8 octubre,2019 4:36 am

Crecimiento y vía de desarrollo (I)

Eduardo Pérez Haro
Para Guillermo Almeyda.
 
Venimos de reflexionar la nueva circunstancia del campo, su peso relativo en la economía nacional y su importancia crucial en el engranaje de una estrategia de producción hacia el desarrollo nacional para después reconocer la primacía de la industria en el establecimiento de una dinámica económico-productiva de la que se desprende el despliegue concomitante de los servicios financieros y de comercio, encadenamiento de ámbitos y preceptos base de todo crecimiento económico y desarrollo que para muchos de ustedes resultan elementales y, sin embargo…
Esta línea de reflexión no resulta ociosa a efecto de recuperar trazos que no pueden obviarse si de cimentar las condiciones de crecimiento económico se trata. Hemos pasado por realzar esta línea de razonamiento en contacto con decisiones de política gubernamental que se presumen en dirección de la transformación del país pero que no revelan vínculo preciso con los atributos de la ciencia de cualquier teoría desde los clásicos de fines del siglo XVIII a la fecha, de no ser el maistrem actual del pensamiento económico, de franca etiología norteamericana.
Tal parece que el cambio se promueve sin cambios en la economía porque no hay cambios en la política económica bajo la creencia de estimular iniciativas que pueden servir porque sí, porque tienen lógica en sí mismas, como lo es un aeropuerto, o un tren turístico o una refinería de hidrocarburos, o más aún porque producir energía de México para los mexicanos se torna irrefutable ¿quién podría estar en contra de estas iniciativas?, ¿quién podría oponerse a una política de ayudas a los segmentos de población con mayores rezagos, como las personas de la tercera edad, los campesinos pobres o los jóvenes que ni estudian ni trabajan por falta de opciones?
Nadie con criterio podría oponerse, y si algunos se oponen es porque sus proyectos no están considerados o porque pueden estar afectados derechos patrimoniales; podemos descalificar intereses adulterados como podemos reconocer derechos legítimos, pero independientemente de este plano de la discusión tal parece que subyace un desdén por la teoría económica, la aritmética y las técnicas disciplinarias de la administración pública a cambio de un preferencia por la fuerza natural de los hechos que se enaltecen por el sentido práctico. Podemos no crecer, pero estamos mejor.
Pareciera que nos colocamos ante una encrucijada entre proyectos concretos y teorías abstractas, pero en sentido estricto no es así, los proyectos que se promueven parecen pertinentes y, sin embargo, no se ubican en el entramado de una estrategia que atienda los preceptos básicos de teoría alterna al flujo de las ideas dominantes provenientes de la prevalencia norteamericana, de manera que no se ha configurado un dilema entre atender las teorías o echar a andar proyectos. Falso dilema, pues, las decisiones de ir a la transformación con aparente sentido práctico no está fuera de la teoría cuando se promueve desde un marco de política económica que no ha sido modificado, ahí pervive una teoría.
En Estados Unidos se ha dado un forcejeo entre keynesianos y neoliberales desde fines de la segunda guerra mundial cuando discutían el mismo John Maynard Keynes y Harry Dexter White, de manera que en sentido estricto hemos visto un juego mezclado de ideas sobre la intervención del Estado y el libre mercado con momentos de preponderancia de unos sobre otros, pues la intervención del Estado fue más acentuada durante las tres primeras décadas que siguieron al fin de la segunda guerra mundial y después habría un auge del pensamiento neoliberal al amparo de los planteos de Milton Friedman, pero en todo momento una teoría ha echado mano de la otra para salirle al paso a las dificultades de cada caso, sin reparar en los costos de pequeños empresarios, trabajadores y ciudadanos que terminan por pagar los platos rotos.
México no ha sabido esquivar la preponderancia de esa circunstancia de la política económica de Estados Unidos, porque la dependencia y cercanía con el vecino país del norte no lo posibilita y porque ha sido más fácil hipotecar la suerte de México a la falsa idea de que en ese país está el mejor esquema de desarrollo que habita el planeta, amén de que ir a la cola resulta ser la fórmula del menor esfuerzo. Una realidad de seguidismo que se impone por el peso intrínseco de estos factores y, sin embargo, ha llegado la hora de abrirse paso con la gradualidad que exige una empresa de este sentido y dimensiones, empero, es menester acometer el desafío.
La relevancia de una teoría o su mezcla no es cosa de influencias de la razón pura de una u otra forma de pensar y no debería de serlo; en la práctica ha sido la respuesta exigida por las circunstancias y dichos esquemas teóricos los recursos al alcance de las burocracias dominantes. Pero es tiempo de pensar diferente. Estados Unidos tuvo un gran auge y tras ello las economías que se ligaron a ese torrente, después sobrevino la crisis de principios de los 70 y poco después se reanimó la economía del coloso del norte abriendo la era glob@l que habría de revelar su agotamiento en la crisis de 2008, y de entonces a la fecha esta potencia no ve su suerte con las consecuentes afectaciones sobre el resto de las economías del mundo.
Ahora mismo se apela a la baja de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y del Banco de México, como un mecanismo auxiliar para promover el crédito y la inversión que se pide a gritos para rearticular el crecimiento económico. Una medida incidente que, sin embargo, en el pasado ha mostrado su insuficiencia para tal cometido. Las teorías tienen que mostrarse y llevarse a un reconocimiento de sus posibilidades sin desconocer que deben resolverse al amparo del análisis de la situación que envuelve al mundo y las naciones considerando sus fuerzas y debilidades acumuladas por rezago y por la argucia de intereses que devienen en abuso. Ahí están el monopolio y la financiarización, el secuestro de tecnologías y la sobreregulación de los derechos de propiedad intelectual como muestras de la trabazón que en mucho bloquea la ampliación del mercado.
La vía del desarrollo nacional precisa desprenderse del pragmatismo que nubla el horizonte, mina la reflexión estratégica, se aísla del reordenamiento geoeconómico glob@l y pierde de vista el orden de los factores. La ingeniería económica no es consecuencia de la teoría, pero sin teoría no hay posibilidades asertivas del análisis y la toma de decisiones sea en el Estado-gobierno, el sector empresarial o los sectores de la sociedad nacional que se anulan entre la expectativa, el pragmatismo y el interés inmediato.
La correcta articulación del debate analítico sin prejuicios sobre la teoría debe ponerse en juego, este es un asunto de la sociedad informada que puede iniciarlo hasta convertirlo en asunto de todo mundo, pues en principio no es dable discutir sobre eventos y declaraciones en sí mismos donde el hecho absorbe los considerandos de todo carácter hasta convertirlo en una disyuntiva de pareceres al quedar ausente el ejercicio de abstracción que permite la observación de los aspectos generales que nos remiten a la totalidad concreta donde cobra perspectiva cualquier evento particular. Un recurso del método en toda idea que pretenda advertir las leyes de funcionamiento y el rumbo de los hechos.
Avancemos hacia el análisis de aquellos aspectos que nos permitan reconocer los requerimientos del crecimiento económico, con una perspectiva en la identificación de aquellos factores que resultan decisivos hacia el desarrollo. Crecimiento y vía de desarrollo esa es la cuestión.
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