24 septiembre,2024 6:27 am

Biblioteca de espíritus: el problema de lo real y su representación

 

 

Federico Vite

 

 

El Virtual Festival Day –que forma parte de la Feria de Libro de Brooklyn– organizó el pasado domingo por la tarde una mesa de discusión titulada Writing personal and collective histories, donde tres escritores compartieron ideas acerca de la vida y la escritura en distintas partes del mundo.

La conversación estuvo moderada por la poeta y traductora Yasmine Seale, quien ponderó el hecho de que la literatura propiciaba una militancia que derivaba, prácticamente por inercia, en múltiples aspectos de la vida de los escritores. Los invitados al convite fueron Rania Mamoun, de Sudán; Omar Khalifah, de Palestina; y Hisham Matar, nacido en Nueva York, de ascendencia libanesa.

Seale contextualizó de manera estupenda la charla: “Los tres invitados tienen en común un aspecto: regresan constantemente, mediante la escritura, a sus lugares de origen. Regresan y ven que todo ha cambiado, que todo ha sufrido modificaciones por la violencia, por la política, por la censura o por la guerra. Hay un efecto en ellos al ver todos estos cambios, sobre todo, la violencia. Sé que están siempre, siempre escapando de sus lugares, pero están fascinados por ellos. ¿Cómo acercamos a Sudán a la conversación?”.

La primera en hablar fue Rania. Expuso su pasión por la poesía y por el cuento. “Mi lado emocional y dominante es la poesía y trabajo en ella desde pequeñas sentencias, desde versos que se van desarrollando a partir de una simple línea. Ahora estoy escribiendo historias con la conciencia del idioma inglés y los colocó en Sudán. Claro. Son personajes con una mirada distinta al Sudán del presente. En especial, quiero mostrar las características de la vida política de Sudán. Quiero mostrar la situación pública de mi país. Son cuentos que conectan entre sí. Y en mi mente se van traduciendo al inglés. Todos estos personajes tienen en común a Sudán, pero en mi mente hay un aspecto de unidad mayor que sólo lo geográfico, me refiero al sentido de la vida”, señaló.

La moderadora refirió de inmediato: “Tienes la responsabilidad de traducir a escritores de Sudán, de proponerlos en la discusión”.

Sí, fue la respuesta de Rania. Y agregó: “Hay muchos de alta calidad, de gran valor y necesitan que se les abra la puerta al lector en inglés”.

Posteriormente tocó el turno a Matar, uno de los autores que a pesar de ser neoyorkino escribe sobre Libia y Egipto con una pasión que lo distancia de su idioma: el inglés. Tiene una fuerte presencia en el continente literario anglosajón; sus novelas han tenido gran repercusión, tanto por los críticos especializados como por los lectores de diversas regiones del mundo. Ha sido traducido a muchos idiomas. Los reflectores finalmente se posaron en él en 2017. Después de ganar el premio Pulitzer, el premio Folio, el premio del Círculo nacional de las Artes y el premio Baillie Gifford, entre otros tantos galardones, con la autobiografía The return (2017). Es un pez grande, sin duda.

La moderadora dijo: “Hablemos sobre la responsabilidad de comunicar. No sólo en la ficción sino en la no ficción. Es decir, ¿cómo es el proceso?”.

Bueno, aseveró Matar, “me anticipé a la conversación, me pregunté, ¿por qué escribo novela o por qué escribo memoria o autobiografía?  Yo tengo fe en la ficción. Voy entre estos dos géneros, ficción y no ficción. Y pienso que es todo lo que hago: ir sin problemas de un lado al otro. Es simple definirlo, pero es lo que hago, reimaginar detalles y ponerlos en un texto. En la novela no puedo saber todo, es decir, la ficción me permite ser muchísimo más entusiasta acerca de las demarcaciones de cada género. Y cada género me sugiere, mejor dicho, cada género me permite encontrar las palabras para hacerlo. En mi caso, la existencia pasa primero por el lenguaje. Eso me ayuda a entender que realmente son artificiales los límites de la ficción y de la no ficción. A final de cuentas, se trata de una construcción artística. También habría que preguntarse si nosotros podemos de verdad decir todo eso que deseamos decir. La pregunta sería, ¿podemos expresar todo lo que nos preocupa? Quiero llevar esto hasta el final, pero cuando me siento a escribir me sorprendo por lo que realmente ocurre con el texto. Esta es la irrupción de la libertad que ejercita un escritor, ir o no ir por el sendero que se propone. El trabajo de escribir ficción tiene mucho que ver con la improvisación. De pronto, uno tiene que elegir el camino”.

La moderadora señaló, acerca del escritor Palestino, lo siguiente: “Tu libro más reciente (Sand catcher) es una sátira, muy divertida, sobre la memoria colectiva de Palestina. ¿Por qué elegir el humor para hablar del presente?”.

Antes de reproducir lo dicho por Omar, déjeme comentarle que Sand catcher (publicada al inglés en 2020, será reeditada en diciembre de este año) da cuenta de las peripecias de cuatro jóvenes periodistas palestinos, quienes laboran en un periódico jordano y tienen la tarea de hacer el perfil de uno de los últimos testigos vivos de la Nakba (la expulsión violenta de los palestinos nativos por parte del naciente Estado de Israel, en 1948). Confiados en que el anciano estará encantado de dejar constancia de su vida, los periodistas se quedan perplejos cuando son rechazados repetida y obscenamente por el anciano. El testigo de la historia de Palestina no tiene ningún deseo de ser entrevistado, no quiere que se conserven sus recuerdos, ni mucho menos desea ser la inspiración de los jóvenes. A medida que las exigencias del editor aumentan, los periodistas deben decidir hasta dónde están dispuestos a llegar para que el viejo dé un testimonio. La fortuna de este libro se fundamenta en el humor negro. Es un texto políticamente incorrecto. Omar, quien forma parte de la plantilla de profesores de la Universidad de Georgetown, aseveró: “Yo escribo ficción en árabe, trato de juntar estas dos esferas, estas dos maneras de coexistencia, entre mi trabajo y mi vida profesional. Lo simpático es que yo escribo en árabe viviendo en New York, es una elección que hice. Mi idioma literario es el árabe y mi idioma de la vida académica, de mi carrera académica, es el inglés. El inglés es un idioma profesional, pero no puedo tener una escritura literaria en inglés, porque mi relación con el lenguaje en árabe es importante, es esencialmente emocional, y esto no me lo da el inglés. La lección es que básicamente debes reprimir algunas palabras (en árabe) para permitir que otras surjan (inglés). En cuanto al presente y los conflictos que padecemos, yo creo que Palestina está dentro de una gran broma de humor negro. En especial, trato de ser irónico, porque para muchas personas en el mundo Palestina es sinónimo de desastre, de catástrofe. Nosotros, como Palestinos, no podemos entrar a esa capital del desastre si no es mediante la sátira, el humor y la ironía. Eso nos permite entender el genocidio de otra forma. Vivimos esta etapa postcolonial horrorosa de muchísimas maneras. El sarcasmo y la ironía nos asustan, pero al mismo tiempo nos ayudan a ser mucho más empáticos con el dolor. También es una forma de resistir todo este horror en mi Palestina, es una forma de acercarme a mi Palestina, porque en este momento de terror muchos escritores de Palestina están creando y viviendo su propia Palestina. Es la manera de asumir nuestro país”. Esta respuesta posee una interesante cuota de sabiduría.

Los tres invitados abogaron por la representación de la realidad y los problemas que esto implica. Esta breve muestra de la literatura en el mundo nos recuerda que cada autor es una biblioteca de espíritus. Ni más, ni menos.

 

* Como es habitual en este espacio, la traducción de las frases entre comillas es mía.

@FederìVite