28 mayo,2024 2:30 pm

Cuando Lucio organizó la guerrilla hace 57 años, había en Atoyac una lucha de clases, dice Pedro Martínez

Primera parte

Atoyac, Guerrero, a 28 de mayo de 2024.- La masacre del 18 de mayo de 1967 en Atoyac que obligó a Lucio Cabañas a huir a la sierra para organizar la guerrilla, más que una represión por la primaria Juan Álvarez, fue una “lucha de clases” entre campesinos descontentos por la explotación y caciques que querían mantener el control de “todo”, dijo el integrante de la dirección de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento-Partido de los Pobres, Pedro Martínez Gómez, quien recientemente publicó un libro sobre su participación en la lucha armada.

El ambiente era “tenso” en la década de 1960 porque los campesinos y los jóvenes comunistas liderados por los maestros Serafín Núñez Ramos y Lucio Cabañas Barrientos lucharon contra los acaparadores que pagaban barato a los campesinos por sus cosechas, los “rapamontes” que depredaban la sierra y que eran protegidos por pistoleros y el Ejército, y contra la falta de “libertad política”.

Antes de la masacre, Lucio Cabañas no pensó luchar por la vía armada y la mayoría de los simpatizantes del movimiento no lo siguieron, pese a que en los dos primeros años posteriores a esa fecha la represión no era tan fuerte porque el gobierno pensó que “no iba a prosperar”.

Pedro Martínez Gómez nació en San Martín de las Flores, comunidad de Atoyac, el 11 de noviembre de 1949, en una casa de campesinos que sembraban maíz, ajonjolí y arroz, donde sufrió la miseria, al igual que la mayoría de los productores en los años 60 del siglo pasado.

“Yo creo que el problema fundamental para que uno defina cierta posición política-ideológica son las condiciones en que hemos vivido, o sea, Lucio Cabañas y todos los que participamos, vivimos situaciones de pobreza extrema”, dijo en entrevista con El Sur a propósito de la publicación reciente de su testimonio hecho libro Desde la trinchera Brigada Campesina de Ajusticiamiento-Partido de los Pobres.

A los 16 años entró a la organización Juventud Comunista de Atoyac, que inicialmente se llamó Club de Jóvenes Democráticos porque había un ambiente “anticomunista” en ese municipio de la Costa Grande, y es que la Asociación Cívica Guerrerense (ACG) de Genaro Vázquez tenía presencia ahí y existía el antecedente de la lucha contra el gobierno de Raúl Caballero Aburto.

Dentro de la organización conoció a Serafín Núñez Ramos, quien contribuyó a la organización de los jóvenes y que fue un profesor “que no estuvo dentro de la lucha armada y que no se decidió a eso, pero contribuyó mucho a la formación de jóvenes comunistas aquí en Atoyac”.

Los jóvenes comunistas de Atoyac organizaban conferencias procedentes de la dirección del Partido Comunista y su vida cotidiana consistía en reuniones y actividad política como la distribución de volantes “en determinados periodos de confrontación de la misma sociedad atoyaquense”.

Los volantes eran contra “los rapamontes que depredaban la Sierra” de Atoyac y Tecpan, y las consecuencias de las protestas contra ellos eran asesinatos de campesinos por parte de los integrantes de la Guardia Blanca que protegía a los madereros, además, el Ejército tenía la anuencia del gobierno federal para “proteger a los rapamontes”.

El otro problema que vivían los campesinos eran los acaparadores, los campesinos sembraban mucho y “llegaban con grandes cantidades de ajonjolí, maíz, café principalmente, y los intermediarios les pagaban barato, y el campesino regresaba otra vez a la actividad agrícola en la miseria”.

También existía el sistema de la “venta al tiempo”, que Pedro Martínez calificó de explotación y consistía en que los campesinos vendían su cosecha antes de que la tuviera, “iban a pedir dinero para cuando hubiera la cosecha”.

Otro problema era “la falta de libertad política, democracia, porque en las comunidades quienes dominaban al comisario, al comisariado, eran los caciques, y el puesto de comisariado pues dejaba dinero”, explicó el entrevistado.

En los caminos estaban integrantes de la Policía Montada, “recuerdo que vestían como de beige y armados, y subían a las comunidades y cuando encontraban a los campesinos, los maltrataban por una u otra cosa”; el Ejército también hacía sus recorridos “y siempre el temor de la gente, y eso era una expresión de que no había libertad política o democrática”.

Pedro Martínez insistió en que el ambiente era tenso: “el problema era una confrontación con los caciques, con los reaccionarios, con la burguesía local de Atoyac por la cuestión de existir ya una organización de izquierda, una organización comunista”.

El movimiento democratizador en la primaria Modesto Alarcón, donde laboraban Lucio Cabañas y Serafín Núñez y que defenestró a la directora Genara Reséndiz, se extendió hacia la escuela Gral. Juan Álvarez, donde se intentó combatir la corrupción, pero “ya había más una confrontación con los cacicazgos porque tenían en su poder esa escuela, una mesa directiva que llevaba 10 años, entonces, claro que no querían dejar el control”.

Los integrantes de la Juventud Comunista de Atoyac difundieron el movimiento en las comunidades y el pliego petitorio que incluía la destitución de la directora Julia Paco Piza y la eliminación de cuotas obligatorias, y los caciques decidieron detener el movimiento a balazos.

La entrevista de este periódico con Pedro Martínez se realizó en una casa de Atoyac el domingo 19 de mayo, un día después de que organizaciones sociales conmemoraron el 57 aniversario de la masacre en el Zócalo del municipio, donde ocurrió, y ahora está el obelisco dedicado a Lucio Cabañas.

Pedro Martínez afirmó que el 18 de mayo de 1967 “se dio una confrontación de lucha de clases porque para la población campesina, digamos, que tres pesos de cuota y 10 pesos de cuota para la inscripción era dinero cuando un campesino se alquilaba por 10 pesos, era un día de salario”.

Los caciques “controlaban todo”, la economía con los acaparadores y la política con los presidentes municipales –aunque el alcalde en aquel momento, Manuel García Cabañas mostró ciertas “diferencias con ellos”.

–¿Por qué era tan importante para ellos controlar la escuela como para ocasionar una masacre de esa magnitud?

–El problema no era exclusivo de la escuela, sino el poder que tenían ellos en toda la ciudad, en todas las comunidades, ahora sí que la escuela fue la cereza del pastel, y que ahí precisamente se aliaron al gobierno, se aliaron para golpear el movimiento porque ya estaba, se hacían mítines.

“La lucha de clases se expresó ahí porque los padres de familia eran gente muy pobre, yo conocí compañeros que, al igual que yo, estábamos en la miseria”, explicó.

Los hijos de los caciques estudiaban en la escuela Juan Álvarez y “la masacre se hizo para defender parte de su poder”, argumentó Pedro Martínez, que en aquel entonces apenas iba a cumplir 18 años y no presenció los balazos de la Policía Judicial contra la multitud reunida en la Plaza Morelos y que dejó cinco muertos.

Lucio Cabañas escapó y durmió en la casa de la maestra Hilda Flores, de donde partió al día siguiente con cinco campesinos a la Sierra, donde poco a poco se fue gestando el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento, pero muchos simpatizantes, la mayoría según Pedro Martínez, no siguieron el camino de la lucha armada.

–Usted como joven comunista, ¿tenía claro o asumía que podía seguir al guerrillero o no se hablaba de esa posibilidad y fue más bien el momento?

–Por un lado, teníamos dentro de la cuestión política-ideológica la influencia de la revolución cubana porque en ese tiempo se difundía mucho, incluso había una estación, Radio Habana, que muchos la escuchábamos; por otro lado, estaba la figura emblemática del Che Guevara, y todo eso era como el sueño a tener un país libre, democrático, con muchas posibilidades para la juventud de desarrollo.

La militancia comunista condujo a los jóvenes atoyaquenses a leer manuales rusos, el Manifiesto y literatura cubana, que les dio la idea de que el cambio iba a ser por la vía armada, “aunque no había un proyecto porque fue un movimiento que se venía dando por la vía legal, la lucha por la democracia”.

“Yo creo que ni Lucio pensó en elaborar un proyecto y nosotros tampoco, nunca hubo un planteamiento de un proyecto para una guerrilla, simplemente lo que pensábamos era que por la vía armada se tenía que hacer la revolución como en Cuba, en la Unión Soviética”.

De 1967 a 1969, Pedro Martínez mantuvo aún una participación política abierta de asambleas en las canchas de basquetbol de las comunidades y reuniones con unos cuantos jóvenes campesinos en sus milpas, porque aún no se recrudecía la represión, “yo creo que el gobierno pensaba que esto no iba a prosperar y no se le dio la importancia como al final”.

El objetivo era “preparar las condiciones para ajusticiar a los caciques responsables de la masacre y que también rindiera cuentas la Policía Judicial por el ataque al mitin”, y hacer “una revolución para cambiar las condiciones de explotación que existían, las condiciones represivas, que hubiera democracia”.

Texto: Ramón Gracida Gómez