24 agosto,2020 9:07 am

Continúa el trabajo artístico de bordado para recordar a los desaparecidos, a pesar de la epidemia de Covid-19

Cambia la iniciativa “Bordando por la Paz y la Memoria” la elaboración de pañuelos por cubrebocas, para insistir en el esclarecimiento de casos como el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa

Ciudad de México, 24 de agosto de 2020. Debajo de su cama, Tania Andrade resguarda una caja hermética con pañuelos bordados con nombres de desaparecidos y víctimas de la violencia en México.

Cada uno, asegura, es una promesa de que no serán olvidados.

Antes de la pandemia por Covid-19, cada domingo, en el Centro de Coyoacán, tenían lugar las bordadas convocadas por la iniciativa Bordando por la Paz y la Memoria. Una víctima, un pañuelo, donde ciudadanos de a pie zurcían en pañuelos blancos los nombres como una exigencia de justicia resumida en una frase: “Yo te bordo, yo te nombro”, aunque a veces sólo sea posible dejar patentes las circunstancias de una muerte o desaparición, al ignorarse la identidad de todas las víctimas.

Organizada por el colectivo Fuentes Rojas, la primera bordada pública se realizó el 7 de agosto de 2011 en el Zócalo capitalino, dentro de la jornada de cultura y arte del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, y un mes después comenzaron en Coyoacán. La participación de la gente, bordadores espontáneos, superó todas las expectativas.

Hay un código de color de este memorial ciudadano: rojo, para los asesinatos; verde, los desaparecidos, y morado, los feminicidios.

También han bordado los nombres de periodistas asesinados, como el caso de Miroslava Breach.

Cada pañuelo lleva el nombre, fecha, lugar y circunstancias del suceso y, del lado derecho, el número de pañuelo frente a la cifra creciente de asesinados o desaparecidos. Los pañuelos bordados por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa llevan además sus rostros impresos.

“Siempre trabajar con los hilos nos acerca con los vivos y los ausentes”, dice en entrevista Andrade, una de las fundadoras de Fuentes Rojas. “Cuando bordo es como hacerle una promesa a la persona: ‘No te vamos a olvidar’. Queremos justicia”.

El colectivo comenzó a teñir de rojo las fuentes públicas en abril de 2011, durante el sexenio de Felipe Calderón y su guerra contra el narcotráfico, como denuncia de los miles de asesinatos y desapariciones.

Una iniciativa llamada Paremos las balas, pintemos las fuentes que devino en Fuentes Rojas.

La pandemia impuso una pausa en las bordadas públicas por primera vez desde aquella de 2011.

Pero, si por la sana distancia es imposible reunirse a tejer, al menos los cubrebocas intervenidos que portan –“¿Dónde están?” y “Vivas y libres”– siembran una pregunta en quien lo lea en la calle.

“A pesar del confinamiento no podemos cerrar los ojos, tenemos que hacer algo respecto a la realidad nacional”, dice Andrade, quien no busca más etiquetas que el de ciudadana.

La pausa por la pandemia ha servido como un tiempo de reflexión para el colectivo; reflexiones que, a punto de cumplir una década, confían plasmar en algún tipo de soporte.

Fuentes Rojas, que se reúne de manera virtual, cada integrante desde su casa, se ha volcado a trabajar en su archivo, un memorial para honrar a las víctimas y a sus familias.

Texto: Érika P. Buzio / Agencia Reforma