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Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAIS

* La izquierda… y Bartlett
Ya Marcelo Ebrard había ofrecido un indicio del tipo de izquierda que se acomoda a los requerimientos de las élites políticas y económicas del país, al plantear el año pasado una coalición entre el PRD y el PAN para la elección presidencial. Esa maniobra electorera colocaba al mismo Ebrard como el candidato presidencial deseable, e implicaba en los hechos el desplazamiento de la ideología que se supone mueve al PRD para permitir el predominio de la derecha panista disfrazada de centrista. La osadía de Ebrard fue repudiada por el perredismo de a pie, entre otras razones porque se entrevió en esa propuesta la mano encubierta de Felipe Calderón, que habría pretendido bloquear de esa forma el posible regreso del PRI al poder.
Una blasfemia similar es la que consumó el PRD al postular en Puebla a Manuel Bartlett Díaz como candidato de la coalición Movimiento Progresista al Senado, con el apoyo principalísimo de Andrés Manuel López Obrador, quien con la defensa que hizo el viernes pasado de esa decisión generó una imagen perturbadora e impensable, y ya se verá si asimilable para la izquierda mexicana.
Al desandar así sus pasos, la izquierda dio una prueba a la vez de cansancio, incongruencia, confusión y senilidad. Si Bartlett triunfara en los comicios de julio, su verdadero premio no sería su regreso al Senado a los 76 años de edad, una hazaña para cualquiera, sino terminar sus días reivindicado por la misma izquierda que lo responsabilizó del fraude electoral de 1988, esa pesada losa que el priista ha cargado desde entonces.
López Obrador dijo que Bartlett ha “cambiado” respecto a la conducta que mantuvo durante los acontecimientos políticos de 1988, y que ahora sostiene una postura nacionalista en el tema del petróleo. No dijo que el ex secretario de Gobernación fuera inocente de los cargos que el entonces Frente Democrático Nacional y Cuauhtémoc Cárdenas le imputaron por la “caída del sistema”, pero sí defendió que había “evolucionado”.
El 88 es el acto fundacional de la izquierda actual, y extender ahora un perdón a Bartlett, al que se ha considerado siempre artífice del fraude electoral que permitió a Carlos Salinas de Gortari ocupar la Presidencia, lleva consigo la intención de cambiar la historia por decreto. Pero es imposible que ese acto sea acogido mansamente por el perredismo. Ni la reacción serena del ingeniero Cárdenas, que se limitó a solicitar a Bartlett una explicación del 88, podría disipar la inconformidad y la indignación que esa candidatura suscita en las fuerzas que apoyan a López Obrador.
Algunos ven en la candidatura de Bartlett una declinación de los principios que sostienen a la izquierda perredista, y tendrán razón. Pero el hecho de que haya sido el propio candidato presidencial del Movimiento Progresista el que abrió la puerta a Bartlett denota además que la desesperación empieza a nublar las decisiones de López Obrador y a hacerlo jugar con fuego, lo que se pone de manifiesto en la insinuación de que invitaría al mismísimo Salinas si éste diera señales de haber cambiado. Si no fuera broma, sería terrible la pérdida de perspectiva de López Obrador.
Lo que definitivamente no es broma es la incorporación de Bartlett al PRD, pues de esa forma se suma a Manuel Camacho Solís y Ebrard, que también son figuras vinculadas al PRI del 88. Camacho fue en aquella elección el principal operador político de Salinas y su representante en el conflicto postelectoral. Hoy, seguramente fue él quien convenció a López Obrador de rehabilitar a Bartlett como político de izquierda, adquisición con la cual se fortalece su grupo dentro del PRD con miras a la elección presidencial del 2018.
De prosperar la hegemonía Camacho-Ebrard en el PRD, este partido y las fuerzas aliadas a él se caracterizarían por la pérdida de su identidad de izquierda, plataforma a la que ya apostó Ebrard el año pasado al disputar la candidatura presidencial con López Obrador. Pues Camacho, Ebrard y Bartlett no son de izquierda. Son políticos desechados por el PRI a los que el pragmatismo de la izquierda les ha permitido sobrevivir para planear su revancha. Ese es el motivo de que el candidato a reemplazar a Ebrard en el gobierno de la ciudad de México sea un ex funcionario sin trayectoria política de ninguna clase, al que a golpes de publicidad se le construyó una imagen no de izquierda sino de “ciudadano”.
Dudosamente podría Bartlett presentarse en Puebla como candidato “ciudadano” cuando ni siquiera ha considerado pertinente renunciar al PRI, pero de todos modos es posible que lo haga, tratando de borrar su pasado. Sin embargo, quizás sea demasiado tarde para que un político tan embarrado por la historia como él se limpie la cara con las siglas de la izquierda mexicana. Incluso si ganara.

El desaire al Cecop

Era iluso creer que el gobernador Ángel Aguirre Rivero firmaría el documento preparado por el Cecop para comprometerlo a rechazar la presa La Parota. Tampoco lo firmará en el futuro. Si hay un tema en el que sus convicciones están muy claras, es ese. Menos después de que hace una semana fuera anfitrión de los empresarios que invertirán en la remodelación del centro histórico de Acapulco, encabezados por Carlos Slim. Son las constructoras de esos empresarios las que recibirían los contratos para construir la presa. Tiene razón Marco Antonio Suástegui, ya no hay diferencia entre Aguirre y su antecesor Zeferino Torreblanca.

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