25 mayo,2024 6:01 am

Corrección de estilo

AMERIZAJE

Ana Cecilia Terrazas

 

El trabajo de corrección de estilo está más vinculado a cómo nos relacionamos con el poder, con un estilo, una forma de ser y de querer ser, de hacernos en sociedad, que con un estricto o protocolario manual sobre gramática, semántica u ortografía.

Recuperemos la definición del diccionario virtual de la Real Academia Española sobre cuatro motes básicos del párrafo inicial:

Manual. “Libro en que se compendia lo más sustancial de una materia”.

Estilo. Se refiere al “modo, manera o forma de una cosa” o bien al “conjunto de características que identifican la tendencia artística de una época o de un género o de un autor”.

Poder. “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo; valer; lograr, conseguir, obtener, alcanzar, permitirse (…) Tener más fuerza que alguien, vencerlo luchando cuerpo a cuerpo”.

Correcto. Es lo “dicho del lenguaje, del estilo, del dibujo, etcétera. Libre de errores o defectos, conforme a las reglas”. Y como sus sinónimos, coloca: “preciso, perfecto, acertado, exacto, cabal, justo, adecuado, apropiado, oportuno”.

Manuel Fuentes García, colega, periodista de la agencia EFE, hace unas décadas promovía con gran pasión a la fundación para el español urgente en México, la Fundéu y explicaba de manera muy convincente que era mucho mejor decir “adecuado” que “correcto”. Es lógico. Lo correcto, lo bueno, el bien, lo que conviene y lo que debe ser, quién sabe qué será dependiendo de quién esté opinando. El peligro de la corrección, además de la subjetividad, es la tentación de imponerla. En cambio, lo adecuado se ajusta a nuestras creencias sin aplastar. Lo adecuado, sobre todo referente al estilo, tiene su correspondencia en los objetivos de vida, huyendo de la prepotencia de un instructivo único.

Dicho lo anterior, para poner un ejemplo, en opinión de esta columna es mucho más adecuado hablar de “señoras” –cuando no estamos hablando de niñas o infancias– que de “señoritas”. Esta segunda palabra está cargada de anacrónicos juicios de valor, de un absurdo estatus civil o de relaciones sociales basadas en un patriarcado que se espera vaya de salida.

En ese mismo tenor, explorado desde los principios que nos dan estructura y nos permiten tomar decisiones, un manual de estilo o la propia corrección de estilo, no sólo trabaja sobre los textos en función de algunas reglas expeditas y accesibles hasta en un buscador de internet, sino que acude a la raíz de nuestra manera de ver el mundo y a nuestros deseos de que cómo se construya.

Otro ejemplo. Hay quien todavía gusta de ponerle mayúscula a los cargos de Dirección o Gerencia, o a títulos académicos como los de Doctores, Maestros y hasta a las Licenciaturas. Proponer para un manual de estilo bajar o eliminar todas esas mayúsculas, formula en el fondo mediante la forma, una sociedad más igualitaria, menos abarrotada de jerarquías, con más fácil acceso a las y los humanos que nos rodean o nos gobiernan. Bajar la mayúscula a Presidente es restarle poder a la persona, al cargo, a la misión y a la imagen textual. Es dejar de concentrar todas las fuerzas, miradas y estilo en esa comisión popular.

Un ejemplo más. En una junta de redacción sostenida hace unos días por esta autora, acordamos que todos nuestros textos hicieran alusión incluyente, siempre, a una “Cámara de diputadas y diputados” y que trataríamos de proponer el uso del neutral “Senado de la República” en lugar de “Cámara de senadores”. En todo caso, también insistiríamos en que, de tratarse al Senado como cámara, se diría “Cámara de senadoras y senadores”. A cambio, en consenso, República, que hace referencia a los Estados Unidos Mexicanos, entidad federal y democrática, quedaría con su ‘r’ mayúscula por asociarse a una patria civilizada y progresista. La ‘c’ de Cámara o ‘s’ de Senado, en nuestro manual también quedan en altas porque conforman los lugares en donde se debate ese poder que nos representa como ciudadanía.

La Fundéu* de hoy, por cierto, recomienda que se escriba presidente con minúscula inicial. Y en su apéndice final indica, en un ánimo encomiablemente sostenible, lo siguiente: “Ver también: los cargos (se escriben) con minúscula inicial” y (decir) “la presidenta (es) mejor que la presidente”.

 

* https://www.fundeu.es/recomendacion/presidente-siempre-con-minuscula-526/