30 septiembre,2024 10:45 am

Consideran vecinos de la zona Diamante que los daños de John superan a los de Otis

 

Integrantes del Ejército y la Marina rescatan a gente atrapada, ayudan en las tareas de limpieza y reparten despensas en algunos lugares

 

Acapulco, Guerrero, 30 de septiembre de 2024. El sábado por fin se podía salir o entrar a la zona Diamante, donde hay unidades habitacionales que quedaron inundadas por el huracán John y cientos de familias quedaron incomunicadas.

El bulevar de Las Naciones ya fue transitable después de que el miércoles las inundaciones y las corrientes de agua lo volvieran de difícil acceso y varios vehículos se quedaran atrapados por las intensas lluvias generadas por el huracán John desde la noche del día lunes.

Ya no hay inundaciones de hasta dos metros o más de profundidad como sucedió en algunas zonas, el camino pavimentado sí permite llegar con cuidado desde la Base Naval por la avenida Escénica, o por el Macrotúnel hasta el Fórum de Mundo Imperial, que hasta hoy lunes está convertido en albergue.

El transporte sigue siendo escaso, pero hay conductores que con sus vehículos particulares se solidarizan y se llevan a quienes pueden.

Este domingo, soldados del Ejército ayudan a los colonos de la unidad habitacional Luis Donaldo Colosio a retirar el lodo, sacar sus muebles y tirar todos los objetos que quedaron bajo el agua, por la inundación causada por cinco días de lluvias que ocasionó el huracán John a su paso por Acapulco, además comenzaron con la entrega de despensas.

Así como el nivel del agua aumentó hasta el techo de las casas desde la noche del miércoles, ante las torrenciales lluvias, este sábado la zona unidad habitacional Luis Donaldo Colosio estaba seca con algunos encharcamientos por el agua y el lodo que la gente estaba sacando de sus casas, con la ayuda de los soldados del Ejército.

En el recorrido por el bulevar de Las Naciones, antes de entrar a la unidad habitacional, se observó el colapso de varias partes de los muros del club de golf del hotel Princess Mundo Imperial, y del otro lado donde están las oficinas de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda en Acapulco la caída de postes del alumbrado público.

En las casas de la unidad habitacional desde el sábado, cuando el agua comenzó a bajar, las familias comenzaron la limpieza de sus hogares. Este domingo había soldados del Ejército apoyando a los vecinos, sacando los muebles con lodo y amontonando todo aquello que quedó bajo el agua e inservible.

En las calles del condominio Cecsa 1, refrigeradores, salas, camas, estufas, estaban amontonados en las calles en frente de las casas. Caminar en las calles este domingo era hacerlo entre el pegajoso y resbaloso lodo.

Los vecinos evitaron dar declaraciones, la urgencia de limpiar sus hogares para poder habitar la planta baja. En esa zona de la Colosio, el agua cubrió completamente hasta el techo de la planta baja.

En la calle principal, Simón Bolívar, desde la 1 de la tarde llegaron dos camiones del Ejército cargados de despensas, que comenzaron a entregar a los afectados, quienes debían mostrar su credencial para acreditar que eran de la colonia, y después ser registrados en unas libretas.

La entrega de las despensas corrió rápidamente entre los vecinos afectados que llegaron aprisa a formarse en las filas para recibir una caja con productos no perecederos de la canasta básica.

 

Rescatan a vecinos

Entre lodo, escurrimientos de agua, viviendas inhabitables y llanto por lo perdido, vecinos de residencial La Ceiba, en la zona Diamante, por Llano Largo, fueron rescatados por integrantes de La Marina Armada de México este sábado por la mañana, después de cinco días de lluvias causadas por el huracán John.

Sus hogares con rastros del agua que alcanzó más de dos metros de altura y montículos pegajosos de lodo que impide el paso en algunas casas, revelan la realidad de los días y noches de lluvia que enfrentaron sin poder salir del fraccionamiento después de que el arroyo de La Marquesa se desbordara.

Cinco marinos, entre ellos un enfermero de Sanidad, a bordo de un camión todo terreno 6×6 tipo Ural 4320, que de acuerdo con los militares es especial para circular en terrenos fangosos, rescataron a las familias que aún quedaban atrapadas en La Ceiba y acercaron a los hijos y nietos y amigos que iban en busca de sus familiares.

Víctor Cortés, jubilado del IMSS y su esposa Israel Araujo García, una pareja de adultos mayores, después de cinco días pudieron salir y fueron trasladados hasta el albergue en Fórum de Mundo Imperial, en el bulevar de Las Naciones.

Hasta el miércoles, antes de las 2 de tarde, el agua adentro de La Ceiba llegaba hasta las rodillas, el arroyo de La Marquesa se había desbordado y a pesar de que trabajadores de la Coordinación de Servicios Públicos Municipales intentaban liberar el paso por el canal con retroexcavadoras, el esfuerzo fue insuficiente ante la caída de tanta agua por las lluvias generadas por el huracán John.

El río Colacho, que atraviesa por Llano Largo, Colosio, Rinconada, La Poza, entre otras, que desemboca en la laguna de Tres Palos, también rebasó su capacidad y la mayoría de los canales cercanos se desbordaron, atestiguaron los vecinos de la zona Diamante.

Entrando desde la carretera Cayaco-Puerto Marqués, hasta salir al bulevar de Las Naciones, cerca del centro comercial Las Palmas, donde está Walmart, todo se inundó. Este sábado la gente aprovechando que el nivel del agua bajó comenzaron a limpiar sus casas, sus negocios.

La señora Patricia Zaragoza vive cerca del mercado de Llano Largo, contó con gran tristeza que apenas comenzaba a recuperarse de los daños del huracán Otis causó a su patrimonio y que ahora con John, volvió a perder todo: “hasta los enseres que nos mandó el gobierno”, dijo mientras señalaba el refrigerador que tenía levantado entre sus cosas con la esperanza de que se salvara, pero no fue así.

A lo largo del camino, el peregrinar de la gente regresando a ver sus casas o a buscar a algún ser querido, así como tratando encontrar los medios para salir de la zona de desastre, es parte del panorama de este sábado que parecía estar menos nublado y la lluvia a veces se presentaba de forma ligera.

Las tiendas de conveniencia o de autoservicio en su mayoría fueron saqueadas, en ese trayecto no había integrantes de la Guardia Nacional resguardando.

Tampoco había transporte público, pero algunas personas apoyaban llevando por tramos a algunos de los caminantes y era así como los traslados eran menos agotadores.

El éxodo de las personas, algunos con sus mascotas, principalmente hacia el bulevar de Las Naciones, era numeroso, sobre todo porque el paso por el tramo carretero Puerto Marqués-Cayaco, aún era complicado para vehículos de baja potencia o altura.

Rinconada

Con el rostro ajado, Xóchitl confiesa que si bien pensaba que el agua iba a subir a Rinconada del Mar, en la unidad Colosio, no iba a ser tan grave como recién el año pasado, cuando el huracán Otis que acabó con todo, “La verdad es que cayó mucha, mucha agua, incluso más que cuando (las tormentas) Ingrid y Manuel” de 2013, afirmó en tono neutro, con una voz carente ya de emociones ante los más de dos metros de agua con los que el huracán John que azotó a Acapulco la semana anterior y que acabó con su recién recuperado patrimonio: una casa recién rehabilitada al fondo de la colonia y una pequeña miscelánea.

Son las 8 y media de la mañana del domingo 29 de septiembre. El primer día luego del embate del huracán, en el que el sol hace su aparición y en Rinconada, en medio de un silencio que incomoda, saben que es su mejor oportunidad para escombrar y recuperar algo de lo perdido. Si no, para huir.

La colonia misma, hay que reconocerlo, es fea. Con aspecto tranquilo, hace falta algún tiempo para percibir que es lo que la vuelve diferente de otras. Levantada a finales de los 90 sobre una serie de humedales, dio cobijo a miles de familias jóvenes que deseosas de un hogar propio aprovecharon las facilidades que otorgó tanto el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) como la extinta constructora Geo Carabalí.

Ahora, bajo el hedor de un tufo pestilente, no es difícil compararla con aquella ciudad argelina, Orán, que el escritor Albert Camus describe en La Peste, novela de 1947, y que menciona tristemente como un lugar corriente.

“Los días hermosos solamente llegan en invierno”, dice la novela, y en Rinconada era así.

Ahora, no hay luz, ni buena telefonía y menos agua, y Xóchitl se mueve sobre un lodo oscuro y pegajoso a bordo de una motocicleta que logró salvar, nos presume, y que consiguió gracias a los apoyos otorgados por el gobierno federal tras el huracán Otis del año pasado.

En la tarde del miércoles 25 de septiembre fue cuando nos cayó la inundación, recuerda, “ya nos habían avisado, por eso nos fuimos con la vecina (su padre enfermo y ella), a la parte de arriba de su casa y ahí esperamos lo que fuera, lo peor”.

Y sí, lo peor llegó efectivamente desde ese miércoles y durante la madrugada del jueves 26 de septiembre, sorprendiendo otra vez a cientos de familias que tuvieron que ser rescatadas por agentes del gobierno federal y del estado.

“Estuvo horrible, otra vez se fue la luz, y acurrucados como pudimos sólo pudimos esperar”, recuerda mientras evade mirarnos de frente, colocando la vista en algún otro lugar.

“Vinieron pues, a rescatar a algunos los primeros días, pero pues yo a dónde iba a huir con mi papá enfermo (está tendido en cama por un derrame cerebral); decidí que nos quedaríamos, no podíamos hacer más”.

Así aguantaron hasta el sábado 28, cuando las aguas retrocedieron y dieron tregua tan solo para darles oportunidad de ver el tamaño del desastre.

Son las 8 y media de la mañana del domingo 29 de septiembre. En Rinconada no hay ni ambulancias ni Ejercito ni guardia Nacional ni Protección Civil ni nada. No se pusieron centros de apoyo para distribuir comida o agua.

“No, no hubo nada, el agua llegó incluso más allá donde la cancha, donde nos juntamos luego de Otis la otra vez. Ahora estuvo más feo y cómo se pudo la gente que no fue rescatada en su tiempo se acomodó como pudo con otros vecinos”.

En los siguientes días, diversos videos en redes sociales darían cuenta de cómo fueron rescatados varios de los vecinos a través de los techos de su vivienda. Pero ella y su papá no.

La voz de Xóchitl se quiebra al narrar como puede la angustia de las horas que pasó a oscuras escuchando cómo el agua se metía por todos lados y su impotencia por no poder hacer algo para escapar.

“¿A dónde podía huir, pues”, reitera explicándonos que ahora, el problema es conseguir medicinas, ir al supermercado por comida y agua o esperar a que las autoridades los apoyen como la vez anterior.

Son las 6 y media de la mañana del domingo 29 de septiembre. La humedad se siente en el ambiente. No obstante, hay personas que ya empiezan a limpiar sus casas, escogiendo lo que sirve de lo que no, formando montones de basura, muebles, ropa y más objetos sobre las calles principales que aún tienen agua y si no, lodo de ese oscuro y pegajoso.

También, hay grupos de personas, principalmente trabajadores foráneos que vinieron a colaborar con la reconstrucción del Acapulco tras Otis, que con maletas en mano se van sin mirar atrás.

“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”, dice la novela de Camus.

Son las 8 y media de la mañana del domingo 29 de septiembre. Xóchitl se despide, es hora de seguir adelante. No hay más. Hay ya noticias de que en la unidad habitacional Colosio abrieron los negocios, las misceláneas, que hay venta de comida, de agua y otros enseres.

La vida sigue, ni hablar, y parafraseando fragmentos de aquel libro de Camus sólo queda decir que todo lo que el hombre puede ganar al juego de esta tragedia y de la vida en medio de ella es el conocimiento y el recuerdo.

 

Texto: Jacob Morales Antonio, Óscar Ricardo Muñoz Cano y Redacción / Fotos: Carlos Carbajal y El Sur