Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

 En las manos de Dios

Un puñado de gobernadores y alcaldes ha realizado desde el 2010 el acto de consagración de sus estados y ciudades al Sagrado Corazón de Jesús y al Doloroso e Inmaculado Corazón de María, con el propósito de que Dios se encargue de resolver los problemas, principalmente el de la violencia, que ellos no han podido resolver. Entre esos gobernadores están los de Chihuahua, Veracruz, Campeche, Chiapas y Yucatán.
El propio ex presidente Felipe Calderón estuvo a punto de consagrar a su gobierno y al país, según informó el impulsor de este brote de fervor católico, el estadunidense John Rick Miller, fundador de la Misión por el Amor de Dios en Todo el Mundo. Miller relató que sostuvo una larga reunión con Calderón Hinojosa, es de suponer que en Los Pinos, quien “pasó muchas tardes considerando la consagración de México”. Explicó que “hablamos de los deberes de un servidor público elegido como jefe de Estado de una nación donde la mayoría son católicos. Estuvo muy interesado en conocer lo que había logrado la misión en Colombia, donde el presidente Álvaro Uribe, el Ejército, la Marina, la Policía Nacional y el país en sí mismo fueron consagrados públicamente al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María”. (Reforma, 22 de julio de 2013)
Aparte del poderoso perfil de Miller –quien dijo haberse reunido para el mismo fin con el presidente panameño Ricardo Martinelli y con los vicepresidentes de Costa Rica, Perú y Ecuador, y negociar la consagración de Costa Rica, Guatemala y Haití–, el tema resulta de relevancia por la actitud habilidosa que han asumido autoridades que han creído encontrar la solución a sus dificultades en la transferencia de sus responsabilidades a Dios, aunque ello lleve consigo el desvalijamiento del Estado laico.
Aunque por lo visto con nulos resultados, Guerrero y el gobierno de Ángel Aguirre ya están consagrados. Su consagración se realizó en Acapulco el 22 de noviembre del año pasado, pero es probable que ese acto estuviera en la mente del gobernador desde el principio, pues en su discurso de toma de posesión, Aguirre Rivero agradeció en primer lugar a Dios por haber obtenido el triunfo en las elecciones de enero de 2011.
A partir de entonces el gobernador ha invocado varias veces la ayuda divina para resolver el problema de la violencia, y puede verse claramente su mano en la majestuosa misa que el arzobispo Carlos Garfias Merlos ofició en el Centro Internacional Acapulco para consagrar el estado al Sagrado Corazón de Jesús y al Doloroso e Inmaculado Corazón de María, como indicaba la invitación que se distribuyó profusamente en los días previos.
La consagración –en el ritual cristiano es el acto de “apartar para Dios” y purificar un lugar, objeto o persona– implica una entrega para permitir que se haga la voluntad superior. Por consiguiente, supone el abandono de la voluntad y también de las responsabilidades humanas: el origen y explicación de lo que suceda debe buscarse en el Cielo. Para la fecha de la consagración de Guerrero, ya habían sido consagrados Yucatán, Veracruz, Campeche, Tabasco y Chiapas, y varias ciudades de otros estados, con la participación de gobernadores y funcionarios públicos.
Rick Miller estuvo presente en la ceremonia de Acapulco, y también Humberto Salgado Gómez. Aunque este último no recibió aceite de olivo sobre su cabeza, como se estilaba antiguamente para ungir a los grandes señores, el entonces secretario de Gobierno llevó la representación oficial del estado y proclamó la importancia capital que las autoridades concedían a tal ceremonia en el contexto de la violencia que se abate sobre Guerrero. Salgado Gómez “hizo la consagración personal y de su familia, así como del estado de Guerrero, poniendo en manos de Dios las decisiones de las autoridades estatales”, relata una crónica.
Hoy, sin embargo, los gobernantes mexicanos que utilizan la imagen de Dios y a la Iglesia católica para lavarse las manos sin que les importe romper la laicidad del Estado, recibieron una lección  de quien menos se lo habrían esperado: del Papa. Porque es en México donde, coyunturalmente, tendrán especial impacto las sorpresivas posturas que el papa Francisco ha hecho públicas en Río de Janeiro. Con palabras que a muchos les parecerán hasta impregnadas de azufre, Francisco dijo a los jóvenes: “Salgan a la calle y hagan lío. Que me perdonen los obispos y los curas, pero la Iglesia tiene que cambiar”. Exigió la “rehabilitación de la política” y del gobierno con inyecciones de caridad, pues “el futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad”. Y defendió la laicidad del Estado: “La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.
Con esas lecciones de moral, integridad y liderazgo, las consagraciones en México se revelan como las farsas políticas que en verdad son.

Michoacán, ¿lejos de Dios?

Un estado que no ha sido consagrado es Michoacán, sobre el cual dijo el viernes pasado el presidente Enrique Peña Nieto: “Creo que se ha perdido… que ha habido espacios que se han dejado o que ha ganado lamentablemente el crimen organizado, y por eso tenemos el operativo que se inició hace varias semanas, que tiene por propósito recuperar el control en la zona donde hay un debilitamiento de las autoridades locales, fundamentalmente”.

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