21 mayo,2020 4:27 am

China y Acapulco (IV y último)

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

Don Ángel Wong Chuck

Hombre hecho y derecho pero aún veinteañero, tal era Ángel Wong Chuck a su llegada a México procedente de su natal Kowloon, China. Su padre lo había convencido de venir a Ciudad Mante, Tamaulipas, para incorporarse a las prósperas empresas por él edificadas en este país. Lo retaba a poner aquí a prueba sus diplomas de excelencia obtenidas en escuelas chinas y aquél aceptará el reto. No obstante que la reputación del viejo Wong era amplia y sólida, no podrá escapar a las envidias y resentimientos estimulados por la paranoia antichina, desatada tiempo atrás en el norte del país.

Una vez encarrilado en los negocios paternos, Ángel Wong concluye que las cosas en Tamaulipas ya no son propicias para los orientales y entonces dirige la mirada hacia el sur. Viaja a Salina Cruz para tantear las cosas, pero no encuentra allí las condiciones óptimas para una vida tranquila. Sí recoge un consejo que será determinante en su vida: alguien le comenta que el único lugar seguro para los orientales es el estado de Guerrero, donde no tienen conflictos con la autoridad y menos con la gente. Sin pensarlo dos veces, el joven Wong viaja entonces al puerto de Acapulco.

Lo hace con tan buena fortuna que en cuanto llega al puerto encuentra ocupación para él y su esposa tamaulipeca, doña Macedonia Morán García. Va por ella a Ciudad Mante para enseguida hacerse cargo del restaurante de los trabajadores de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Pública. El campamento de la SCOP se localizaba en la esquina de la avenida costera Miguel Alemán con la calle Dominguillo (hoy Tadeo Arredondo) precisamente donde estaba la tienda Comercial Mexicana.

No obstante haber vivido 23 años en China, entre Cantón y Hong Kong, el señor Wong no manifiesta en ningún momento nostalgia por la patria lejana. Por ello nunca padecerá el fay chuncoc, como llaman los orientales a la añoranza por la patria lejana y la urgencia de volver a ella. Su única liga con China será la religión budista practicada desde su infancia, la que no será impedimento para acompañar a doña Mace todos los domingos a misa.

Las “mentadas” en chino

Serán célebres los encuentros de dominó entre la cuarteta formada por don Juan Wong Ham, don Lorenzo Lugo Chío, don Enrique Chonguín Cuadra y don Ángel Wong Chuck. Nadie en el salón entenderá lo que hablen, por supuesto, pero a nadie escaparán las explosiones de contento por el triunfo o de enojo cuando alguno haga un mal cierre o se quede con la mula de “seises”. Quedará entonces lingüísticamente comprobado que las mentadas de madre suenan igual en chino que en español.

Licha Wong Morán

Licha Wong Morán, la menor de cuatro hijos del matrimonio, recordaba que en ocasiones su padre se desesperaba con el español. Y con razón, explicaba. El idioma chino es tonal, es decir, el sonido determina el significado de varias palabras, con escritura similar, aunque referidas a cosas distintas. No hay en el cantonés, como en el español, declinaciones, conjunciones, tiempos y muchos menos modos. El verbo, desnudo e invariable, se acompaña de partículas que le van dando cierto sentido dentro del contexto a la frase. Y por si fuera poco, redondeaba Licha, en la versión cantonesa del chino no existe la “erre” que se sustituye pronto y cómodamente con una “ele”.

Chinito, chinito

toca las malacas, chinito,

chinito, chinito,

no pleocupes má

Tocando las malacas

comelás más alós

chinito no tlabaja

de las cinco a las dos

Hijos y nietos

Del troco macizo de los Wong de China y la fronda de los Morán de Tamaulipas, las ramas se multiplican para crear un follaje auténticamente acapulqueño: Maximiliano, Pedro, Ángel y Alicia. El ramaje: los Wong-Reyes: Maritza, Ángel, Carlos, Esperanza, Susana y Gabriel. Los Wong-Carrillo: Celina, Mirna y Pedro. Los Wong-Cruz: Jesica y Maximiliano. Los Bermúdez-Wong: Alicia y Ramón.

Don Lorenzo Lugo

Don Lorenzo Lugo Chío llegó a México cuando despertaba a la adolescencia. Su abuela había logrado colarlo en un carguero inglés mientras Cantón ardía y la república sepultaba siglos de opresión.

Mary Lugo Estrada, la cuarta hija de don Lorenzo, casada con Fernando Salinas Torres, atienden el restaurante y la hospedería Cuauhtémoc, de la familia Salinas, en la avenida del mismo nombre. Pronto la pareja da el salto a la Costera con su propio restaurante. Lo bautizan con el nombre de Fersato’s , como se firma Fer en una columna periodística de espectáculos. Allí se seguirá sirviendo el aporreadillo mañanero, de petite mère, como lo llamó un chef francés, capaz de curar crudas de varios días sin huella, acompañado con memela gruesa o morisqueta.

Hojeando Mary un día el álbum familiar, le inquieta no saber nada sobre los parientes orientales y entonces le propone a Fer un viaje a China para conocer la tierra de su padre y de paso indagar algo sobre sus ancestros. El esposo acepta entusiasmado y hacia allá van. Cuando la pareja llega a Cantón, China, no preguntan por el apellido Lugo porque saben que don Lorenzo lo había adoptado por ser los propios impronunciables en español. Indagan entonces por sus apellidos auténticos, Eng y Chío y obtienen una pista que sin embargo no cuaja.

Para no hacer el cuento largo, advertía Mary Lugo, “dimos con la casa donde había nacido mi padre, pero hasta allí, pues sobre la familia nadie nos pudo dar razón. Excepto, sí, una referencia sobre la abuela luchando bravamente por la república y quizás sucumbiendo el mismo día en que puso a salvo al nieto, entregándolo al capitán de un carguero inglés.

A decir de la propia señora de Salinas, su padre nunca observó los decretos prohibicionistas del gobierno mexicano, particularmente el que impedía el matrimonio chino-mexicano. Él lo hará con una mujer hermosa, además de valiente, Soledad Estrada, formando un hogar estable y duradero. Vivirán varios años en Atoyac de Álvarez, dedicado al negocio del café, alternando con los grandes empresarios del grano, como los García, los Galeana, los Nogueda y el señor Wadi Guraieb, de la célebre cafetería Wadi del puerto.

Los Lugo-Estrada toman un día la decisión de radicar en Acapulco para proporcionar a sus cuatro hijas más amplios derroteros, pero sobre todo mayores oportunidades de estudio. Aquí la familia atenderá la tienda de abarrotes Las Cuatro Milpas, alusiva, recuerda la hija, a la canción campirana de moda. Se localizaba en la calle Mina, cerca, por cierto, del negocio de los Chonguín.

Don Luis Long

Fue don Luis Long un personaje muy apreciado por la sociedad porteña de los años 20, dedicado al comercio de abarrotes. Su establecimiento se ubicaba en la calle Roberto Posada, donde antes había operado el Colegio Guadalupano, de las niñas bien de Acapulco, dirigido por la célebre maestra Nicolasita Vizcarra. Su nombre figuraba en la lista de socios de la Cámara de Comercio de Acapulco, en 1924. Junto con don Ramón Córdova, Isaías Acosta, Manuel y Samuel Muñúzuri, Arturo García Mier, William Mc Hudson, Federico Pintos, Hugh Stephens, Alejando Batani y Francisco Vela, entre otros.

Sin que nadie aquí se lo encargara, don Luis tomará como reto personal descifrar unos caracteres en idioma chino grabados en una roca enorme de La Quebrada. Circundaban la imagen de un junco oriental que, para don Luis, podrían tratarse de la nave que trajo al puerto a la misión del monje Fa Hsien, referida en el primer capítulo de esta serie, mismo que bautiza a la bahía y a su entorno con el nombre de Yepotí (lugar de los tesoros naturales).

Don Luis expondrá su teoría a quien quiera escucharlo, ello hasta que la roca desaparezca volada en mil pedazos en aras de la modernidad del puerto. Será una lástima que la autoridad municipal no lo haya impedido y que luego no haya rescatado los trabajos del señor Long.

Algo similar sucederá con la Piedra del Mono, localizada en el cerro de La Mira, llamada así por destacar la figura de un mono entre otras diversas, y jeroglíficos. El monolito era sitio de visita imprescindible de excursiones y “tíquites” de una muchachada nada interesada en la antropología, ciertamente, pero sí en las sabrosas marañonas.

Dulces las amarillas, agridulces las rojas, colgando en los árboles como esferas de navidad, advertidos de que se trataba de un fruto “tetelque”, es decir, que comerlas provoca carraspera. Otra, que las manchas de su jugo cáustico sobre la ropa son como las del honor, que se eliminan fácilmente, de ahí los regaños maternos y las “pelas” . Y un pilón: la nuez del hueso exterior de la marañona, con forma de carita de chango, es una delicia horneado o asada: la “nuez de la India”, pues…

Otros residentes orientales 

Don Juan Chen bajaba todas las tarde del barrio del Teconche para dirigirse a sus labores. Trabajaba en los cines del puerto, Marlin, Rojo y 20 de Noviembre. Era fundador del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC) , dirigido por una rara avis de sindicalismo mexicano que, créanlo o no, fue un líder obrero absolutamente incorruptible. Se llamaba Nacho Arcos Guevara y era de Chilapa.

Don Juan Wong Ham se dedicó aquí al transporte de pasajeros, concretamente en la empresa Flecha Verde.

El Rincón Chino, restaurante en la calle Progreso, cuyo propietario original fue un oriental. Será clausurado entonces por el asesinato en su interior del abogado Juan Castañón, esposo de la dirigente social doña María de la O.

En un bosque de la china

Hugo del Carril, célebre cantante argentino de tangos, convierte extrañamente en 1943 el foxtrot titulado En un bosque de la China, en un éxito musical en toda América. Años más tarde será grabado en México por Germán Valdez, Tin Tan, con enorme gracia.

En un bosque de la China

una china se perdió

y como yo era un perdido

nos encontramos los dos.

 

Era de noche y la chinita

tenía miedo, miedo tenía

de andar solita.

 

Anduvo un rato y se sentó

junto a la china, junto a la china

me senté yo.

 

Y yo a que sí y ella que no

y yo a que sí y ella a que no

y al cabo fuimos, al cabo fuimos

y al cabo fuimos de una opinión.

 

Nota: la información familiar fue recogida durante el año 2012.