2 mayo,2018 6:15 am

Crisis renacentista y literatura/ 10

POZOLE VERDE
José Gómez Sandoval
 
Los “depravados” y “calamitosos” tiempos de Cervantes
Osterc recalca que toda esta obra maestra de Miguel de Cervantes respira criterios humanistas, renacentistas, que tanto en sus discursos, pláticas y arengas como en sus acciones y acometidas manifiesta su profunda disconformidad con el sistema social del feudalismo, con sus normas, costumbres, moral, discriminaciones e injusticias, y que ante las palabras o la punta de la lanza del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha no quedan intactas ni las principales reglas ni las instituciones que existían en ese tiempo. La crítica que se le pasaba a su señor, la completaba Sancho con socarronería. Como prueba de que la época en que le tocó cumplir su elevada misión están las numerosas veces en que el caballero andante se refiere a ella como la “edad tan detestable”, “la depravada edad nuestra”, “estos tan calamitosos tiempos”, “estos nuestros siglos detestables”, etc.
En su Discurso sobre la Edad de Oro don Quijote dice: “Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes… Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia… No había fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen… las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por dondequiera, solas y señeras… y agora, en estos nuestros detestables siglos, no está segura ninguna…”
¿Qué opinaba el Quijote –Cervantes, pues– sobre la deformación de las relaciones humanas en su época? Varios autores rememoran la idílica escena en que Rocinante y el rucio (de Sancho) descansan, como sus dueños, como abrazados: “Y si esto es así (diserta don Quijote), se podía echar de ver, para universal admiración, cuán firme debió ser la amistad de estos dos pacíficos animales, y para confusión de los hombres, que tan mal saben guardarse amistad los unos a los otros”.
 
La nobleza
El tema de los linajes ocupa gran parte del Quijote. Contra la concepción social escolástica y feudal, según la cual la desigualdad de linajes era una institución creada por Dios, algo sobrenatural, eterno e inmutable, Cervantes opina que los linajes son producto del hombre, de la sociedad, que se puede adquirir (“siendo yo el rey, bien puedo dar nobleza, sin que la compres ni me sirvas con nada”, dice don Quijote cuando su escudero acababa de afirmar que para ser conde bastaba con ser cristiano viejo), y por lo tanto es perecedero y sujeto a cambios nada divinos.
 
La verdadera virtud
Si recordamos la insistencia de don Quijote en que “cada uno es hijo de sus obras”, no resultará extraña la seguridad con que expresa que “la verdadera nobleza consiste en la virtud”.
 
Esclavos
No escapa a Sancho una de las formas más abyectas de la explotación del hombre por el hombre, cuando se dice: “No, si no dormíos, y no tengáis ingenio ni habilidad para disponer las cosas, y para vender treinta o diez mil vasallos en dácame esas pajas! Par Dios que los he de volar, chico con grande, ó como pudiere, y que, por negros que sean, los he de volver blancos o amarillos. Llegaos que mamo el dedo”.
Mujeres y matrimonio
La idea socialmente igualitaria alcanza a las mujeres. Hurtando a los lectores el contexto, Marcela declara: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos”, y, adelante: “Tengo libre condición y no gusto de sujetarme, ni quiero ni aborrezco a nadie”. Cervantes aboga para que la autoridad de los padres se redujera a orientar a sus hijos y no a imponerles su voluntad, en asuntos de amor y de casorio, como, por ejemplo, cuando el tío de Luscinda, que “era rogado, solicitado é importunado” para que diese a su sobrina “por mujer”, “él, que a las derechas es buen cristiano, no quiso hacerlo sin su consentimiento….”
Para Cervantes los sentimientos amorosos tienen que ser mutuos y no sujetos a voluntad ajena o dirigidos por intereses externos. Antes de recordar que los hombres “requiébranse con las libres (pero) con las honestas se casan”, afirma la indisolubilidad del casorio como “accidente inseparable, que dura lo que dura la vida”, siempre y cuando los lazos matrimoniales sean la expresión de las inclinaciones amorosas fundadas en las leyes de la naturaleza y en la promesa mutua de fidelidad conforme a la moral humanista y no en los preceptos eclesiásticos y la moral teológica. Los lectores “que quieran saber más”, remítanse a los estrambóticos pero claridosos casos de Luscinda y Dorotea.
Origen y privilegios de la nobleza
Ampliemos el retrato de los nobles que esbozamos al principio de esta serie pozolera. La nobleza española era heredera de las tradiciones de independencia y poder de los últimos visigodos y durante la Reconquista aprovechó la debilidad de la monarquía para atrincherarse en sus privilegios e inmunidades. Mauro Olmeda establece tres categorías de nobles: los ricos homes, que en los siglos XIII y XIV se llamaron grandes; los infanzones o hidalgos, y los caballeros.
El título de rico home podía concederse en reconocimiento de grandes servicios o como premio al valor. Era índice de linaje noble y antiguo y su concesión estaba fuera de los alcances del rey. El de hidalgo, que denota antepasados distinguidos, vino a significar la concesión de un premio al mérito o a la riqueza y fue vendido por la Corona con tanta frecuencia que llegó a perder su significación original y se volvió usual para denotar a los nobles castellanos comunes y corrientes. El de caballero se aplicaba a los nobles de origen pero después se dedicó a los guerreros distinguidos que salían a combatir con arma y caballo propios.
Los condes y los duques (de origen visigodo) aparecieron en el siglo XII, y los marqueses en el XIV. Gradualmente se estableció el carácter hereditario de los citados títulos de nobleza.
Todos ellos estaban exentos de pago de impuestos, y no les podía embargar sus bienes por deudas. Si eran tomados prisioneros, iban a una cárcel especial. No podían sufrir penas infamantes (como azotes, tormento o muerte por verdugo). Tenían derecho al riepto y desafío, que consistía en el derecho de vengar injurias o insultos y a demostrar su valor en un duelo judicial en presencia del rey y de doce de sus pares. Recaudaban impuestos para ellos mismos y concedían fueros Entre sus privilegios, podían ejercer jurisdicción civil y criminal en sus dominios, “salvando siempre la alta justicia del rey”.
Los nobles, que eran copartícipes y a la vez enemigos del poder real, fueron “disciplinados” por los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, aunque conservaban el mando de fuerzas militares propias. Eran dueños de regiones enteras. La recomendación de Carlos V a su hijo, Felipe II, “De ponerle a él (al duque de Alba) ni a otro grande muy adentro en la gobernación, os habéis de guardar”, y la forma en que el rey se entrometía en sus provincias son algunas razones por las que los nobles se fueron apartando de la corte y regresando a sus estados patrimoniales, donde, aunque limitados por el poder reinante, se consideraban soberanos. A muchos los hizo regresar a su territorio el despilfarro y los festines pantagruélicos que ejercieron durante el tiempo que estuvieron en la corte.
Y otra vez: el idealismo español empieza a decaer en la clase noble, entre otros factores, por su altivez, su orgullo –que los hacía menospreciar toda suerte de trabajos– y su ocio supremo.
Los nobles según Cervantes
En el desfile de personajes que aparecen en el Quijote figuran los tipos representativos de cada una de las clases de nobles citados. Pedro, el pastor que contó la historia de Grisóstomo, dice que éste era un hijodalgo rico. Cardenio y Luscinda “son de linaje noble y de padres ricos”, ambos vasallos del duque Ricardo, que era “un grande de España”. Dorotea define así la clase social a la que pertenecen sus padres: “En esta Andalucía hay un lugar de quien toma título un duque que le hace uno de los que llaman grandes de España… Deste señor son vasallos mis padres… ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla de alguna raza malsonante y, como suele decirse, cristianos viejos ranciosos; pero tan ricos, que su riqueza y magnífico trato les va, poco a poco, adquiriendo el nombre de hidalgos, y aun de caballeros”. Anselmo y Lotario (los de El curioso impertinente) eran “caballeros ricos y principales”. El Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda, declara ser hidalgo “más que medianamente rico”. Los duques que recibieron a don Quijote y Sancho en su castillo de la ribera del Ebro también pertenecían al más elevado rango de la nobleza. Por último aparece don Antonio Moreno, el “caballero rico y discreto” que recibe a don Quijote en Barcelona, atendiendo una carta del bandolero Roque Guinart, de quien resulta ser amigo.
Dice don Quijote, cuando platica con Sancho sobre su encuentro con los cómicos de la Carreta de las Cortes de la Muerte:
“–Pues lo mesmo… acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura”…
Contrario a la aristocracia “de sangre”, la opinión de Cervantes, aunque no directamente declarada, no es la mejor: a don Fernando, por ejemplo, lo describe, además de traicionero, como un individuo desagradable y antipático, a ratos aborrecible. A otros los dibuja como hipócritas y dueños de un egoísmo insaciable. En las acciones del castillo ducal Cervantes se obstina en desenmascarar el carácter desalmado e inhumano de los miembros con más alto rango de la nobleza española, quienes entregados en cuerpo y alma a una vida ociosa, aprovechan la estancia de la pareja caballeresca para matar el tiempo burlándose sañudamente de don Quijote y su escudero. Tanto el duque como la duquesa, que no son muy inteligentes, organizan bromas pesadas a costa de la dignidad humana. Así, entre otras, resultan el castigo del lavado de las barbas y el castigo de los tres mil azotes (con que sentencian a Sancho), que incluye burlas expresas, y el caso del caballo Clavileño, cuyos cohetes que lleva en las entrañas explotan hasta despedazarlo, sin que a los duques les importara que la vida de don Quijote y Sancho corrieran peligro…
Continuaremos el próximo miércoles.