5 noviembre,2019 5:09 am

Crecimiento y vía de desarrollo (III y último)

Eduardo Pérez Haro
 
Siempre para Lalo y Fer
Sin crecimiento no hay desarrollo, aunque el crecimiento no es igual a desarrollo, luego entonces existen dos planos del tema que, en el mejor de los casos, deberían venir concatenados. Hemos llamado la atención sobre el primer plano de la discusión y análisis que, por ende, se ha centrado en el crecimiento económico no sólo por tratarse del primer plano del tema sino porque es este el plano en el que se ha colocado la alerta en los ámbitos internacional y nacional. El pronóstico en el ámbito internacional es de 3.0 por ciento o menos, de 1.9 por ciento en la economía de Estados Unidos y de algunas décimas después del cero en el ámbito nacional.
Esto equivale a una pérdida de dinamismo de los intercambios internacionales con repercusión en el ámbito nacional. Los mercados en lugar de expandirse se contraen. Lo cual responde a la sobreproducción de algunas de las ramas más dinámicas de la producción de bienes y servicios con desequilibrios en las balanzas comerciales y de servicios y, en consecuencia, también en la balanza de pagos en las economías de los países desarrollados y no desarrollados, riesgos de depreciación, incluso brusca devaluación, en las monedas de aceptación internacional (divisas) y espacio propicio para las competencias monetarias con atrevimientos beligerantes en este terreno que complican los términos de intercambio en detrimento de la dinámica de los mercados, que puede leerse como obstáculo o factor de inhibición del crecimiento económico.
El dólar no lo expresa de forma contundente porque al bajar la tasa de interés del crédito (como lo viene haciendo en los últimos tiempos) anima el refrendo de operaciones en dólar, tratándose de la divisa por excelencia, de manera que la confianza en éste, se configura como un fenómeno de interés por la moneda que no por ello es equivalente al interés o confianza por la economía estadunidense, lo que da lugar a la sigilosa emergencia de monedas alternas como el yuan para porciones importantes del comercio exterior de China, y así otros casos como el euro, la libra esterlina o el yen, y la acumulación de oro en algunas naciones como sabemos que lo viene haciendo Rusia, pero eso por ahora no es nuestro tema, sólo hacemos referencia al hecho de que la debilidad relativa de la economía norteamericana, a México no le significa una significativa depreciación del dólar o fuerte apreciación del peso.
El asunto es que no se abarata el dólar, mas tampoco se encarece y, sin embargo, ello no significa que el tipo de cambio del peso respecto del dólar no sea una variable siempre delicada y hasta peligrosa de la que hay que estar pendiente, pues el comercio exterior de México se resuelve en más del 80 por ciento con Estados Unidos y por ende no es dable imaginar el uso de divisas alternas. De manera que México tiene una ventaja relativa al no dispararse el precio del dólar que tanto requiere para realizar sus importaciones de bienes y servicios. Sustituir las importaciones es un recurso que en la tradición macroeconómica resulta aconsejable porque se lee como sinónimo de disminución de la dependencia y fortalecimiento del mercado interno y del peso, sin embargo, la paradoja es que un proceso de esta naturaleza se va fraguando lentamente y entre tanto se funda en las importaciones, y no es hasta que se erigen capacidades de tecnología, infraestructura, fuerza de trabajo calificada, financiamiento, vinculación y acceso a mercados, que puede procesarse en condiciones viables-rentables.
En otras palabras, el crecimiento basado en las capacidades internas no puede romper los términos de la dependencia bajo el criterio de disminuir las exportaciones como si este esquema le significara de suyo abatir la dependencia y en su lugar adentrarse a una suerte de crecimiento basado en el mercado interno, pues la dinámica de los mercados asociada al crecimiento depende del grado de elaboración de los bienes y servicios que se ofertan, de forma que los bienes y servicios con menor valor agregado son en el mismo sentido los de menor incidencia en el crecimiento económico y los bienes de mayor grado de elaboración como las manufacturas y los servicios cruzados por la tecnologías de la informática y la computación precisan de importaciones en grado determinante.
El comercio exterior tiene un papel preponderante en las estrategias encaminadas al desarrollo del mercado interior como lo tiene por supuesto la inversión pública en la ciencia, la tecnología y la calificación de la fuerza de trabajo, la infraestructura, etc. procesos urgentes que precisan del alineamiento de la política de la hacienda y el crédito con acento marcado en estas esferas y procesos cuyo tiempo de maduración es menos corto de lo que muchos suelen dejar ver en sus opiniones y análisis. El desarrollo endógeno significó décadas para cualquiera de las naciones desarrolladas o emergentes y los factores que lo hicieron posible fue la gente, sí por supuesto, incluyendo trabajadores y empresarios, pero en cualquier caso dotados de la mejor ingeniería económica y la política de Estado, al menos esta es la experiencia del siglo XX y lo que va del presente.
Un crecimiento con apalancamiento del sector externo y procuración de una tendencia al equilibrio de la balanza comercial es una premisa de las economías avanzadas so pena de hundirse en un desequilibrio de la balanza de pagos y el estancamiento recesivo. Con mayor razón se coloca para efectos de un proyecto de emergencia competitiva basado en el mercado interno. La interdependencia en la integración de las cadenas de valor en el mundo globalizado, por definición, no permite la autosuficiencia como concepto estructurador salvo en ramas o productos estratégicos bien definidos, máxime en los países no desarrollados.
Sergio Walter Sosa, mi querido maestro ha razonado conmigo parte de estas consideraciones sobre la importancia actual del sector externo y, la relevancia de reconocer el carácter endógeno de la estrategia para fincar la superación del atraso ha sido estimulado en el seminario encabezado por Jesús Rodríguez como Coordinador del Programa de Globalización y Conocimiento del Desarrollo del doctorado de Economía de la UNAM donde Sergio Ordoñez ha sido muy importante y Miguel Ángel Rivera lo ha sido en los seminarios de la Facultad de Economía junto con las aportaciones de Manuel Coello y Agustín Andrade en sus trabajos sobre el capitalismo del conocimiento y los cambios estructurales en la economía mexicana.
No me despido, pero estoy ante el imperativo de hacer una pausa en mis entregas recurrentes en el diario El Sur por lo que agradezco, a mi querido amigo Juan Angulo, la oportunidad que me ha significado, por varios años, este magnífico espacio de libertad crítica. Desde aquí agradezco a los lectores ocasionales y a los de todo tiempo.
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