11 junio,2024 5:59 am

¿Así o más claro? Mandato contundente: transformación

 

 

Abelardo Martín M.

 

El principio más claro, contundente, práctico e infalible de cualquier democracia, joven o madura, es el respeto a la voluntad de la mayoría expresada en cualquier proceso electoral, trátese de una asamblea a mano alzada o de un proceso laborioso, participativo, complicado y hasta sofisticado como el que se realiza en México con garantías, candados, protecciones y vigilancia para evitar cualquier violación o fraude a la voluntad de los ciudadanos.

La crispación, la superficialidad de las comunicaciones en las redes sociales, fomentan el engaño y el autoengaño; muestran lo que, aparentemente, ocurre en el ciberespacio, pero está claro que no corresponde a la realidad cruda y dura. La ciudadanía, en las redes, se exhibió polarizada, enfrentada, sin reconciliación o, dicho de otra forma, sin vínculos de comunicación, pero las votaciones en los 31 estados del país reflejaron, en los hechos, lo que la ciudadanía responsable y en pleno uso de sus facultades apoyó en las urnas: el triunfo rotundo, indiscutible y contundente de la candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia, Claudia Sheimbaum Pardo.

El último proceso electoral exhibió también el grave alejamiento y la nula capacidad para no sólo haber previsto el escenario electoral que cayó como balde de agua fría a las clases tradicionalmente privilegiadas del país, sino también a periodistas, comentaristas y especialistas de las ciencias políticas y económicas que interpretaron como “derrota personal” el que la voluntad mayoritaria se hubiera conducido en contra de sus previsiones y en el caso de algunos, seguramente, en contra de sus intereses, preferencias, compromisos y hasta militancia partidista.

Lo cierto es que no sólo a los extraños sino también a buena parte de los simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador, de la candidata de Morena, Claudia Sheimbaum o de la 4a. Transformación, sorprendió la contundencia del resultado. Al principio, algunos candidatos opositores acusaron de “fraude” en las urnas, acusación que se trasladó a la de “elección de Estado”, cuando que varios de los gobiernos estatales y muchos municipales son de oposición.

Del lado de los partidos de oposición PAN, PRI Y PRD, principalmente, no ha habido ejercicios visibles o audibles de autocrítica acerca del desprestigio de su marca, de sus dirigentes y representantes. El hecho de que no se hayan producido renuncias de dignidad entre los líderes de los partidos apabullados exhibe que su militancia o es tolerante o, peor aún, indiferente.

Hace poco más de una semana tuvieron lugar los esperados comicios presidenciales en nuestro país, junto con la elección de más de veintidós mil puestos, entre gobiernos estatales, alcaldías, el Congreso de la Unión y congresos locales.

Ya todos conocemos los resultados, tan contundentes que incluso para los expertos resultaron inesperados, el triunfo arrasador de Morena se repitió en treinta estados, junto con el retroceso de los partidos de la alianza opositora y el crecimiento de Movimiento Ciudadano, que ahora ha alcanzado un peso político de aproximadamente el doble del que tuvo el sexenio que está por concluir.

Merced a los niveles de votación obtenidos, la alianza que lleva al poder a Claudia Sheinbaum también habrá obtenido la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, y muy cercana en el Senado. La virtual presidenta electa y la alianza que la ha llevado al poder han obtenido un mandato claro para profundizar y garantizar la transformación del país. No habrá pretextos para hacer realidad la promesa de la 4a. Transformación: Primero los pobres.

De manera paradójica, tan abrumadora concentración del poder ha generado los primeros problemas en un escenario inesperado. El anuncio de los resultados al concluir la jornada electoral, derivó al lunes siguiente en el desplome del peso y de las cotizaciones en la bolsa de valores mexicana. Y la posibilidad esbozada de aprobar de manera exprés las reformas que el Presidente envió al Congreso en febrero pasado, las cuales se atoraron precisamente por la falta de las mayorías necesarias para procesarlas, produjo la segunda caída de ambos indicadores, peso y bolsa, al terminar la semana pasada.

Es muy pronto para establecer si estos altibajos especulativos cesarán o aumentarán, y si afectarán el escenario con el que se encontrará el nuevo régimen; esto dependerá en todo caso de la prudencia para llevar a cabo la transición gubernamental, de aprovechar el enorme capital político que la ciudadanía le ha entregado a la vencedora de la contienda, y de tratar con cuidado a los mercados financieros, que son medrosos y altamente receptivos ante cualquier amenaza de inestabilidad.

La disciplina financiera, el cuidado responsable y la certeza en las políticas hacendarias, económicas y financieras del gobierno de AMLO seguramente permitirán que la estabilidad se prolongue en la etapa de transición sexenal.

En Guerrero los comicios se desarrollaron repitiendo y acentuando la pauta de lo ocurrido a nivel nacional. Aquí la aplanadora de Morena y sus aliados, el Partido Verde y el del Trabajo, funcionó con precisión y contundencia; obtuvo los ocho distritos correspondientes a diputaciones federales y las dos senadurías de mayoría, además de la mayoría calificada en el congreso local, y 46 de los 85 ayuntamientos en la entidad. De manera simbólica, la alianza del PRI, PAN y PRD obtuvo la presidencia municipal de la capital estatal, Chilpancingo, donde desbancó a Morena, y Zihuatanejo, entre otras, hasta completar 26.

Guerrero fue además una de las cuatro entidades en el país que más votos aportó al triunfo de Claudia Sheinbaum, pues más del 70 por ciento de los sufragios emitidos fueron para ella.

Lamentablemente, también Guerrero fue la entidad con mayor violencia política, pues ocho aspirantes a cargos de elección popular fueron asesinados en los meses y días previos a la jornada electoral.

En ambos casos, en el estatal y en el nacional, lo más evidente es el claro mandato de la población en las urnas. Los claroscuros a su alrededor no pueden disminuir el peso de este hecho simple.

Como en toda democracia, ese mandato mayoritario no debería implicar un ejercicio sin límites del poder ni el atropello de la oposición. Ésta a su vez, tiene el reto de recomponerse de manera radical ante la amenaza de desaparecer o volverse aún más irrelevante en el escenario político.

Y lo más importante, tal vez, es que las y los ciudadanos podamos encontrar puntos de unidad para construir el México del mañana, en un mundo con retos mayúsculos cuya solución no admite demora, desde la profunda desigualdad hasta el cambio climático y la escasez de agua, por citar los elementos más críticos. Pero predomina la certeza que da la contundencia de los resultados electorales, que hacen vislumbrar un futuro promisorio y que la solución de los graves problemas acumulados durante décadas, avance.