma, ya no debía esperar otra. También llegó a comprobar que si interpretaba correctamente el sueño, la visión o los movimientos de elementos naturales, predecía con exactitud el destino, y si no, le fallaba y hasta entonces lo entendía volviéndolos a relacionar”. Es claro que Juan Crescencio no necesitaba coartada, puesto que ninguna visión o augurio le saldrá mal. ¿No predijo la aparatosa caída de las Torres Gemelas de Nueva York y el tsumani que devastó la costa de Indonesia? Todo le saldrá mucho mejor a partir de que Dios le hace ver su enojo porque no supo interpretar bien su primera aparición. Cuando el pastor de ganado, tejedor de sombreros de palma y tallador de metates de piedra entiende lo que Dios le quiso decir, Dios lo perdona y le hace ver la gran responsabilidad que tiene sobre sus hombros, ya que él, sólo él, Juan Crescencio, es su hijo consentido: el Hijo Predilecto de Dios.

Para descifrar el destino

En 1987 empezaron a llegar las peregrinaciones. Cuetes, flores, bandas filarmónicas en honor de Dios, con quien Juan Crescencio sigue teniendo inigualable relación: Dios lo recrimina, lo impulsa campechanamente como a un santo novato que pasara por riesgos y dificultades. Si no se le aparece en persona o disfrazado, le revela que “el mayor problema de las comunidades era ‘el alcoholismo (como producto de los ingresos pecuniarios por la siembra de amapola)’”, o la buena o mala vibra de las personas con quien trata, con su pasado y su futuro.
Francisco Meléndez Vázquez, el autor de El Pueblo de Dios, hace saber que para descifrar el destino Juan Crescencio “no depende solamente de la comunicación oral con Dios y visiones, sino también de mensajes de elementos naturales y subjetivos. Los cuales son siempre con sentido figurado que tiene que interpretar…: la aparición de un pájaro, el viento suave, el jugueteo de perros; mientras que los elementos subjetivos que también indican lo mismo son: una manta blanca, el dinero, la nube blanca y gente vestida de blanco, la imagen de Jesús y de la Virgen María. Llegó a comprobar que el jugueteo de perros y el viento suave significaban próxima visita de gente buena. Ya sabiéndolo, le dará audiencia. Si un aspirante a migrante le habla sobre su intención de ir a Estados Unidos y al instante ve dinero en forma de visión, le indica que logrará su propósito: caso contrario, le recomienda no ir”.
“Por otro lado, los elementos concretos que significan lo negativo son: el viento levantando basura, la nube negra, la lluvia con viento, el rayo, el relampagueo: mientras los subjetivos que indican lo mismo son: gente comiendo frutas, el rostro enflaquecido, la exhibición de dientes y lenguas, la disminución de una imagen, el tambaleo de la persona, la imagen del perro y la víbora… La disminución de la imagen de una persona significa irremisiblemente su degradación moral y social, el fracaso de sus aspiraciones”.
También están las fotografías que sufren cambios milagrosos.

Las Ánimas, los Tres Santos

Así nos enteramos que una divina garza representa al Espíritu Santo y anuncia la llegada de gente buena. Un mal cura es acompañado de arañas. En cierta ocasión Juan Crescencio vio una nube en forma de cuna y sobre ella al Niño Jesús. Donde mira, en cualquier movimiento de la naturaleza, Juan Crescencio encuentra una señal divina. Con inusitada frecuencia del cielo caen rayos y bolas de fuego de trascendente significación. De bulto ve y platica con la Virgen, con San Marcos, con las Ánimas del Purgatorio o con los Tres Santos. Los Tres Santos, “que hablaban perfectamente la lengua mixteca”, recriminan a Juan Crescencio por la mala relación que éste lleva con sacerdotes, pero tras comprobar que sí adora a Dios como él manda, terminan apoyándolo y le dicen cuando aparezca un viento suave esté a la espera pues no tardan en aparecérsele y lo instruyen para que tenga todo listo para las misas que ofrecerán y con las cuales él tendrá mucho qué ver. Los Santos aplicarán dos tipos de misa: “una para dar suerte a tener bienes y la otra para revolver problemas graves”.
Juan Crescencio pregunta qué función le toca a él y los Tres Santos le contestan que su función será difundir lo de las misas entre la gente.
“–¿Cuánto cuestan?
“–La primera, mil pesos; y la segunda, tres mil, ni más ni menos”, le responden los Santos, que al fin de cuentas son sacerdotes, pero sacerdotes inmortales.

De poder a poder

Hay que apuntar que en cierto momento, con permiso divino, Juan Crescencio es capaz de transmitir su poder para adivinar y sanar a algunos cantores, a los que se les quitará la Gracia en cuanto empiecen las desavenencias políticas. Uno de ellos escucha a un burro quejarse: “¡Nos olvidamos de la costumbre!”. Un perro aúlla: ¡Que Cristo está padeciendo por nosotros!, frase que los gallos repiten en coro. En otra, dos mujeres “escucharon que en el cielo se abrió una puerta y a través de algo como micrófono escucharon 7 veces los cantos de tres gallos que en sus sonidos se escuchó: ¡Cristo nació! Terminando, les siguieron las voces de tres personajes. El primero exclamó: ¡Cristo nació!…; el segundo: ¡Diles!, ¡Diles!, ¡Diles!…; y el tercero: ¡Va a bajar!, ¡Va a bajar!…” Luego “vieron que se formó una nube en forma de cuna y en medio estaba acostado un hermoso niño, a su lado un borreguito hincado besándole el ombligo y un hombre también hincado, al que dedujeron que era San José. No falta la mujer que, después de haber sido recibida por Juan Crescencio, empezó a poner piedras en la organización del pueblo y terminó creando su propia iglesia. Después de todo, estamos hablando de una región en que abundan los brujos y curanderos de toda índole, como lo documenta el autor de El Pueblo de Dios.

Cómo llegó el agua bendita

“Jesucristo comunica al Señor Juan que iba a mandarle Agua Bendita directamente del Cielo y debería colocar tres cubetas en el techo de su casa… Por la tarde, cae una fuerte lluvia sin ser temporada. Después sube y encuentra las tres cubetas blancas de 20 litros y hasta vapor emanaba del agua como si estuviera caliente. Por la noche, otra vez le habla Jesús para aclararle que se trataba de Agua Bendita, la cual podrá conservar indefinidamente mientras no deje que se termine; es decir, debe irle agregando agua natural de modo que nunca se vacíe el trasto para que se bendiga enseguida”. “Servirá para curar enfermedades de personas, animales y plantas”, le aclara Jesús. Esto, cuando Juan Crescencio ya curaba con flores.

La organización

Juan Crescencio “hablaba con mucha coherencia y sin titubeo, tal como hacen los líderes y los principales de un pueblo”. Predicaba los Diez Mandamientos, sólo que él los repostuló y enriqueció hasta que, sobre “los básicos”, sumaran todos los aspectos erróneos y pecaminosos de gran parte de los habitantes de la región, el resulto de su fantástica capacidad de sicólogo social y el tino de sus intuiciones divinopolíticas. El Señor Juan dividió sus Sagrados Mandamientos en tres capítulos: en Cómo debemos comportarnos en la vida mandata amar, no odiar ni embrujar a nadie, dar de comer al hambriento, fuera envidias, mentiras y calumnias, no fumar ni emborrarcharse, no tener dos esposas ni la mujer dos hombres, no desear la mujer de otro y, aunque el postulador dejó a su esposa e hijos, “no separarnos de nuestra esposa” (quien no debe maltratar al marido). No se debe ir a bailes ni escuchar músicas y hay que creer en el milagro de la Aparición de Dios”. En Cómo debemos adorar a Dios el Señor Juan indica cómo hay que ofrendarle flores a Dios, resaltando la importancia de las velas que “al morir nos iluminarán el camino para llegar al Cielo”. Prohibido seguir a “sectas como Testigos de Jehová, Pentecostés, Alfa y Omega, etc., porque desprecian a las imágenes de Dios, las flores, las velas y el festejo de los difuntos”. Por último, “agregar el latín en el rezo, porque es muy aceptado por Dios”.
Uno cree que los Mandamientos terminan en Cómo debemos recordar a nuestros difuntos, pero de pronto el autor pone en este mismo capítulo Lo profético: una lista nostradámica que anuncia que “va a temblar y morirán muchas personas…, que llegará el tiempo en que los gusanos soldados (las cursivas son del autor del libro) acabarán con la milpa, y si alguien entrega algunos a esta iglesia, no pasará”. Vendrán vientos, huracanes y granizadas devastadoras, explotarán los volcanes, los hombres entrarán a las casas a robar, las abejas matarán a personas y ganado, los hombres de algún país se levantarán en armas.
Augura el Señor Juan que “habrá tiempos en que no va a llover en todas partes hasta que vengan a pedir la lluvia en este lugar sagrado”, advirtiendo que “vendrán sacerdotes que no van a creer el milagro de la Aparición de Dios, otros sí, y algunos más llegarán sin que los vayan a traer”… Por último, profetiza que “llegará el tiempo en que va a aparecer un incendio que dará fin al mundo”.
Como colofón y a modo de suspenso, el autor del libro que estamos platicando, Francisco Meléndez Vázquez, apunta que “la gente iría comprobando muchas cosas a través del tiempo y otras se irían repitiendo”. Y asegura que él mismo fue testigo de más de un milagro.

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