Humberto Musacchio
A las puertas de la pulquería El Escaño de Baco, el legislador Celestino Trastupijes levanta su tarro y le dice a Complacencio Alcahuetón, representante popular:
–Sí, compadre, le reforma judicial tiene muchas ventajas, porque ora sí que el pueblo bueno y sabio dirá pa dónde jalamos.
–Pos sí, compadre, por fin mi pueblo tendrá lo que no esperaba.
–Sí, Complacencio, el pueblo mexicano ya se lo merecía.
–Yo hablo de mi pueblito, Celes, de Pejetlán de los Chipilines, que a lo mejor y ora sí va a tener escuela pa’ los chamacos.
–En efecto, compa, el pueblo sabio y bueno se merece lo mejor, aunque la patria le pide esperar.
–No, pos sí, en Pejetlán la gente es sabia, porque de saber, ya sabe que no tenemos agua ni luz ni escuela ni drenaje. Y también es buena, pues tiene toda la vida esperando todo eso.
–¡Ah, que compita tan quejumbroso! Usté no vislumbra la grandeza de esa reforma que llevará sus dones a los de a pie.
–¿Y ahora vamos a manejar un Lamborghini color guinda, como el que trai el diputado Antonio Guerra Florida, un carrito que cuesta seis millones y medio de pesos?
–¡Chale, compadre! No sea aspiracionista. El diputado Guerra Florida lo compró con su dinero.
–Sí, de los seis mil millones de pesos que le pagó la Comisión Federal de Electricidá cuando la dirigía el licenciado Bartlett, al que dizque se le cayó el sistema en 1988, cuando iba ganando Cuauhtémoc Cárdenas.
–Bueno, bueno, el PRI siempre fue un partido sistemático, del sistema, pues, como lo es hoy su legítimo sucesor, que lleva la justicia a los mexicanos.
–¿Ahora viajaremos todos en coche deportivo?
–No todos, pero poco a poco les vamos a ir dando lo que necesitan, por ejemplo justicia, que se necesita tanto como el pan.
–¿El PAN de Marko Cortés?
–No, aquel que servíamos con el atole que administrábamos digitalmente, como lo hacemos ahora, porque el pueblo además de pan y atole necesita justicia. Es una exigencia legítima que durante generaciones ha estado en el orden del día.
–Dirá usté en el desorden del día, del mes, del año, del siglo y de toda la historia.
–Pos más o menos. Por eso, El Machuchón Mayor ordenó a sus lamesuelas llevar adelante su histórica iniciativa y poner la justicia en manos del pueblo.
–Pos dirá usté en manos de los que pueden, que serán los únicos gananciosos.
–¡Ay, Complacencio! No serán los únicos beneficiados, porque ahora podrá imponerlos con su voto el sector más golpeado por los jueces.
–¿Se refiere usté a la mitad de los encarcelados que tienen años esperando una sentencia?
_Mejor todavía, me refiero a los narcos, que ahora, financiando la elección judicial, podrán contar con sus propios jueces, hombres y mujeres comprensivos, salidos de sus propias filas.
–¿Y a nosotros, cuándo nos va a tocar, Celes?
–Bueno, nosotros ya tenemos hueso. Pero la reforma seguirá su marcha y también habrá jueces propuestos por nosostros, porque buena falta hacen, pues luego a los políticos nos acusan de rateros.
–No a todos, Celestino.
–En efecto, no a todos, sino a quienes, desde nuestros cargos, aplaudimos y apoyamos todas las ocurrencias y las iniciativas del Señor del Gran Poder.
–Pero si ni siquiera las leemos, Celes.
–No es necesario, pues El Más Trinchón, con su inagotable sabiduría, nos ahorró ese trabajo, pues sabe cocinar muy bien lo que se traga el pueblo bueno y sabio.
–¿Y crees que esté bien que él decida todo?
–No decide todo, Complacencio. El meterá algunos en la tómbola y nos dirá a los legisladores a quiénes debemos incluir, y de esa manera nos pasaremos por el arco del triunfo a los que proponga el Poder Judicial.
–¿Y podremos cambiar esa reforma si no funciona?
–No, mi estimado compita, porque para evitar que metan la mano los neoliberales y conservadores daremos a las reformas un blindaje tan fuerte como el que le ponía al gran Adolfo Hitler a sus tanques.
–¿Pero al menos menos podremos votar en contra?
–Ay, Complacencio, pides demasiado. Tú, como te enseñamos en el PRI y ahora en Morena, limítate a levantar tu dedito, y ahi muere.