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El futbol americano, el deporte del doping invisible

A diferencia del béisbol, el ciclismo o el atletismo, el doping en el futbol americano goza en Estados Unidos de cierta tolerancia: no hay aún análisis de sangre para detectar la hormona de crecimiento y las escasas sanciones apenas acaparan titulares.
Los medios destacaron ayer la sanción por lo que resta de temporada del pelotero Ryan Braun, el primer castigado por el escándalo de la clínica Biogenesis que ensombrece desde enero el béisbol, deporte que tras años de permisividad y tras la oscura era de los esteroides está muy sensibilizado y decidido a combatir a los mentirosos.
También el lunes pasado se supo que Von Miller, jugador de los Denver Broncos de la NFL, cumpliría cuatro partidos de sanción por violar la política de abuso de sustancias. Pasó casi desapercibido.
Los dos grandes deportes del país siguen de momento caminos opuestos en lo que se refiere al doping.
“Es importante para mantener la integridad y la marca de la liga”, dijo el comisionado de la NFL, Roger Goodell, al reclamar antes del Superbowl de febrero que por fin y tras dos años de moratoria se apliquen los análisis de sangre para detectar la hormona de crecimiento. Las Grandes Ligas de béisbol ya los hacen desde la presente temporada.
El acuerdo entre la NFL y el sindicato de jugadores podría estar cerca, según indica que la Liga vaya a tomar muestras de sangre en los próximos campos de pretemporada de los equipos con la intención de definir un perfil tipo del nivel de hormona de crecimiento humano (HGH) de los jugadores.
Hace casi dos años que se llegó a un acuerdo para realizar los tests que detectan la HGH, pero la falta de consenso en cómo realizarlos ha dilatado el proceso.
Contra la opinión de muchos expertos, el sindicato, acusado de querer estancar las negociaciones, asegura que los niveles de HGH de los futbolistas es superior al de la población común.
“No van a descubrir que los jugadores de la NFL son diferentes al resto de la gente”, dijo al diario USA Today el médico Linn Goldberg, que en diciembre testificó sobre el asunto en el Congreso de los Estados Unidos, donde se busca el consenso que permita definitivamente realizar los controles de sangre.
Onye Ikwuakor, el director del departamento jurídico de la USADA (Agencia Antidoping de Estados Unidos), que fue quien cazó al ya ex ciclista Lance Armstrong y recientemente al atleta Tyson Gay, fue muy crítico con los programas antidoping de las ligas profesionales privadas de Estados Unidos, como la de baloncesto NBA, la de futbol americano NFL o la de hockey sobre hielo NHL.
“Todo lo que sea menos de lo que estipula el Código Mundial Antidoping no es suficiente”, dijo, salvando al béisbol.
Goodell y la NFL están más preocupados por la seguridad de los jugadores tras las demandas de ex futbolistas que reclaman indemnizaciones millonarias por las consecuencias cerebrales que sufren tras los continuos impactos en la cabeza.
Los equipos médicos de los equipos contarán con neurocirujanos que controlarán en el mismo partido las lesiones derivadas de las conmociones cerebrales producto de los duros choques y se sigue investigando en cómo mejorar los cascos.
Pero no se menciona que el posible uso de sustancias prohibidas puede estar detrás de que el juego sea cada vez más rápido y más fuerte y que por lo tanto los impactos sean más violentos.
Si algo gusta al aficionado al football es un buen “tackle”. Al igual que los hinchas del hockey sobre hielo piensan que sin peleas el deporte sería patinaje artístico, los fans del futbol americano consideran que sin choques su deporte sería como el rugby, duro pero no violento, menos divertido.
Una veintena de jugadores fueron suspendidos la pasada temporada en la NFL por el uso de esteroides. No se espera que haya tantos incluidos en el escándalo del béisbol en torno a la clínica Biogenesis, aunque sí grandes nombres como el de Braun o el de Alex Rodríguez. (DPA / Miami).

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