
Rogelio Ortega Martínez
A Dora Cristino Jorge, la amada y siempre leal compañera de Darvy;
A Tania Libertad Batallar Gómez, su querida primogénita;
A Abril y a Dora Batallar Cristino, sus preciadas estrellas con brillo en la oscuridad;
A Darvy, el anhelado hijo varón, lucero del norte;
A sus nietos, Erick Jacobo y Darvy, orgullo y herencia;
A Lupilla, su primer amor.
A Rosita, su hermana por affidamento y entrañable camarada.
Díganme, por favor, quiero saber en este trance de dolor, en qué estrella, en qué constelación grabaremos para siempre el nombre de Darvy, con nuestro recuerdo perenne, como homenaje póstumo y eterno;
Al amigo leal y afectivo, al compañero noble y combativo; al titán de las luchas populares de Acapulco; al desafiante joven rebelde ante el poder figueroísta, al defensor de las tierras y viviendas de mujeres y hombres desvalidos, a los pobres colonos y sus familias del anfiteatro de Acapulco.
Recordaremos siempre su figura esbelta, larguirucha, su apuesto porte y su sonrisa franca; sus cabellos lacios al aire con elocuente galanura; su discurso contundente, “sin medias tintas”, con sensatez y radicalidad extrema, desafiante ante el poder avasallante.
Vivirás Darvy, en el recuerdo de los siglos venideros, como héroe redentor de los humildes, de los desposeídos; y tu voz será orientación y guía, orden certera para combatir en el presente y el futuro todo resquicio de explotación, de opresión y de injusticias.
Ya te despedimos hoy con himnos sonoros y cánticos de gloria y de combate; tu estampa de Quijote cabalgará en el galope de tu Rocinante pueblo, hondeando la roja bandera en una mano, y en la otra: tu adarga libertaria en pleno vuelo.
Conocí a Darvy Batallar Gómez en nuestra adolescencia, fuimos condiscípulos en la Secundaria Federal “Vicente Guerrero” de Taxco (1967-1970). Era imposible que Darvy pasara desapercibido en cualquier lugar que se parara, su alta y esbelta estatura lo hacía visible en todas partes, su cuerpo garboso, sus largos y castaños cabellos caían como finos filamentos de trigo hasta sus hombros; además de su carácter amable, asequible siempre, era de los muchachos de la secundaria y la prepa más populares y reconocidos; pese a ello, nunca lo vi despegarse del piso, siempre lo vi portando con garbo, con orgullo su humildad, nobleza, sensatez, valor y sencillez. Lo recuerdo como uno de los más emblemáticos rocanroleros de nuestra tierra jumilera; por Darvy y los hermanos Rodrigo y Raymundo Espino, Francisco Javier Garza y Malena Arancivia, conocí la música y las canciones de Jim Morrison y The Doors, de Santana, Chicago, Jimi Hendrix y Janis Joplin, con su grupo taxqueño de rock pesado: The Music Black Soul, en contraste con el grupo representativo del rock fresita: The Silvers King. Darvy destacó en el deporte como basquetbolista, lo vimos y sabíamos de sus destrezas de intrépido piloto de autos, competía con Goyo Albavera, y se retaban para demostrar quién era más veloz en el recorrido de la curvosa y aperaltada carretera de Taxco a Iguala, Goyo hacía veinte minutos en su vochito verde tomayate; Darvy: 16 minutos en su rambler rojo enchilado. Ese era el noble y carismático joven taxqueño, el que un día en Acapulco, años más tarde, terminó convirtiéndose en el líder y vocero principal del Consejo General de Colonias Populares de Acapulco (CGCPA), y nos hermanamos en la militancia subversiva de la izquierda radical, en la izquierda revolucionaria de la época, luego de ser reclutado por Rosita (Katia), su cuñada, hermana de Guadalupe Gómez Saavedra, esposa de Darvy y, por Javier Albavera Viveros (Daniel), compañero y pareja sentimental de Rosita, hermano de Gregorio (Goyo, Raúl, el Prole). Todos taxqueños y taxqueñas, jumileros, jumileras. Queríamos “construir el reino de dios en la tierra”, cuando sustentábamos nuestra praxis en la teología de la liberación de Camilo Torres, Pedro Arrupe y monseñor Sergio Méndez Arceo; o en la “patria nueva” del profesor Genaro Vázquez con sus luchas cívicas, su ACNR y su revolución armada; con la revolución pobrista del profesor Lucio Cabañas y su Partido de los Pobres; con la revolución proletaria de Carmelo Cortés Castro y sus Fuerzas Armadas Revolucionarias; con el “asalto al cielo” y la radicalidad extrema de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Eran tiempos de rebeldía y rebelión juvenil. Camilo, fue el seudónimo que Darvy adoptó cuando aceptó ser militante de nuestra célula clandestina acapulqueña del Movimiento Revolucionario 16 de septiembre, en ciernes.
Recuerdo cuando estuvimos juntos en una escuela de formación integral de cuadros revolucionarios, y también de cuadras decían los compañeros norteños, para referirse y reivindicar a las camaradas mujeres como adelantados feministas, en las inmediaciones del cerro de El Veladero, con Eliana (Laura), mi compañera en ese tiempo; con Rosa María Gómez Saavedra (Katia); Marco Antonio López García (Chucho o Mauricio); Darvy (Camilo), Dora Cristino Jorge (Mónica) ya en ese tiempo compañera sentimental de Darvy; doña Flavia, una mujer mayor pero de un temple, convicción y resistencia que nos rebasaba a todos y; don Natalio, un colono chaparrito y morenito, originario de la Montaña de Guerrero, radicado en la Alta Laja, indio puro, leal a Camilo y a Mauricio, hasta el límite del sacrificio. Además de los debates teóricos del marxismo, los entrenamientos propios de los manuales de guerrilla rural y urbana, cavilábamos y nos concentrábamos en diseñar la estrategia y la táctica para la toma insurreccional de Acapulco. Creo, a la distancia, que ese entrenamiento sirvió para que, especialmente Camilo, Mauricio y Mónica, doña Flavia y don Natalio, se pusieran a la vanguardia del movimiento de las colonias populares del anfiteatro de Acapulco, junto con más de un centenar de universitarios entre los que destacaron: las maestras: Rosa María Gómez (Katia) y Eliana García (Laura), junto con los jóvenes estudiantes: Armando Chavarría, Bulfrano Pineda Abonza, Régulo Cuevas, Abraham Carvajal, Uriel Leal Ramírez, Agustín Villegas, Benito Agustín, Ramón Gracida, Raúl Javier, Alfredo Moreno, Carlos Chupín, Maricela Contreras, Martín Hernández el Chilango, Regino Villanueva Bomberito, Carmelo Loaeza el Garrobo, entre otras y otros, organizando la resistencia al desalojo y despojo de las modestas viviendas de las mujeres y hombres de las colonias populares de las partes altas de Acapulco, para evitar ser desplazados a los humedales de La Sabana y radicarlos en el proyecto semiurbano, no apto para vivienda urbana, marginal e insalubre, de Ciudad Renacimiento. Así surgió el liderazgo del Consejo General de Colonias Populares de Acapulco, (CGCPA), junto con otros respetables y relevantes dirigentes de la llamada por nosotros izquierda reformista, como el maestro de la prepa 7 Gilberto Silva Gamboa, el maestro de la prepa 2 Ing. Abel Salgado, pertenecientes al Partido Comunista Mexicano; estudiantes como Eleuterio Sevilla y Alejandro Sámano, de la Corriente Socialista; Alejandro Bahena el Pato de la Escuela Superior de Ciencias Sociales y Francisco Pérez Fierro trabajador de la Coordinación Zona Sur de la UAGro, militantes del Partido Mexicano de los Trabajadores.
Darvy, nuestro prócer, se matriculó en la Escuela Superior de Turismo de la UAGro y abrevó de la insurgencia del proyecto Universidad-Pueblo, impulsado por el Dr. Rosalío Wences (1972-1975) y, además de Rosita y Javier, adquirió y absorbió la influencia ideológica y ejemplo de lucha revolucionaria de los presos políticos del PDLP, FAR y FAL, recluidos en la cárcel de Acapulco: Octaviano Santiago Dionicio, Arturo Gallegos, Aquilino Lorenzo, Juan García Costilla, Anita Estrada, Amado Larumbe y el señor Rigoberto Piedra.
Narraré aquí, la experiencia intensa que me tocó compartir con Darvy en una escuela rural de cuadros integrales con la Cuadri. Le decíamos la Cuadri, a una instancia de Coordinadora Nacional de Grupos Revolucionarios en la que confluíamos los sobrevivientes de varios naufragios de la guerrilla mexicana. Un día el profesor Arturo Miranda (Héctor) nos invitó, a través del compa Ramón Barragán, para participar en una escuela clandestina rural de entrenamiento y formación integral de cuadros. Nuestro Grupo me comisionó para que seleccionara a dos compañeros para asistir a ese significativo aprendizaje, y elegí a Darvy y a Ramoncito Gracida. Fue una gran vivencia compartir con sobrevivientes legendarios de la guerrilla de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, de José Luis Martínez y Elín Santiago, del MAR, entre otros. En esa convivencia épica y rural me sorprendió el temple y el carácter de Darvy, su entrega y convicción revolucionaria. Recuerdo dos anécdotas que vale la pena contar como tributo a su memoria. Los primeros días de marchas nocturnas eran de mucha fatiga y agotamiento cargando las mochilas y las armas; en algún momento se nos comenzó a escasear el agua y se volvió tema de preocupación, porque además el campesino que era nuestro colaborador y enlace con la comunidad más próxima nos dijo que había llegado el ejército al pueblo y que lo sensato es que no estableciera contacto con nosotros para guardar las medidas básicas de seguridad, lo que nos limitó el consumo de agua y alimentos, además de la tensión de poder encontrarnos con los patrullajes del ejército y entrar en combate, nadie se amilanó ante la situación, y sentí que en especial a los compañeros del PDLP les brillaron los ojos de emoción adrenalínica. Nos dispusimos a estrechar las medidas de seguridad y reforzar las guardias de día, y de noche mover todo el campamento en marcha nocturna permanentemente. Éramos alrededor de una treintena de aprendices y novatos, guiados por una decena de veteranos de la guerra de los pobres. El agua y la comida se escaseaban y, sobre todo en los bisoños novicios guerrilleros, generaba ansiedad e incertidumbre. De pronto, en una hondonada donde descansamos para guarecernos del sol y pasar el día en actitud de combate, desvelados y cansados, David Cabañas (Roberto, Robert), el guerrillero más experimentado del contingente solicitó dos voluntarios para hacer las primeras guardias de tres horas corridas: Darvy y Gelasio Ramírez levantaron la mano y se pusieron de pie. Darvy, de inmediato me volteó a ver como pidiendo mi consentimiento, hicimos contacto visual y asentí con un discreto movimiento corporal inclinando mi cabeza de arriba abajo. Me agradó la actitud espontánea de Darvy, me sentí orgulloso de él frente a los demás compañeros, pero especialmente ante los ojos de los emblemáticos históricos de la épica lucha Cívica y la Luciada. Los que nos quedamos en el campamento descansamos como fardos abatidos por el cansancio, el hambre y la sed. Tres horas después, llegó el turno del relevo para la segunda ronda de guardias. Entonces Darvy y Gelasio solicitaron permiso para ir a uno de los puntos que exploraron durante su guardia para excavar con la convicción de que encontrarían un manantial, escépticos la mayoría preferimos seguir descansando y leyendo nuestros libros de marxismo y los manuales de guerrilla rural y urbana. Pasaron un par de horas y de pronto llegó Darvy con su sonrisa característica para anunciarnos que habían encontrado el manantial esperado. David nos organizó en grupos de tres en tres para ir y regresar del manantial y mitigar la sed con unos poquitos sorbos que Gelasio recogía con paciencia del precario venero que poco a poco iba llenando una pequeña oquedad de donde con un vaso plegable de campaña Gelasio nos daba para beber el tan preciado líquido. Al final, cuando ya habíamos pasado todos, Gelasio nos dio una gran lección de mística y ética revolucionaria: “El que reparte y su ayudante, son los primeros en servir y los últimos en servirse”. Estiró su mano y le dio de beber a Darvy, quien con especial pundonor le dijo, “usted es mi jefe, usted dirigió esta hazaña, beba usted primero, yo al final”.
Por eso no me extraña nada, cuando el 15 de noviembre de 1983, estando cercados por las fuerzas policiales en la escuela de Enfermería número 1, de la UAGro en Acapulco, luego del desalojo de la Colonia 13 de Junio, y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo y en combate callejero con la Policía Montada de Acapulco, al conminar a Darvy y a Chucho el capitán Tafoya, para evitar que reprimieran con saña y detuvieran al contingente de colonos y estudiantes que los estaban apoyando y defendiendo en la improvisada barricada con escritorios, sillas y butacas, Darvy con su sensatez característica convenció a Chucho de que se rindieran y se entregaran. El capitán Tafoya, no cumplió su palabra comprometida demagógicamente apelando a su honor militar, en cuanto tuvo cerca de Darvy se le fue encima junto con una docena de esbirros para someterlo, Darvy y Chucho se defendieron y lucharon como leones furiosos, hasta ser dominados y arrastras los subieron a las patrullas para confinarlos en las mazmorras de la Policía Preventiva para ser sometidos, vilipendiados y torturados con crueldad despiadada, pero ellos: incólumes. “Con el que más se ensañaron fue con Darvy”, así testimoniaron Eliana, Rosita y Chucho, en sus relatos.
Resuelta la sed, arreció el hambre, y hacia el atardecer el profe Arturo Miranda pidió permiso para ir de cacería. David evaluó la situación y pidió un voluntario para acompañar al cazador del Grupo. Darvy levantó la mano. Entonces David ordenó que se quitaran las botas para ir con huaraches y solamente se llevaran un par de machetes y dos rifles calibre .22, por si chocaban con el ejército no se enfrentaran y tuvieran la coartada de que andaban de cacería. Al despojarse Darvy de sus botas observamos que el calcetín estaba pegado a su talón del pie derecho de donde supuraba y sangraba una ampolla. De inmediato se sugirió que otro compañero relevara a Darvy, pero él se opuso, y dijo: “estoy bien, no tengo dolor, solamente me molesta cuando apoyo todo mi peso en el talón, pero en mis tiempos de basquetbolista aprendí a caminar, correr y resortear con las puntas de los pies, tolerando el dolor del choque cuerpo a cuerpo, las entradas violentas, caídas y ámpulas en los pies”. Arturo y Darvy se fueron. Y, a las dos horas regresaron cargando un inmenso mapache, casi de la estatura del profe Arturo. “Refuercen las guardias mientras preparamos un suculento mapache al pastor”, dijo David. Todos nos regocijábamos pensando en las piernas, lomos y en las costillas asadas del mapache a fuego lento. Estábamos todos ansiosos, hambrientos y, hacia la media noche, David cortó un trocito de carne asada de una pierna del mapache y lo probó, luego introdujo la punta de su navaja en los lomos y dijo: “Compañeros, vamos a cenar, y estarán de acuerdo conmigo que les toca a Gelasio, a Camilo y a Héctor ser los primero en disfrutar este manjar… Yo reparto, Osvaldo me ayuda a servir y nosotros, comemos al final”. Eran tiempos en que el nuevo acero se estaba forjando en la fragua de los valores y principio de la ética revolucionaria, el honor y la valentía, el espíritu de entrega y sacrificio a toda prueba, por delante siempre.
Luego vino otra prueba de fuego en la prisión, ampliamente superada, reafirmando su temple de acero forjado en el crisol de la rebelión juvenil y la conciencia revolucionaria.
Así era Darvy. Así lo recordaremos. El más golpeado y torturado, con umbrales altísimos de resistencia y tolerancia al dolor, como un gran rebelde indómito, guerrero imbatible.