8 septiembre,2022 5:01 am

Crimen en La Quebrada. Una violenta campaña electoral

Anituy Rebolledo Ayerdi

 

Alcalde López López

–Me extraña que siendo ustedes estudiantes se pronuncien por otro generalote para gobernar Guerrero. Y no sólo eso, sino que rechacen sin conocerlo a nuestro candidato Ezequiel Padilla Peñaloza. Un guerrerense con talentos excepcionales, brillante cultura y verbo de oro. Un paisano que ha sido secretario de Educación Pública, Procurador general de la República y dos veces diputado federal por la Tierra Caliente. Como que no hay congruencia, digo yo.

La recriminación es formulada por el alcalde de Acapulco, Manuel López López (1918), a un grupo de jóvenes encabezados por Alejandro Gómez Maganda y Carlos E. Adame, dirigentes en el puerto de la campaña del candidato a gobernador, general Rafael R. Guevara Orihuela. Los estudiantes han solicitado audiencia para formular una petición sencilla como luego se verá.

–Andan errados, chamacos –insiste el presidente municipal sin darles oportunidad de hablar–. Todos ustedes vienen de familias humildes, trabajadoras y honestas. ¿No sienten orgullo de un paisano de Coyuca de Catalán, hijo de una humilde vendedora de tamales, Ezequiel Padilla, cuya sed de saber lo llevó a conquistar grados académicos en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y en la famosísima Soborna de París? Me perdonan, muchachos, pero debo decirles que están mal, muy mal, que han empezado a vivir la política con el pie izquierdo.

–¡Pero, señor…!, –balbucea Adame para ser atropellado por la vehemente perorata del presidente municipal.

–¿El candidato de ustedes habla poco, verdad? ¿No han escuchado al licenciado Padilla? El día que lo hagan se quedarán cautivados por su elocuencia vibrante y seductora. ¿Quién no lo recuerda como fiscal del proceso de León Toral, el asesino de Obregón? Sólo escuchando a Padilla puede entenderse lo que es un verdadero orfebre de la palabra, mis amigos. ¡Escúchenlo, se los recomiendo! Y bueno, muchachos, a todo esto ¿en qué puedo servirles?, –indaga finalmente el alcalde López–.

–¡Señor presidente municipal!, –irrumpe Maganda antes de que López empiece otro baño verborréico–. Viene al puerto nuestro candidato, el general Gabriel R. Guevara Orihuela y deseamos contratar una o dos bandas de música de viento, chile frito, pues, para alegrar la concentración masiva que le ofreceremos. Sabedores de que existe una prohibición municipal para tales contrataciones tratándose de eventos políticos, nuestra petición consiste en que el Ayuntamiento nos autorice traerlas de Xaltianguis o Sabanillas.

“Don Manuel, siempre afectuoso, nos negó tajante tal posibilidad, aconsejándonos dejar la locura guevarista”. (Carlos E. Adame, Crónica de Acapulco).

Acapulqueños notables

Manuel López había sucedido en la presidencia municipal al sastre Miguel de P. Barrera y éste a su vez a un Consejo Municipal encabezado por el también sastre, Heriberto Lito Tapia. Sin ser nativo del puerto logrará un gobierno con grandes simpatías por tener en el Cabildo a un grupo de acapulqueños notables: Rosendo Pintos, José Tellechea, Benjamín H. Luz, Pedro Mazzini y Francisco Farías Pintos. Esteban Córdova, como secretario General y Lorenzo Jiménez como oficial mayor.

Provocación criminal

La recepción del candidato Guevara será musicalizada finalmente por un chile frito traído desde Zumpango del Río y resultará en palabras de los guevaristas apoteósica.

La reacción de los padillistas no se hará esperar. Cuando está a punto de terminar el mitin de Guevara frente a la casa de los Escudero, hoy calle de ese nombre, marcha por la avenida Obregón (hoy Cuauhtémoc) una manifestación de campesinos lanzando vivas a Padilla y consignas injuriosas contra los guevaristas. Muchos enarbolan machetes y lucen pistolas al cinto.

–¡Estamos ante una provocación criminal!, –arenga Guevara desde el balcón de la casa de la familia Escudero–. Que nadie responda a ninguna agresión física o verbal o esto se convertirá en un día negro para la democracia ¡Demostrémosles que el triunfo y la razón están de nuestro lado!, culmina.

La gente atiende a su líder y aguanta vara. Un estentóreo ¡uuuuufff! de alivio saldrá de miles de gargantas cuando la marcha padillista cruce la zona de peligro sin incidentes mayores.

–¡Se la pelaron, cabrones!, –será un grito solitario y remiso–.

La recepción

 Los grupos organizados del puerto, con preeminencia de los femeniles, se han sumado a la candidatura del militar en cuyo honor ofrecen esa misma noche un baile en   La Quebrada. Lo ameniza la mejor orquesta del puerto, Minerva, dirigida por don Alberto Escobar.

La luna llena luce esplendorosa y la brisa corre deliciosa. La atmósfera es de triunfo y optimismo. El general Guevara, de 36 años, es rodeado por hermosas acapulqueñas luciendo sus mejores galas y que se numeran para bailar con el candidato. No faltan los varones que lo aborden para decirle algo al oído y su respuesta será la misma para todos: “¡Claro que sí, con mucho gusto, ahora que ganemos!”.

El crimen

La brisa de la media noche empieza a golpear y don Beto Escobar y decide hacer entrar en calor a las parejas tocando algo movido.  Cierra la tanda integrada por el fox trot No hagas llorar a esa mujer, de Joaquín Pardavé  y el vals Divina mujer con algo movido. Los primeros compases de Imposible, de Lara, a ritmo de danzón, serán acallados por varias detonaciones de arma de fuego. La concurrencia se guarece instintivamente bajo de las mesas, aunque no falten quienes huyan despavoridos del lugar. Hay gritos y lamentos. Guevara es protegido por hombres y mujeres para luego ser alejando del lugar por sus ayudantes. La pista queda vacía en un santiamén con la sola presencia de los servicios de emergencia y la policía.

Todo Acapulco se entera aquella misma madrugada de los pormenores del suceso y no faltan, por supuesto, las versiones encontrados. Dos cosas sí son ciertas. La muerte a tiros del licenciado Ramón Armijo, agente del Ministerio Público del puerto, y las lesiones graves de doña Balbina Alarcón de Villalvazo, dama muy querida en el puerto. Pionera de la hospitalidad porteña con su hotel Jardín, en la calle de La Quebrada.  Hay consternación y pánico.

Los padillistas pretenderán dar al día siguiente carácter político a un suceso ocurrido al calor de los habaneros, el licor de moda. Presentan a Armijo, con fama de violento, en un mártir de la democracia. Se le declara sacrificado por defender a su candidato Padilla de los insultos de un furioso guevarista. Los mensajes al presidente de la República y al gobernador del estado saturan las líneas telegráficas. Se demanda la cancelación, por violenta, de la campaña del general Guevara y, por supuesto, castigo para el criminal.

Como presunto homicida de Armijo se señala a José Luis Villalvazo Alarcón, quien, al decir de los testigos, dispara contra el fiscal sólo   cuando ve caer a su madre, doña Balvina, víctima de las balas disparadas “al aire” por aquél. El joven Villalvazo recibirá protección del jefe de la guarnición militar, general Alberto F. Berber, hasta la dilucidación de los hechos.

(Villalvazo será administrador del primer campo aéreo del puerto y mucho más tarde precursor del transporte terrestre al Aeropuerto Internacional. Será célebre su triunfo defendiendo en tribunales el nombre de su hotelito Condesa, usurpado por una trasnacional del ramo).

Guevara, gobernador

El chilpancingueño general Gabriel R. Guevara Orihuela triunfa en las elecciones para gobernador de Guerrero, postulado por el Partido Nacional Revolucionario, y toma posesión del cargo el 1 de abril de 1933. Nadie dudará entonces de que su triunfo lo había decidido el presidente Plutarco Elías Calles.

Por ello, Guevara será uno de los ocho gobernadores del país defenestrados por el presidente Lázaro Cárdenas, al tiempo de poner fin al Maximato de Calles, echándolo del país.

Gobernador de Quintana Roo

La reivindicación política del general   Guevara Orihuela le llegará con la ascensión al poder del general Manuel Ávila Camacho quien, en1940, lo nombra gobernador del territorio federal de Quintana Roo. Al militar le preocupará especialmente, cosa rara, el desarrollo cultural de la entidad. Una vez concluida en 1944 su administración, el guerrerense ocupara la jefatura de distintas zonas militares del país.

Ezequiel Padilla

Luego de su fallida experiencia en Guerrero, Ezequiel Padilla Peñalosa será tres veces diputado federal y dos veces senador de la República. Su paso por la Secretaría de Relaciones Exteriores dará a México presencia y respetabilidad en el concierto de las naciones. Será anfitrión de la Conferencia Interamericana sobre Guerra y Paz en México, cuya Acta de Chapultepec preconiza: “Todos los estados soberanos son jurídicamente iguales entre si”. Representó a México en la Conferencia Internacional de San Francisco donde se funda la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Bautizado por su fama de ególatra como El Narciso Negro, el calentano abandona el Partido de la Revolución Mexicana para lanzar su candidatura a la presidencia de la República, por el Partido Democrático Mexicano (PDM), en oposición al candidato oficial, licenciado Miguel Alemán Valdez. Un año antes de morir, en 1971, Padilla ocupaba un escaño en el Senado de la República.

 General Adrián Castrejón

Nacido en Apaxtla, Guerrero (hoy de Castrejón), el general Adrián Castrejón era dueño de un historial revolucionario brillante y honroso. Había formado parte del estado mayor del caudillo Emiliano Zapata, a quien acompañó hasta su muerte. Estuvo con a él en Chinameca donde recibió varias balas de las dirigidas a su jefe, logrando sobrevivir.

Castrejón gobierna Guerrero del 1 de abril de   1929 al 31 de marzo de 1933, siendo sustituido precisamente por Guevara. Había sido postulado por el Partido Socialista de Guerrero y la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos de la entidad.

El zapatista se significará como un gobernante arbitrario y represor, particularmente con la prensa de Acapulco. Su respuesta será brutal a los señalamientos del semanario Regeneración, fundado por Juan R. Escudero, dirigido en una segunda etapa por Santiago Solano. Ordenará destrozar la histórica imprenta utilizada por Escudero lanzando sus restos al mar desde La Quebrada. El gobernador no anunciará ninguna minuciosa investigación sobre el suceso, por el contrario, proclamará su autoría con un reto: “¿¡A ver, cabrones, ahora síganme chingando?!”

El mismo Castrejón participará en el despojo del área costera de Acapulco, encabezada por el presidente Pascual Ortiz Rubio y su secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, general Juan Andrew Almazán. Se utilizó la figura de la expropiación por causa de utilidad pública para despojar a muchos acapulqueños de miles de palmeras cubriendo la costa, a partir del fuerte de San Diego y más allá de la actual Diana. Andrew Almazán se inicia como hotelero con varios bungalows para construir finalmente un hotel enorme.  Su asesor personal, Emilio Azcárraga Vidaurreta, es quien lo bautiza como Papagayo.

La avenida Costera llevará el nombre del militar. El gobernador Castrejón, por su parte, se quedará con el cerro de la Garita de Juárez. nomás para él.