
LA POLÍTICA ES ASÍ
Ángel Aguirre Rivero
Por estos días Guerrero no sólo enfrenta lluvias, inundaciones y vientos huracanados. Enfrenta también una creciente exigencia social: que la ayuda llegue pronto, bien dirigida y sin distorsiones políticas.
Tras el paso devastador del huracán Erick, que golpeó con particular dureza a municipios de la Costa Chica como Ometepec, Cuajinicuilapa, San Marcos y Azoyú, y la posterior presencia de la tormenta Flossie, la realidad ha dejado claro que la emergencia no concluye cuando cesa la tormenta: apenas empieza.
Es justo reconocer que hubo anticipación y despliegue institucional. El gobierno federal y el estatal actuaron con prontitud, activaron protocolos y lograron restablecer el servicio de luz en tiempo récord. También es digno de mención el profesionalismo de muchas y muchos servidores públicos que han permanecido en las comunidades. Pero no basta.
Lo que estamos viendo en Ometepec –donde damnificados retuvieron a personal de Bienestar y rompieron candados del Tec para exigir atención– no debe leerse como un simple acto de protesta. Es un grito colectivo de desesperación. Un reclamo de justicia y trato digno. Porque cuando las ayudas se canalizan solo por conductos federales o estatales, se corre el riesgo de excluir voces fundamentales: las de los alcaldes, comisarios, líderes comunitarios y organizaciones civiles que conocen a fondo el territorio y sus urgencias.
No podemos permitir que la atención a las víctimas se vea empañada por burocracia, ni mucho menos por sesgos partidistas. Las comunidades afromexicanas de la Costa Chica lo han dejado claro: necesitan ser escuchadas, no dirigidas desde escritorios lejanos.
Cuando fui gobernador de mi estado me tocó enfrentar dos de los fenómenos meteorológicos más impactantes que se hayan vivido: primero el huracán Paulina en 1997 siendo presidente Ernesto Zedillo, de quien recuerdo que como una gran muestra de solidaridad, suspendió un viaje que realizaba por Europa para trasladarse de inmediato al puerto de Acapulco y ponerse al frente de la tarea de reconstrucción.
Fue en el mes de octubre dicho acontecimiento trágico, y en diciembre Acapulco estaba de pie, pues la mayoría de sus hoteles y otro tipo de servicios turísticos se encontraban funcionando.
Ahí conocí la parte sensible de Zedillo, a quien le vi lágrimas en sus ojos cuando encontramos un cadáver sepultado por una gigantesca piedra.
Después en Ingrid y Manuel fue con Enrique Peña Nieto, con quien me tocó enfrentarlo. Nuestra amistad de muchos años facilitó la coordinación, nos mojamos muchas veces, atravesamos arroyos y colonias populares ,construimos puentes y casas y logramos la pronta recuperación de nuestro querido Acapulco.
Nunca voy a olvidar la generosidad con que nos trató el entonces presidente Peña Nieto a los guerrerenses, al prácticamente eximirnos de la participación que nos correspondía al gobierno del estado para que no tuviera yo que adquirir deuda pública siendo Guerrero una entidad tan pobre
Hoy es momento de dar un giro en la estrategia. La correspon-sabilidad social y la protección civil deben fortalecerse desde lo local. ¿Cómo hacerlo? Recono-ciendo que los municipios no pueden ser convidados de piedra en las mesas de reconstrucción. Que los censos no pueden hacerse desde la distancia o bajo criterios opacos. Que los apoyos no deben decidirse en función de afinidades políticas.
Si algo debemos aprender y reforzar, es que la protección civil no puede verse únicamente como una tarea del gobierno. Es, ante todo, una corresponsabilidad social.
En comunidades como las de la Costa Chica, donde muchas veces el primer auxilio llega de vecinos, comisarios o autoridades locales, es indispensable fortalecer las capacidades de respuesta comuni-taria. La cultura de la autopro-tección debe ser sembrada desde las escuelas, reforzada en los hogares y alentada por campañas permanentes.
Ometepec es el centro neurálgico de Costa Chica. A él concurren más de 14 municipios de la Montaña alta y de la zona costera. Han transcurrido más de ocho días del huracán Erick y ningún servidor público de cierto nivel ni del ámbito federal, ni estatal les han visitado. Sería un buen gesto de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda visitar Ometepec para supervisar los avances de los censos sobre el número de damnificados, pero sobre todo para llevar una palabra de aliento, y llevar apoyos en tanto llega la ayuda federal. Esperamos que así sea.
Por mi parte, aunque no tengo ninguna responsabilidad pública, no me puedo olvidar de mis paisanos, y ayer salió para Omete-pec el primer torton cargado de diversos apoyos que gestioné por conducto de mi amigo Víctor Velázquez Rangel, presidente de la cooperativa Cruz Azul.
Los riesgos no han terminado. La temporada de huracanes apenas comienza, y lo que está en juego no es sólo la infraestructura, sino la confianza ciudadana en las instituciones. Si no se corrige el rumbo, la próxima tormenta no será solo meteorológica, sino tam-bién social.
Porque cuando el pueblo grita, no es por desobediencia; es porque ya no quiere ser invisible.