6 marzo,2024 4:38 am

Ayotzinapa: las víctimas y el castillo

TrynoMaldonado

METALES PESADOS

 

Tryno Maldonado

Este 2 de marzo la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa cumplió 98 años. Prácticamente un siglo de plantar la constante semilla de la consciencia y la resistencia no sólo entre la gente de abajo, sino también en ciudades y más allá de las fronteras. Durante las últimas décadas Ayotzinapa ha llevado a la práctica la máxima del movimiento zapatista: “La educación es el corazón de la autonomía”.
Sin embargo, en la capital del país, el aniversario de un bastión como Ayotzinapa en resistencia en momentos presentes de una guerra informal en Guerrero y en todo México, pareció pasar inadvertido para los de arriba. El proyecto autodenominado “Cuarta Transformación”, como ha hecho con otras tantas decenas de miles de familias en México, le dio la espalda a los familiares de Ayotzinapa. Literalmente. Las imágenes del pasado 1 de marzo fueron, en efecto, elocuentes: durante el inicio de la campaña en el Zócalo de la Ciudad de México para ocupar nuevamente el poder partidista en la presidencia del país, Morena –que, no hay que olvidar jamás, se colgó del dolor de las víctimas de Ayotzinapa para ocupar el poder– le dio la espalda a las familias de los desaparecidos. Y no sólo eso: su candidata Claudia Sheinbaum no dedicó ni una sola palabra a las familias que tuvo todo el tiempo delante de ella.
Por kafkiano que pueda resultar, parecería que para el gobierno de la Cuarta Transformación los desaparecidos, simplemente, han desaparecido.
En la novela El castillo, de Franz Kafka, el personaje K intenta, sin éxito, ser recibido en el palacio donde habitan quienes gobiernan al pueblo. Los esfuerzos infructuosos del protagonista de la novela inconclusa de Kafka por ser recibido en una audiencia dentro del palacio son interminables, frustrantes y, a últimas cuentas, imposibles. A lo largo de esas páginas, el aparato laberíntico del Estado que retrata Kafka resulta infranqueable.
De idéntica manera –con cambios de colores de partidos de por medio– las familias de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos por el narco-Estado mexicano han tenido que sortear durante casi una década un sistema enmarañado en aras de conocer el paradero final de sus hijos. Un sistema que ha burocratizado el dolor sin fin de las víctimas para no evidenciar su profunda corrupción y su simbiosis con el crimen organizado.
A falta de resultados sobre el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y los evidentes retrocesos a lo largo de la administración de Andrés Manuel López Obrador para proteger al Ejército y a los militares de todos los rangos involucrados en la desaparición forzada, desde el pasado 27 de febrero las familias de los desaparecidos instauraron un plantón permanente delante del Palacio Nacional, sin que sus demandas y dolores, como en El castillo de Kafka, sean ya siquiera escuchados.
Vidulfo Rosales, representante legal del movimiento integrado por familias de Ayotzinapa, declaró a El Sur: “Nos queda claro que este gobierno ha fracasado en el esclarecimiento del caso Ayotzinapa, nos queda claro que este gobierno ha incumplido una promesa que hizo pública de esclarecer a cabalidad los hechos. Lo que hace (AMLO) es empezar y desplegar una andanada de descalificaciones ya contra los expertos, ya contra los abogados, ya contra el ex fiscal. Culpando, tratando de culparnos de su incompetencia, tratando de culparnos de su incapacidad, cuando tiene un fiscal especial en el caso Ayotzinapa, que es su amigo, que es un inepto frente a la institución, no ha impulsado las líneas de investigación”.
Hilda Hernández, madre del normalista desaparecido César Manuel González Hernández, frente a Palacio Nacional, en el frío de la placa de concreto mientras el presidente de México dormía plácidamente sin prestarles atención a ella ni a las otras madres, dijo: se cumple “otro día más. Es de noche y estamos en el plantón. Tenemos que resistir. Por el amor a nuestros hijos seguiremos aquí. Deben asumir sus responsabilidades. Es el Estado y seguirá siendo el Estado. Pues aunque tengan sus campañas, aunque sea un color diferente, tienen la culpa de haber desaparecido forzadamente a 43 muchachitos que su único pecado es querer ser maestros y alzar la voz”.
Ante las crecientes protestas por la falta de avances sobre el caso Ayotzinapa y la abierta protección a los militares que participaron en la desaparición de los estudiantes, Andrés Manuel López Obrador está siguiendo al pie de la letra la misma estrategia de su antecesor Enrique Peña Nieto: ni les presta oídos, ni les presta corazón. Cobija al Ejército.
Y tal como parece concluir Kafka en su novela El castillo, miles de familiares de víctimas de esta guerra tienen que enfrentarse así, cada día, a un monstruoso sistema de gobierno creado por humanos pero que, a fin de cuentas, es todo, menos humano.