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Plasman en documental el caso de la pintora Sofía Bassi que asesinó a su yerno en Acapulco

Óscar Ricardo Muñoz Cano

El año 1968 fue sin duda un parteaguas en la historia nacional, mientras el poder del Estado se concentraba en la figura del presidente Gustavo Díaz Ordaz, las clases sociales manifestaban su descontento, siendo los jóvenes los que pagaron los platos rotos.
En ese entonces, y desde antes, Acapulco ofrecía refugio a artistas, políticos e incluso a la realeza europea, que luego de estallar la Segunda Guerra Mundial se decantó por estas playas del Pacífico mexicano y que consideraban, tenía el glamour de la Riviera francesa de aquellos tiempos.
No obstante hoy, a pesar de que siempre se encuentra en obra negra, Acapulco aún tiene tesoros que ofrecer y quien diga lo contrario, se equivoca.
Si bien, recientemente la Casa de los vientos de Dolores Olmedo, donde habitó y trabajó Diego Rivera, fue rehabilitada, hay un sinfín de mansiones que aún guardan una historia, entre ellas, la Quinta Babaji, en Las Brisas.
Una mañana de los primeros días de 1968, la pintora mexicana Sofía Bassi se dirigió a la alberca de la residencia, donde estaba nadando su yerno, el conde Cesare d’Acquarone, y le disparó.
De eso trata el documental Acapulco 68 del cineasta argentino Javier Lieberman, quien en video-entrevista desde la ciudad de México narró que la idea surgió de un amigo, Héctor Cedrún, también cineasta, y “quien un buen día me dijo: acabo de enterarme de una historia buenísima, hay una señora que en el año nuevo del 68 mató a un conde que era su yerno porque estaba violando al hijo en su casa de Acapulco”.
Liberman, quien ha realizado cortometrajes y trabajos para la televisión, (recientemente colaboró con la cadena E! Entertaiment television), recordó que hace algunos años sin más se montó la cámara y partió para Acapulco a filmar.
“La idea original era hablar sobre la artista, su trabajo, pero luego de varias entrevistas con gente que conoció a Sofía me di cuenta de que el arte era algo incidental con respecto a lo que sucedió ahí, la época y cómo se vivía en Acapulco”.
Con calma y fijando la mirada en los recuerdos, Liberman acotó: “cabe mencionar que yo viví en Acapulco del 77 al 80, cuando era muy chico; mi padre era el gerente del Condesa del Mar, y si bien a esa edad no te enteras de nada, si me tocó ver por ejemplo Miss Universo, o enterarme de la visita de gente como O. J. Simpson, o el Rey Pelé”.
Incluso, dijo volviendo al tema, “cuando le preguntaba recién a mi madre sobre Sofía Bassi, me comentó que todavía, cuando llegamos (a Acapulco), se seguía hablando de ella y que estaba en la cárcel por haber matado a alguien”.
Con la ayuda de gente como el cronista y colaborador de El Sur, Anituy Rebolledo, y el pintor guerrerense José Luis Medina, tanto Cedrún como Liberman se dieron a la tarea de entrevistarse con la gente que trabajó con ella y para ella al tiempo que visitaban ciertos lugares de interés para el trabajo fílmico.
Asimismo, se dieron a la tarea de buscar información en los archivos de los periódicos de aquel entonces, destacando la labor que hicieron en las instalaciones del Excelsior, en la ciudad de México, donde literalmente en el piso se acomodaron para buscar entre las decenas de cajas que conforman su archivo.
“Empezamos creo en el 2007, pero estoy seguro de que terminamos el documental en el 2009; hicimos tres o cuatro viajes de fin de semana en ese entonces, pues realmente la mayoría de los entrevistados ya radicaban en la ciudad de México, así que los viajes a Acapulco eran por las imágenes y conocer a unas cuantas personas más”.
Al estar realizando el trabajo, comentó Liberman, “la idea original era realizar un pequeño documental de unos minutos para mostrarlo y buscar inversionistas, pero al adentrarnos en la historia, no sólo del asesinato, sino el ambiente de aquel entonces en el país, la lucha de poderes entre el Estado y la sociedad, las olimpiadas y tantas cosas, llegó un momento en que vimos que esos pocos minutos no eran suficientes”.
Y es que, agregó el cineasta, “la historia era más compleja porque si le agregas la época del presidente Díaz Ordaz, donde daba una orden y se tenía que cumplir, y la gente pudiente del país que pagaba para desafiar al poder ¿quién gana en una situación así?, ¿cómo se le hace en un país donde el gobierno era todo poderoso pero al mismo tiempo la gente de dinero también era todopoderosa?”, preguntó.
El documental refiere que hubo tanta presión en Acapulco para liberar a Bassi que el proceso en su contra estuvo plagado de irregularidades, mismas de las que se enteró el presidente Díaz Ordaz, por lo que tuvo que intervenir a tal grado que, por mencionar algo, el capitán olímpico del equipo de tiro que se prestó para ayudarla, fue excluido de las Olimpiadas de ese año, al tiempo que el juez que inició el proceso lo abandonó y se dio a la fuga.
“Más allá del crimen que se cometió, la vida en Acapulco era formidable para algunos elegidos, y no sé si sería bueno exhibirlo (el documental) porque habla de las tranzas que hubo para beneficiar de algún modo a Sofía, allá (en Acapulco) tan sólo para darse cuenta que también en el 68 había la misma corrupción, sólo que más discreta”.
Por otro lado, comentó el cineasta, casi nadie conoce el documental, “fue hecho de manera independiente, sólo lo pasó Canal 40, filial de Azteca, un par de veces en los días primero de enero, y por la mañana, en el 2010 y 2011, pero actualmente está disponible en plataformas digitales”, al tiempo que reveló que en algún momento hubo acercamientos con las autoridades de cultura de Acapulco, de Guerrero, “que incluso me hablaron de un evento en el Fuerte de San Diego, pero no ocurrió nada”.
“Alguna vez me preguntaron que si tuviera 20 millones de dólares para hacer una película, cuál haría y yo dije que ésta. Por más que tengo otras, ésta tiene algo que me es facinante: la época, las celebridades, el conde y Sofía comparados por ejemplo con las Kardashian pero con clase, y por supuesto la mezcla de poder”, concluyó.
A decir de la información recabada, la teoría más conocida es donde Sofía Bassi (cuyo nombre real era Sofía Celorio Mendoza) disparó contra el conde, esposo de su hija Claire Diericx, de manera accidental (le dio cinco disparos). Otra, dice que fue su hija quien lo asesinó al descubrir que él abusaba sexualmente de su hermano menor, y entonces Sofía se echó la culpa.
Su hija Claire, condesa de D’Acquarone era una de las más bellas de la sociedad mexicana y europea, y aunque perdonó a su madre, nunca dejó de amar al conde, relatan las crónicas de aquel entonces.
No obstante, el documental menciona que la misma Claire escribió una carta donde afirmó ser la verdadera autora material del homicidio de su marido.
Se dice que el talento de Sofía Brassi fue avalado por el pintor José Luis Cuevas al calificarla como una de las pocas obras que logró conmoverlo, y que juntos elaboraron un mural en la que era entonces su celda en Acapulco.
Del mismo modo, que David Alfaro Siqueiros la visitó en la cárcel y le dejó como mensaje: “Sólo los grandes artistas se superan en el dolor de la cárcel”; que organizaba cenas en la prisión a las que asistieron gente de la talla de Pedro Vargas y el expresidente Lázaro Cárdenas, y que tenía las puertas abiertas de la cárcel para cuando ella quisiera salir o pasaran sus amistades.
Bassi pudo salir de la cárcel antes de cumplir su condena debido, según la información conseguida en Internet, a cambios en la ley en Guerrero, y obtuvo beneficios previos con ayuda de magistrados corrompidos por sus amigos del Jet-set mexicano.
Murió a los 85 años, en 1997, convertida en una gran pintora y fue sepultada en un sarcófago oval que ella misma diseñó y pintó, porque además de sus oleos usaba huevos como lienzo, como una metáfora del origen de la vida.
Actualmente sus restos descansan, junto con los de su hija Claire, en una cripta en la iglesia de La Paz, en Las Brisas.

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