El muérdago está acabando poco a poco con los ahuehuetes en el país. Es una plaga lenta pero perniciosa, con la que se podría acabar si hubiera voluntad política.
Texto y foto: EFE
México, 29 de junio de 2018 Su majestuoso tronco luce unos surcos que parecen arrugas; el peso de la historia sobre él es tan grande como la sombra que proyectan sus propias ramas. Es el ahuehuete, un árbol que ha contemplado los dolores y glorias de México. Sin embargo, ahora sus horas parecen estar contadas.
Con motivo del Día Mundial de los Árboles, el gerente de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en la Ciudad de México, Gustavo López, cuenta que el muérdago está acabando poco a poco con los ahuehuetes en el país.
Es una plaga lenta pero perniciosa, con la que se podría acabar si hubiera voluntad política.
“Tenemos la solución, y es fácil y barata, pero falta que la autoridad ponga atención y lo pueda hacer”, asegura el funcionario público, haciendo referencia a un producto elaborado por la Conafor hace algunos años que puede acabar con el muérdago.
Según cuenta el experto, la planta parásita “mete sus raíces en el tronco del árbol hacia donde están los tejidos de conducción del agua”.
Extrae esa agua y los nutrientes hasta que, tras muchos años, el cuerpo del árbol se convierte en un cadáver grisáceo.
Mientras le llega la muerte, el árbol ve mermados los servicios ambientales que provee al ecosistema y al ser humano.
El ahuehuete fue nombrado en 1921, a 100 años de la independencia mexicana, árbol nacional del país.
Los motivos, según el especialista, obedecieron a su gran presencia sobre el territorio nacional, pues crece de manera natural en 25 de los 32 estados.
Fuera de México, está presente en el sur de Estados Unidos y en el norte de Guatemala.
Además de esto, López destaca la vigorosidad de su tronco y sus frondosas ramas, que en algunos momentos determinantes de la historia de México arroparon a ilustres personajes.
Uno de ellos fue nada menos que el conquistador español Hernán Cortés (1485-1547), quien tras perder a la mitad de su hombres a manos de los mexicas en una batalla el 30 de junio de 1520, entregó sus lágrimas a un ahuehuete que años más tarde sería conocido como “el árbol de la noche triste”.
Lamentablemente, dicho árbol pereció en 1980 tras ver cómo sus ramas ardían a manos de un fuego cobrizo.
El día de hoy, López posa junto a un ahuehuete de 250 años ubicado en el barrio de Coyoacán, en la capital mexicana. Se siente triste pues el árbol fue afectado hace aproximadamente 50 años por el muérdago.
“En 10 o 15 años va a morir”, asegura, agregando que la causa de la muerte será “sin duda, por falta de respeto”, aludiendo a la falta de cuidados.
Esto sucede especialmente en la capital, ya que en algunas regiones del país sí existe más voluntad para solucionar el problema de la plaga.
López también señala que este tipo de árboles sirven para indicar a las personas en qué lugares hay una abundante cantidad de agua.
Esto se debe al tamaño de sus portentosas raíces, que alcanzan los mantos freáticos.
“Esta planta es una indicadora de agua, donde vemos esta planta decimos: aquí hay agua. Agua superficial, entre cero y 50 metros de profundidad”, asegura.
A juicio del especialista, saber si en los lugares existe agua superficial o no puede ser muy útil para los agricultores.
“Es un indicador muy profundo para ver qué tipo de cultivos puedes establecer al año, qué frutales o qué tipo de actividad en el campo puedes realizar”, detalla.
Otra de las cualidades de este árbol es la de albergar una gran cantidad de biodiversidad -ardillas, aves e insectos- que se posa sobre sus ramas.
Para López, los árboles con tantos años de historia como el ahuehuete tienen mucho que enseñar al ser humano.
De hecho, asegura, existen personas que se dedican a contar la historia a partir de lo que los árboles les cuentan a ellos.
Para esto, extraen una viruta con un taladro y observan los anillos de crecimiento, que relatan una historia u otra según las condiciones en las que vivieron.
Cada año surge un nuevo anillo de crecimiento. Estos anillos están más juntos o más separados dependiendo de lo que haya sucedido a su alrededor.
“Digamos que en cinco años no llovió bien, entonces los anillos de crecimiento, que son concéntricos, van a estar muy delgaditos y pegados uno a otros. Sin embargo, si hay cinco años que hubo mucha lluvia y no hubo heladas fuertes, los anillos van a tener un grosor mayor”, asevera el experto.
Asimismo, agrega que un anillo delgado puede indicar “que no hubo agua, por tanto no hubo maíz; y si no hubo maíz, hubo hambre”.
Con historias como esta, los silentes espectadores de la historia mexicana continúan pereciendo a paso lento. Eso sí, llenos de sabiduría.
(Fotografía de un árbol Ahuehuete, el 21 de junio de 2018, en la zona de Coyoacán, en Ciudad de México)