14 enero,2019 7:23 am

Canalizar la indignación

Jesús Mendoza Zaragoza
El abucheo de que fue objeto el gobernador Héctor Astudillo Flores en la visita que el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo a Tlapa el pasado viernes, ha causado malestar en los ámbitos del gobierno estatal y, aún, de algunos segmentos de la sociedad. Y ha generado algunas tensiones entre la clase política. Lo que ha generado controversias ha sido el escenario en el que se dio esta expresión popular, en un acto del gobierno federal en el cual el gobernador Astudillo se presentaba como invitado. Se han dado ya algunas expresiones de desaprobación al abucheo como tal. Y, sí, ha sido una manifestación no apropiada, que no abona a la buena relación entre los gobiernos ni tampoco en el seno de la sociedad. Pero hay que hacer un esfuerzo para entender lo que pasó y para buscar caminos de civilidad política. Hay que entender el contexto para buscar caminos adecuados para conseguir buenas relaciones políticas.
Hay en el seno de la sociedad un inmenso enojo, acumulado desde hace muchos años. Ese enojo está referido hacia la clase política en general y hacia partidos y gobiernos en particular. Son enojos generados por abusos, omisiones, atropellos, engaños, abandonos y otros daños de la clase gobernante que ha victimizado a la gente. Esos enojos siguen ahí, guardados en la conciencia de los pueblos y se suelen manifestar en ámbitos como las redes sociales, las conversaciones informales, las reuniones de grupos y organizaciones, y otros más. El hecho es que el enojo sigue estando ahí y busca ocasiones para expresarse y publicarse. Y el evento de Tlapa fue una ocasión para hacerlo con los efectos ya conocidos.
La libre expresión ha sido un derecho reconocido, y en este caso, la gente buscó expresar su enojo, asumiendo su libertad para hacerlo. Este es el punto que habría que enfocar. En un contexto de libertad de expresión, ¿qué manejo hay que dar al enojo social? Si ese enojo necesita expresarse, ¿cómo hacerlo para que no empeore las cosas? ¿Habrá alguna manera inteligente de manejar ese enojo social, de manera que produzca buenos resultados en la vida política y social? Si el enojo es una manifestación emocional, es más, visceral, cómo canalizarlo para que no empeore las cosas sino para que impulse a encontrar caminos de transformación social.
¿Qué hacer con el enojo social? Es evidente que no debe ser reprimido sino canalizado. El país necesita una gran catarsis que le ayude a liberarse de tanto enojo acumulado, además del odio, del miedo, de la frustración y de los años de revancha. Debiera pensarse en cauces adecuados para esta gran catarsis que conduzca al alivio y a sanar el estado de ánimo de las personas, de las comunidades y de la sociedad en general. Sin esta catarsis, seguirán irremediablemente los abucheos y los silbidos en actos públicos como forma de liberar estos estado emocionales.
La clase política tiene la gran responsabilidad de encontrar las formas para prevenir el enojo de las masas y para canalizarlo, de manera constructiva. Para prevenirlo tiene que comenzar con un cambio de actitud ante la gente, ante los pueblos. Tiene que dejar de engañar, abusar y abandonar a la gente a su suerte. Y debe responder a las necesidades más sentidas de la gente, de toda la gente. Tiene que escuchar y acompañar las soluciones que tengan que darse a los problemas. Tiene que convertirse en aliada de los pueblos, entendiendo sus necesidades y  buscando caminos de solución junto con ellos. Y, cuando ya está acumulado el enojo, tiene que hacerse una autocrítica para reconocer las causas precisas de ese enojo, para comenzar. Los gobiernos tienen la idea de que la autocrítica muestra debilidad, cuando es todo lo contrario. No acostumbran practicarla. Y vaya si la necesitan. Y se han de buscar los caminos adecuados con las herramientas de la palabra, del buen ejemplo, de la razón y de la fuerza moral.
Ese enojo acumulado puede ser transformado en indignación que genere un verdadero compromiso social orientado hacia la transformación de los contextos políticos, económicos y sociales. Las energías que vienen con los enojos pueden ir encontrando caminos inteligentes y racionales para ser productivas mediante la concientización y la organización de la gente para mejorar sus condiciones de vida.