13 febrero,2019 11:55 am

Ciudad japonesa se prepara para el próximo tsunami

“Quiero que los niños aprendan que, en caso de un tsunami, huir es lo más importante”, dice Kazuya Sasaki, entrenador infantil de béisbol. Porque todos los que están ahí lo saben: algún día volverá a suceder… como aquel 11 de marzo de 2011: casi mil 300 de los 12 mil 510 habitantes murieron y miles de casas quedaron destruidas.

Kamaishi, Japón, 13 de febrero de 2019. Koki Himura corre y corre. Sube por la calle dejando atrás las casas, la vista siempre hacia adelante y fija en su meta: la colina con el Templo de Senjuin en lo alto. La loma tiene sólo 30 metros de altura, pero el pequeño Himura, de 11 años, sabe que en caso de tsunami su vida podría depender de esta modesta elevación.

“Llegué”, dice Himura jadeando tras una carrera de 300 metros cuesta arriba. Hace ocho años, la cima de esta colina salvó a mucha gente de una muerte segura. En aquel fatídico 11 de marzo de 2011, un tsunami golpeó con fuerza asesina la ciudad de Kamaishi, en la costa noreste de Japón, llevándose todo a su paso.

“La colina salvó la vida de muchas personas”, dice Tatsushi Shimomura en esta fría mañana de febrero. A lo lejos, la luz del sol brilla en las olas de un mar tranquilo.

Oriundo de Kamaishi, este hombre de 43 años de edad no fue testigo de la catástrofe, pero sabe lo crucial que es refugiarse en tierras altas para salvarse de los tsunamis.

“Muchos residentes murieron porque no huyeron a tiempo”, dice Shimomura. Otros ya estaban en la colina, pero volvieron a bajar para buscar a sus parientes o recoger rápidamente objetos de valor de sus casas, recuerda el japonés. Muchos lo pagaron con la vida.

Para que este error no se vuelva a repetir, Shimomura fundó junto con sus amigos una organización de ayuda y cada año, poco antes del aniversario de la catástrofe llamada “3/11”, organiza una carrera hacia la pequeña colina del templo.

“Idaten” es el nombre de la carrera, en honor a una deidad budista conocida por su velocidad. El lema del evento: “Huir es bueno”. No hay que sentirse culpable por huir solo, dice Shimomura. En una emergencia, todos tienen que salvarse primero a sí mismos y reunirse después con parientes o amigos en un lugar seguro, asevera el nipón.

Con olas de hasta 22 metros de altura, el tsunami arrasó la costa de este próspero reino insular destruyendo todo a su paso: casas, puertos, escuelas, cementerios. Aldeas, pueblos y áreas de cultivo se hundieron en las inmensas masas de agua y lodo.

En la provincia vecina de Fukushima, el terremoto y el posterior tsunami provocaron en la central nuclear de Fukushima Daiichi una fusión total del núcleo.

“El mar estaba negro como boca de lobo. El agua golpeaba contra todos los rincones de nuestra bahía. Parecía un infierno habitado por un dragón salvaje enfurecido”, recordó una habitante de Kamaishi.

La familia del pequeño Himura, en aquel entonces de sólo tres años, pudo ponerse a salvo en la aldea vecina, Otsuchi. “No quedó nada”, dice el chico en voz baja. Casi 1300 de los 12 mil 510 habitantes de su ciudad natal murieron, miles de casas quedaron destruidas.

Hoy, ocho años después de esta experiencia traumática, Himura vuelve a sonreír. “Creo que todos nos sentimos seguros, porque ahora hay ejercicios para salvarse”, dice el niño, mientras docenas de residentes animan a otros corredores que suben corriendo la colina hacia el templo. Entre ellos, un hombre con muletas.

En el evento organizado por Shimoura no falta la alegría: música de flauta de fondo; un joven tocando el”“taiko”, el tradicional tambor japonés. Es una fiesta para todas las edades donde todos se sienten cómodos y seguros en su comunidad.

Eso es exactamente lo que caracteriza la vida en Japón: los miembros de la comunidad se cuidan los unos a los otros. Lentamente se está olvidando la catástrofe de hace ocho años, dice Shimomura. “Pero eso no es necesariamente malo, la gente debe seguir viviendo y no estar siempre triste”, dice el japonés.

Por otro lado, ahora hay niños que nacieron después del tsunami. “Es una generación que no ha vivido nunca esa experiencia”, dice Shimomura.

El evento organizado por él y sus amigos tiene como objetivo enseñarle a la gente cómo ponerse a salvo. Y para que haya cada año el mayor número de participantes posible, le han dado a su pequeño ejercicio de control ante catástrofes la forma de un evento alegre.

“Quiero que los niños aprendan que, en caso de un tsunami, huir es lo más importante”, dice Kazuya Sasaki, entrenador infantil de béisbol. Porque todos los que están ahí lo saben: algún día volverá a suceder.

Texto y foto: Lars Nicolaysen / DPA