9 diciembre,2023 4:41 am

¿Cuarta transformación o reino de la “dadivocracia”?

Héctor Manuel Popoca Boone

 

México es sinónimo de: 2+2=3

 

De lo que se trata es no seguir en Acapulco con una inercia social y gubernativa infértil e inequitativa, que nunca nos ha sacado de la continua depreciación social que en forma lenta pero inexorable se da desde décadas atrás. Tratar de construir sobre cimientos caducos y carcomidos es pérdida anímica, de esfuerzos y de gran cuantía de dinero. Volveremos a lo que ya teníamos mal enraizado: 1) Anarquía en el desarrollo urbano. 2) Acentuada desigualdad social. 3) Islotes de privilegiados amurallados, rodeados de grandes zonas de pobreza y marginación. 4) Aguda bipolaridad social alimentada por la corrupción, impunidad e ilegalidad. 5) Diversos y complejos Acapulcos, entramados y enmarañados, en un solo puerto. Si no reflexionamos y recapitulamos, volveremos a nuestra “cruda realidad acapulqueña”, ampliada y remasterizada.

En tiempos de crisis económicas, sociales o de desastres naturales, se hacen presentes los muchos agravios, abandonos y discriminaciones a la sociedad como un todo, que los gobiernos electos han cometido a lo largo de decenas de años. Hoy tenemos una base social lastimada, depauperada y frágil; renuente a respaldar de inmediato la acción gubernamental por falta de credibilidad. Manifestados están, el hartazgo, el repudio y el menosprecio ciudadano, sobre los estilos amañados y torcidos de gobernar. También en la forma de acumular riqueza material en forma inescrupulosa, inequitativa y ostentosa; así como en los procesos torcidos de procurar e impartir justicia.

La madre naturaleza nos reprendió fuertemente y demandó: Ya no más depredación ecológica, deshonestidad, violencia social, ineficiencia y demagogia oficial. Ya no más una sociedad egoísta, segmentada, mercantilizada, falsaria e hipócrita; que ha abandonado la solidaridad y la fraternidad civil única que abre paso a la sana cohesión social. Ya no más contubernio con actuaciones y personajes deshonestos, delictivos, violentos o criminales, que cada vez más se suceden con mayor asiduidad. Ya no más sistemas de salud y educación pública semi colapsados. No tenemos cimientos educativos y culturales sólidos para construir una nueva ciudad digna, próspera y equitativa, donde habiten ciudadanos dignos, empáticos y civilizados. Tenemos mucho que recorrer todavía en la senda de la construcción de lo mental, en el ámbito de los principios, valores, en la ética, así como en lo cultural, científico y artístico.

La debacle económica ha sido fuerte en materia de empleos e ingresos, y expansiva, por consecuencia, en delincuencia general, pobreza y hambruna; sobre todo en los cinturones de miseria urbanos, semiurbanos y en el semiabandonado medio rural. Dañó a todos, pero les pegó más a los que menos tienen. Rescatar nuestra sana conciencia ciudadana no está a la vuelta de la esquina, como bien pudiera ser lo material. Es el darwinismo humano el impedimento acendrado y desalmado.

El porvenir que nos espera con esta “nueva y cruda realidad”, nos impele a procurar la equidad y disminuir, sustancialmente, insanos privilegios sociales. Pero, sobre todo, cambiar nuestra mentalidad y actitud, nuestro “chip mental”, tanto colectivo como individual.

Con las dinámicas económicas históricamente impuestas, los pocos o muchos excedentes económicos generados desde antiguo seguirán siendo canalizados hacia afuera de los territorios sureños. Fortalecer la economía social, circular, la de los de abajo; a la que pertenecen la mayoría de los habitantes guerrerenses, es de urgente cometido.

La célebre y antigua conseja de que políticamente es más redituable darle pescado al pueblo, más no enseñarlo a pescar, para así tenerlo bien domesticado, ha adquirido vigencia relevante en nuestro país y no se diga en Guerrero. Para paliar los estragos del huracán Otis en Acapulco y zonas aledañas hay suficiente dinero para repartir dádivas, pero no lo hay para crear nuevos cimientos en la diversificación de la economía regional a partir de la rehabilitación, con equidad, de la actividad económica principal en Acapulco y Coyuca de Benítez, que es el turismo, ya no como enclave monoeconómico, sino como polo de desarrollo regional.

Me recordaba la Doctora en Derecho, Aleida Alarcón, discípula dilecta, sobre lo imperioso de hacer de la legalidad un fuerte hábito en el ejercicio cotidiano de lo correcto. La pregunta surge: ¿Y qué es lo correcto y legal en una sociedad, como la guerrerense, marcada por su histórica y cada vez más profunda desigualdad social? ¿Será lo correcto y legal, darle trato igual a desiguales, sabiendo que eso va a suscitar mayor desigualdad? Si de equidad se trata (que todos tengan las mismas circunstancias y oportunidades para su pleno desarrollo humano) habrá que dar trato gubernamental diferente y deferente a favor de los más desvalidos.

De lo contrario, limpiaremos la fachada, pero al poco tiempo volveremos a tener la consabida coreografía corroída. Así lo indican los serios y eternos déficits en los servicios públicos básicos como son: la recolección de basura, el suministro de agua, vialidades fluidas, seguridad y alumbrado público, etcétera. No se diga de las carencias básicas para vivir con dignidad, como son la vivienda, salud, educación, trabajo, alimentación y vestimenta.

El gobierno con su corrupción, impunidad e ineficiencia, ya confesó que no podrá enfrentar por sí solo el gran desafío que tenemos en Acapulco, como en todo Guerrero. Más que nunca, se necesitará la motivación, el concurso, el esfuerzo coordinado, la experiencia y los saberes del pueblo. Pero falta el ingrediente principal para convocarlo: tener mucha autoridad moral.

  1. Como Gobernador Moral de Guerrero, reconozco el buen desempeño frente a los estragos del Huracán Otis de los trabajadores de la CFE, Servicios Públicos Municipales, Secretaría del Bienestar, Telmex, El Plan III de las fuerzas armadas, la Guardia Nacional y Fiscalía General del Estado. Mención aparte merece la fundación alimentaria sin fines de lucro: “World Central Kitchen”. La Gobernadora Constitucional, Evelyn Salgado Pineda, ha estado a la altura de las difíciles circunstancias sin el pegote de su papá incómodo.

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