Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

 La violencia y el falso optimismo de Peña Nieto

La captura de Miguel Angel Treviño Morales, el Z-40, ha sido oscurecida desde la semana pasada por la efusión de sangre que ocurre en Michoacán y Guerrero. Los acontecimientos recientes en ambos estados parecen desmentir el optimismo del presidente Enrique Peña Nieto, quien hace ocho días declaró al diario francés Le Fígaro que en los primeros siete meses de su gobierno se ha registrado “una baja gradual de la violencia”. En territorio michoacano la batida del crimen organizado, que en un solo día fue capaz de emboscar seis veces a la Policía Federal, ha arrojado 42 muertes en una semana, incluidos varios agentes de esa corporación. En Guerrero, el mismo 19 de julio en que apareció la entrevista del periódico francés con Peña Nieto, la primera plana de El Sur pareció insuficiente para dar cabida y describir la jornada criminal del día anterior, un día después de la visita del presidente a Apango. “Violencia y muertos en las dos costas, Acapulco, zona Centro y Tierra Caliente”, decía el encabezado de ocho columnas, mientras los sumarios reportaron 14 víctimas.
No es la primera vez que la realidad discrepa del discurso oficial. El 3 de julio, el secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, se permitió celebrar el nivel de coordinación que existe ahora entre las instancias de seguridad del país e insinuó una mejoría en la lucha contra el crimen organizado. Pero ese mismo día fue asesinado el ex rector de la Universidad Autónoma de Puebla, Samuel Malpica; siete cabezas humanas fueron halladas en Zacoalco de Torres, Jalisco, y el gobernador Ángel Aguirre confirmó que seis personas habían sido levantadas en Cocula (no 17 como había dicho el alcalde de ese municipio). Además, el día anterior diez niños de entre dos y cuatro años de edad sufrieron un secuestro virtual en Cuernavaca, lo que durante unas cuatro horas provocó zozobra en sus familias e inquietud en el país, y dos jóvenes de 15 años fueron encontrados muertos en Guadalajara víctimas de un narcotraficante.
A pesar de la invasión cotidiana de ese tipo de noticias, el INEGI reportó el 2 de julio que la percepción ciudadana sobre la seguridad obtuvo una ligera recuperación de 5.6 por ciento respecto al 2012. Según el INEGI, una parte de la población dijo en junio sentirse más segura que hace un año. Sin embargo, ese dato no concuerda con los resultados de una encuesta de la empresa GEA-ISA hecha pública hace quince días, la cual indica que solamente 45 por ciento de los ciudadanos aprueba el trabajo de Peña Nieto como presidente, diez puntos menos que el resultado de marzo y casi la misma aprobación (43%) que tenía el ex presidente Felipe Calderón al dejar el poder en noviembre de 2012. “Los mexicanos ven que el tiempo corre y que muy poco cambia en su día a día. De hecho, sólo el 18 por ciento cree que el presidente ‘está haciendo un gobierno diferente al anterior’ y más de la mitad piensa que su papel respecto a la pobreza, la seguridad o la corrupción es igual que el del gobierno de Felipe Calderón”, dijo el diario El País sobre la encuesta. (El País, 12 de julio de 2012).
Las imágenes de los policías federales heridos en Michoacán muestran o la debilidad de las fuerzas oficiales frente al crimen, o la fuerza del crimen frente al Estado. Y en todo caso, contradicen las declaraciones oficiales sobre la presunta fortaleza y avance de la estrategia gubernamental y la versión de que la violencia está a la baja. Sin duda, los michoacanos y los guerrerenses dudosamente compartirán el diagnóstico del INEGI, o las palabras de Peña Nieto y Osorio Chong. Pero hay quienes aplauden que el gobierno federal le haya quitado el “ruido” a la violencia.
Uno de ellos es Alejandro Zozaya, presidente ejecutivo de la empresa Apple Leisure Group, quien en un acto en Los Pinos dijo el pasado 2 de julio, dirigiéndose a Peña Nieto: “Muchas gracias a usted y a los medios de comunicación por haber disminuido el nivel de ruido respecto a la inseguridad en México”. A continuación se desató un aplauso por parte de los asistentes, casi todos empresarios, que acudieron a atestiguar el anuncio de inversiones en el sector turístico. Fue muy cuidadoso Zozaya sobre el sentido de su agradecimiento, pues lo restringió a la disminución del “ruido” sin mencionar si la inseguridad y la violencia habían disminuido, factor secundario en la intención de respaldar al presidente. Lo que en esencia agradecía el empresario es la política del gobierno federal para controlar en los medios la información lo que se difunde sobre la violencia. Pero un pronunciamiento como ese, y el apoyo expresado mediante los aplausos, parten de una actitud que se divorcia de la realidad y pretende minimizarla: no hablar y hacer que no se hable de la violencia. (Reforma, 3 de julio de 2013).
Pero al contrario de las pretensiones oficiales, lo cierto es que continúa la crisis de inseguridad y las estadísticas de los muertos siguen en ascenso. La catastrófica dimensión de la guerra contra el narcotráfico queda expuesta con toda nitidez si se comparan los poco más o poco menos de cien mil muertos que ha producido hasta ahora desde su comienzo en el 2007 en el país, con los 220 mil muertos que desde 1958 ha causado el “conflicto armado” en Colombia. No son cosas iguales, pero sí lo es la tragedia que arrastran. En siete años, la violencia delincuencial en México causó ya casi la mitad de los muertos que produjo en Colombia un estado de guerra interna que se prolongó por más de 50 años, y que involucró a la violencia guerrillera, la provocada por el Estado y los paramilitares, y la asociada al fenómeno de las drogas.

Xaltianguis

Al contrario de lo que sucede en Michoacán, donde la violencia se muestra cruda e irrefrenable, en Guerrero las policías comunitarias y ciudadanas parecen contribuir en gran medida a contener el avance de la delincuencia organizada, lo que a su vez pone en evidencia la incapacidad de las corporaciones estatales y federales para realizar esa tarea, como es el caso de Xaltianguis. Pero ni el gobierno ni el Ejército están agradecidos.

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