5 octubre,2020 5:37 am

Colear el toro

Silvestre Pacheco León

 

Como se sabe, el coleo del toro en el deporte de montarlo, es una práctica a la que recurren los compañeros del montador que tiene el propósito de ayudar a que los reparos del animal sean menos violentos debido al contrapeso que se hace al jalar la cola al animal, lo cual, además, lo mantiene muy cercano al suelo por si el vértigo de la altura marea al montador.

De ahí el sentido que tenía el pedido de aquel presidente municipal que ya electo y sintiendo el vértigo de estar en las alturas demandaba a sus seguidores que no lo dejaran solo, que le colearan el toro para evitar visitar el suelo.

El símil me pareció simpático aplicado al debate actual sobre la democracia participativa que es una evolución de la que los griegos ejercieron como democracia directa.

Mientras unos defienden la participación ciudadana limitada, dándose por satisfechos con el ejercicio de votar, dejando luego que los gobernantes con el cheque en blanco en sus manos actúen solos ejerciendo el poder, como lo entiende y explica la democracia representativa, otros hacen suya la petición del montador para no dejarlo solo, dispuestos a intervenir en la toma de las decisiones para fortalecer la democracia con el adjetivo de participativa.

Digamos que la realidad de nuestro país exige la participación social activa frente a la actitud irresponsable de los gobernantes tan propensos a caer en excesos frente a la pasividad de los gobernados.

Si reflexionamos sobre el devenir de nuestra historia ese adjetivo de la democracia es el que hizo falta para evitar las desviaciones que los gobiernos postrevolucionarios tuvieron con los postulados que debían defender.

Todas las conquistas sociales plasmadas en la Constitución de 1917 fueron quedando en letra muerta mientras la burocracia organizada en el partido del gobierno se empoderaba con su fábrica de pobres y el enriquecimiento desmedido de las élites que ahora se sienten afectadas como si la antigüedad de sus privilegios les diera derecho a preservarlos frente a las enormes carencias de los más.

Esa realidad del país fue la que el movimiento estudiantil del 68 quiso remover para recuperar la continuidad de la revolución que buscaban la igualdad y la justicia.

En estos días en que se recuerda la gesta de aquella generación de jóvenes que ofrendaron sus vidas frente al autoritarismo de Gustavo Díaz Ordaz nos corresponde mantener presente la actitud y el pensamiento de Octavio Paz pronunciándose desde la embajada de la India en contra de la represión. Nuestro nobel de literatura entusiasmado por lo que sucedía en París con la vanguardia juvenil, en ese mismo año de la masacre de Tlatelolco, se emocionaba ante la posibilidad de atestiguar el triunfo de la primera revolución socialista en un país desarrollado.

En México esa iniciativa democrática que hermanó a los estudiantes de muchos países con sus demandas democráticas, consiguió aliados en los sectores diversos de la sociedad con un arraigo que no pudo ser acallado con la represión y que explica la reforma política cuyo anuncio se hizo precisamente en la capital del estado en 1977, pocos años después de la derrota militar de la guerrilla que encabezaron los profesores Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, lo cual abrió las puertas de la legalidad a las distintas organizaciones que languidecían en la larga noche de la represión, sobre todo la de los comunistas que entonces obtuvieron su registro legal como partido.

Fue con la legalización de los partidos políticos que pudo accederse a condiciones de competitividad entre las diferentes corrientes ideológicas como parte esencial de la democracia, en la cual la izquierda se aplicó digamos que inteligentemente hasta aglutinarse en un movimiento masivo que con la ruptura en el seno del PRI canalizó la enorme energía acumulada por la sociedad mexicana que se sobrepuso a la enajenación del neoliberalismo.

Lo que pasó después con los partidos que se burocratizaron y mediatizaron las aspiraciones sociales, pronto fue superado por los ciudadanos que poco a poco se identificaron con una serie de propuestas que implicaban un cambio radical en el modelo de país que habíamos construido.

Algunos le llamaron hartazgo al ánimo ciudadano acumulado contra el sistema político por los excesos de la corrupción del gobierno y sus mentiras. (recordemos la explicación que dio sobre la desaparición de los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa).

Las elecciones, a pesar de los fraudes sistemáticos, fueron el método privilegiado de los mexicanos para poner un alto al modelo depredador que siguieron tanto los priístas como los panistas responsables del caos en que devino el gobierno.

El hartazgo de los mexicanos que se expresó en aquella elección histórica del 2018 donde 30 millones de mexicanos dieron su apoyo a la propuesta democrática de Andrés Manuel López Obrador abrió la posibilidad de escribir el final del modelo neoliberal con un programa de cambio en el que se ubicó al sector empobrecido como la base de su política sin que necesariamente estemos hablando de un gobierno de izquierda.

Pero visto en perspectiva la 4T retoma aquel hilo conductor que guío a los anarquistas y revolucionarios socialistas del siglo pasado, relevados por el movimiento de 1968 que vino a reforzar el arsenal de quienes asumieron como suyas aquellas aspiraciones conspirando de mil maneras para construir esa sociedad democrática que la quiere participativa.

Después de eso creo que ha sido la revelación desde el actual gobierno de los excesos cometidos por el prianismo en perjuicio del pueblo, lo cual ha favorecido el ánimo participativo, alentado por el discurso y las acciones del presidente de la república dispuesto a domar al toro si le ayudamos con el coleo.

La democracia participativa es el nombre que recibe el ánimo social que se está expresando en el interés de participar en la consulta para investigar y juzgar a los expresidentes.

Si de acuerdo con la opinión de los especialistas, las modificaciones hechas por los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cambiaron el sentido directo de la pregunta formulada por López Obrador hasta hacerla irreconocible, reconocen haber ampliado su alcance para juzgar inclusive a los Secretarios de Estado, con lo cual se fortalece la intención primigenia de la pregunta.

Por eso la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para responder a la solicitud del presidente de la república sobre la procedencia de la consulta popular es histórica, porque más allá de lo que opinan quienes consideran que es suficiente lo que establece el marco legal, el valor que tiene reconocer el derecho de los ciudadanos a pronunciarse al respeto favorece el empoderamiento y abona a la cultura cívica que se requiere para perfeccionar la democracia.