22 octubre,2019 5:01 am

Crecimiento y vía de desarrollo (II)

Eduardo Pérez Haro
Para Miguel León Portilla.
 
Integrar a los sectores de actividad económico-productiva, encadenar a las pequeñas empresas con las medianas y grandes, y diversificar los mercados externos, dentro de una estrategia de tiempos y movimientos del accionar del Estado-gobierno y el capital privado, traza los ejes de un acuerdo societal dentro de una trayectoria y condición histórica determinada que el país requiere con apremio.
Prefigurar un desarrollo endógeno (que se origina o nace en el interior, como la célula que se forma dentro de otra, dice el diccionario de la Real Academia Española, que se origina en virtud de causas internas), puesto en el contexto glob@l. Este es el asunto. Y sin embargo pareciera que el acuerdo societal en cuestión no se tiene o no cabalmente, en estos términos. La globalización deja de responder a las exigencias del crecimiento económico (debido a debilidades tecnoproductivas que se traducen en contracción de los mercados o sobreproducción con baja rentabilidad), y desvíos de poder y, desde ahí, convoca a los nacionalismos globalizados.
El proyecto de Donald Trump así lo sugiere para su país, mas no tiene consenso ni las condiciones en el interior de la Unión Americana, lo que le significa una discusión nada fácil de librar con muchos ajustes de política económica, monetaria, fiscal y laboral de por medio, y hacia el exterior pareciera que no puede librarse más que a la manera de una guerra comercial o militar en última instancia. El patrón o modelo de corte norteamericano que transitó por un esquema de deslocalización del capital con el que se expandió antes de la crisis de 2008 dejó de funcionar y ahora quisiera revertirlo.
China lo hace desde tiempo atrás basada en el proceso interno de industrialización. La vía de un desarrollo endógeno ha sido la fórmula de los países orientales que por lo demás no significa en grado alguno la renuncia a participar del proceso de globalización y ahora que se presenta cifrado por los términos de una guerra comercial en el mercado mundial se complica, pero cuentan con mayores márgenes de maniobra frente al adverso entorno que se desvela desde ya, con lo que nuevamente el dragón oriental se reconoce como el contrapeso para evitar una debacle generalizada en el orbe.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) así lo anuncia en su reciente informe al destacar una reducción del 3.8% a 3.0% en el crecimiento económico mundial, mientras los países desarrollados lo harán en el 1.7%, mientras que los países emergentes alcanzarán el 3.9%. Claramente se asiste a un momento de la llamada desaceleración de la economía mundial con riesgos recesivos que suponen estrechamiento del mercado. Así lo expresó en días pasados el secretario de Hacienda Arturo Herrera, quién tuvo que acudir a Washington para tranquilizar el nerviosismo que se tiene sobre la circunstancia de crecimiento cero para 2019 en la economía mexicana a la vez que ofrecer los argumentos para refrendar la disposición del crédito emergente que en un momento dado México pudiera utilizar como chaleco antibalas al decir del propio secretario.
Luego entonces, se asiste a una coyuntura económica difícil que hemos advertido en este espacio desde hace tiempo y es la hora en que aún no está sobre la mesa una ingeniería de superación del atraso desde una visión de cambios estructurales donde claramente se defina la tarea del Estado-gobierno de México en la materia y una fórmula para salirle al paso a la coyuntura, dos cuestiones distintas que se refieren a un mismo asunto, a saber, el crecimiento económico de México en el corto y mediano plazos. En otras palabras, lo que se debe hacer en el curso del régimen de gobierno en turno con efectos inmediatos para evitar el cierre de empresas, fuga de capitales y desocupación creciente, a la vez que accionar una política económica y de inversión y fomento para atraer la inversión privada en una ruta de producción pertinente a las necesidades de la reindustrialización nacional y el desarrollo de exportaciones que demanda el mercado mundial dentro de la división internacional del trabajo.
En México seguimos a la cola de Estados Unidos circunscrito a la variación de la tasa de referencia del sistema financiero haciendo una mala copia de una estrategia que aun siendo de mayor complejidad en la potencia vecina no asegura resultados deseables dado que se agolpan las diversas medidas al no cumplirse para esa nación, los plazos requeridos para su eventual maduración; esto es, que la relocalización de la industria norteamericana en su territorio no alcanza a cumplirse cuando el déficit comercial se le viene encima junto con el déficit en su balanza de pagos, una circunstancia que nos llevaría a detenernos en el análisis de esa economía y que ya haremos no sin antes terminar de remarcar la situación nacional en primer término.
Es preciso decirlo en pocas palabras, la política monetaria de disminución de la tasa de interés no viene asociada a una reforma fiscal y el ingreso disponible no sólo se torna insuficiente, sino que carece de direccionalidad con respecto a la colocación de los factores estructurales para ir a la competencia de capitales de inversión con miras a la reindustrialización nacional en correspondencia con los mercados interno y externo. Al decir del propio FMI, el mercado de bienes de capital, es decir, mercancías que sirven para la producción de mercancías, registra un golpe que le debilita y aquí se radica el principal factor de la desaceleración de la economía mundial principalmente localizada en los países desarrollados y en cuya expresión más elocuente se avizora la creciente contracción de la industria automotriz, uno de los pilares de la economía internacional.
Los recursos fiscales deben buscar una mayor solvencia por la vía de una progresiva reforma fiscal que venga de los que tienen mayores ingresos como punto de partida y que se procese en adecuación a la asimilación de ello en la formación de precios para evitar un factor incontrolado de presión inflacionaria. Que reconozca en la línea de egresos aquella política social que incide no en un supuesto general de la demanda agregada, pues los mercados de consumo no enganchan desde los agregados macroeconómicos sino desde circuitos definidos y segmentados, por lo que es menester que se distingan las tareas de auxilio a emergencias de la pobreza, de aquellas que se inscriben en la conformación y robustecimiento de la base de trabajadores donde la salud, la alimentación y la educación resultan preponderantes en relación con la política salarial y su debida ecuación con el desarrollo de la educación, ciencia y tecnología, y la infraestructura, como ámbitos primordiales de la inversión pública, así como la reconfiguración de las formas de organización de los procesos de trabajo, la competitividad financiera y el acceso a mercados desde la gestión del Estado-gobierno sin los cuales el capital privado no alcanza las condiciones de rentabilidad de las inversiones y por ello no se anima.
Estos son los elementos, los ámbitos y las modalidades que adecuadas a las condiciones propias de México y en clara observancia de la relación con Estados Unidos y del entorno mundial, apuntan en dirección definida de una vía propia para el crecimiento económico, pero que no pueden suceder fuera de los entendimientos con los sectores de actividad socioeconómica y en lo cual media el diálogo y la política-política. En esto media la teoría y la técnica, el entendimiento y la disposición, no sólo el empoderamiento que sin duda es factor imprescindible de la convocatoria.
Será preciso ir al despliegue de muchos supuestos y considerandos de lo aquí expresado. Particularidades y desdoblamiento de argumentos, pues es hora de informar y formar las mesas de trabajo, los documentos y las discusiones. Cualquier trivialización del momento o desdén por creencia alguna puede prefigurar uno de los episodios más complicados de la economía nacional y la de muchísimas familias mexicanas repitiendo la difícil situación de hace una década o más.
 
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