13 abril,2024 4:13 am

Buenas noticias, buen periodismo (VI)

AMERIZAJE

Ana Cecilia Terrazas

 

La teoría dura y pura puede cambiar, evolucionar y mejorar. Sin embargo, la veracidad y calidad periodística, la legitimidad de un medio de comunicación –si bien se sabe que todos están a su vez mediados por empresas, personas, intereses, aunque sea el de ser los mejores– pareciera seguir apegándose a principios y fundamentos cuasi clásicos.

Por ejemplo, los contenidos que una esperaría sean vinculados a la calidad, como periodista y como lectora o audiencia, son aquellos que: no son mentirotas, sino que pueden ser verificados; no son exclusivamente escandalosos o sangrientos, sino que brindan contexto, historia, comparación, matiz, variedad y diversidad de voces; utilizan más datos con fuentes, que adjetivos calificativos, groserías y puras declaraciones; se trabajan y preparan durante un tiempo, más allá de un solo día o de una hora a otra, o un minuto a otro.

Más. Las o los autores de esos contenidos: 1) Procuran tomar distancia del reportaje o nota, si la indagación les representa un conflicto de interés o si vislumbran que no pueden intentar si quiera una relatoría lo más imparcial posible. 2) Dan a revisión o supervisión de calidad, ética, claridad, su trabajo, sabiendo que entre más cabezas de colegas lo pre lean puede haber una mayor corrección y pulimiento. 3) Buscan a todas las partes posibles para que aporten su distinta mirada sobre el tema que se esté trabajando. 4) Piensan en las audiencias y en el servicio que puede hacer el contenido para éstas, antes del lucimiento personal o el mérito que tiene hacer ese trabajo y no otro.

Un buen trabajo periodístico tiene fondo, tiene fundamento, se sustenta, contiene muchas voces y fuentes; no se pronuncia desde el púlpito, sino que se explica nítidamente desde los detalles; abarca, tiene seguimiento; no es pagado ni con dinero ni en especie o relación pública; puede editar los datos morbosos en aras del rigor en lugar de buscar solamente contar con más seguidores.

Ahora bien, es muy posible y probable que los mejores reportajes periodísticos no sean necesariamente premiados ni en Europa ni en Estados Unidos ni en América Latina. A veces los trabajos susceptibles de ser premiados no se envían, no traen un respaldo o impulso dentro de la oligarquía mediática o bien no lograron concursar a tiempo. En otras ocasiones, los reconocimientos a nivel mundial también han caído en un descrédito que provoca a las y los autores no concursar.

Sin embargo, vale la pena como parte de la alfabetización mediática a la que todas y todos debemos tener acceso para poder defender nuestro derecho a la información, recuperar cuáles son esas premisas básicas que hacen de un contenido informativo, noticioso, periodístico, uno que merezca nuestro tiempo para ser leído, escuchado o visto.

Entre otros elementos, los más sonados para poder diferenciar si el contenido es bueno o malo son: que hable con veracidad, que se pueda contrastar y sustentar la información; claridad, precisión, concisión; que esté contextualizado; que sea respetuoso y sensible; que sirva como foro para que cada persona se forme una opinión o crítica y no imponer alguna de antemano; que sea comprensible; que sea verdadero (se haya ido al lugar o entrevistado a quien se cita); que sea transparente y honesto; que aporte, de ser posible, toda la información de manera integral o completa, aunque se publique en partes; que sea relevante y de interés público.

La tarea reporteril, periodística e informativa, de calle o de investigación, no es fácil. Casi siempre se genera el contenido bajo presión de tiempo; amerita estudios, cultura, formación académica y una lista de contactos de gremios de poder, especializados, académicos, gente difícil de localizar; requiere tocar intereses y pisar escenarios cuyos protagonistas o dueños prefieren silenciar; puede ser peligroso; se espera que la persona periodista no sea la nota, sino que los reflectores se los lleve el producto que publica. Es por esta razón que las y los periodistas han conquistado una serie de privilegios para ser especialmente protegidos: porque son quienes llevan las noticias de lugares complicados a la luz pública.

Cabe aclarar, de nuevo, que lo que alguien no iniciado puede apodar como una “buena nota” o “buenas noticias” –ejemplo simple aunque ilustrativo, puede ser que un texto se ocupe de que llueve por fin, después de un tiempo de sequía–, en el ámbito técnico, profesional del periodismo esa publicación pueda tener pésima calidad por no cumplir con todo lo dicho anteriormente.

 

@anterrazas