13 agosto,2019 5:36 am

De la producción a la industria (I)

Eduardo Pérez Haro
Para Alejandra del Ángel
En este año, respecto a junio de 2018, la industria total se contrajo 2.1 por ciento, derivado de la caída de: (-5.8 por ciento) en la minería, y de (-6.2 por ciento) en la construcción; en tanto que la industria manufacturera avanzó sólo 0.4 por ciento y la electricidad, agua y gas aumentó 1.1 por ciento. En las cifras acumuladas, en el primer semestre del año, la actividad industrial acumuló un decremento de 1.7 por ciento respecto a igual periodo de 2018; destacando la contracción en la minería (-7.8 por ciento) seguida de la construcción (-4.0 por ciento): en tanto que la electricidad, gas y agua incrementó 0.5 por ciento y las manufacturas crecieron 1.0 por ciento anual.
Esta es la síntesis que recoge el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados en su Reporte Económico del 8 de agosto con base en la información del Inegi. Las cifras no son halagüeñas a un año de haberse consagrado el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador y seis meses de ejercicio del poder gubernamental.
Para la burocracia privada cifrada en sus representaciones corporativas y panegiristas impresos y digit@les hay evidencia de falla en la conducción, para la opinión de los adherentes al régimen es cosa de tiempo. Otros querrán acomodarse en la ambigüedad de supuestos como “siempre el primer año es así” o “en la economía las oscilaciones hacia arriba o hacia abajo son naturales, nada especial está pasando”. Las calificadoras, descalifican.
Efectivamente los actores involucrados en la economía se pronuncian en reconocible discrepancia, pero, en cualquier caso, los indicadores del comportamiento económico de la producción nuclear expresan debilidad y caída, nadie puede eludir este hecho que cifra la base de la discusión. ¿Acaso esta situación justifica evocar el pasado como referente de mejor fórmula? La respuesta salta a la vista, la respuesta es: no.
El pasado medio siglo, (que por supuesto incluye el periodo multicitado de los 36 años de regímenes neoliberales), no ancló una base de soporte al crecimiento y menos aún al desarrollo que supondría el abatimiento de las desigualdades. Su fracaso se expresa como determinación de rechazo popular a las fórmulas del pasado y a la vez, propuesta de cambio en el régimen de gobierno.
El neoliberalismo y las formulas que le antecedieron en al menos tres lustros, no son el argumento, ni el ángulo en que puede desarrollarse la observación crítica de la economía del momento, eso debe de quedar claro para evitar cualquier resonancia o convergencia con quienes desde ahí pretenden minar al régimen en curso.
No obstante, el crecimiento cero que se expresa en la economía del momento, tampoco puede ser desdeñado a cambio de magnificar la austeridad y la probidad del gobierno, pues en ello no se alcanza el crecimiento y el desarrollo que se presupone como verdadero signo del cambio por cuanto ahí se configura la base material del mejoramiento de las condiciones empleo-ingreso de los trabajadores y sus familias.
¿Será cosa de tiempo? En sentido estricto, No. Las medidas que reclama el crecimiento y el desarrollo sí implican tiempo, y mucho, pero ello no significa que tengamos que esperar a ver qué pasa, sencillamente en economía no se está en un juego de especulaciones que haya que dejar correr para saber que podría pasar.
Conocemos el engranaje del sistema y sus leyes de funcionamiento, de manera que sabemos cuáles son sus posibilidades. Lo supimos siempre de las medidas neoliberales y nunca nos engañamos en la idea de que habrían de desembocar en el crecimiento sostenido y el desarrollo con equidad. Lo sabíamos, le dimos seguimiento y en todo momento cuestionamos sus medidas y denunciamos los resultados de la desigualdad y el atraso nacional en que veníamos incurriendo.
Había crecimiento, sí, y muy importante, pero sólo de aquellas empresas vinculadas al comercio exterior o de aquellas que tenían un lugar privilegiado (por el mercado controlado y por la acción del gobierno) en el abasto interno como las grandes empresas de la telefonía o la televisión o la computación, el abasto de alimentos como la cadena maíz-tortilla o el pan o el transporte, pero en formas altamente centralizadas, lo que significó la desestructuración y quiebra de las pequeñas empresas, negocios, o actividades agropecuarias de pequeños productores campesinos. Con lo que se ensanchó la brecha de la desigualdad regional, productiva y social.
Así, volvemos a decir que no desconocemos la perspectiva de resultados esperados sobre las medidas hasta hoy adoptadas por el régimen. Sabemos claramente del alcance limitado de las medidas sociales encaminadas al alivio de la pobreza, que no por ello vamos a desestimar, todos los programas representan una derrama no menor de recursos económicos del gobierno, sin que tampoco la magnifiquemos, pues, aun sin hacer la suma, podemos advertir que no representa más de la décima parte del presupuesto gubernamental porque sencillamente no hay mayor margen, la mayor parte del presupuesto es nómina de maestros, médicos y personal de defensa y seguridad, y no podría ser de otra manera dado el bajo nivel de recaudación fiscal que se tiene en México.
Mas ese no es el tema, o digámoslo de otra manera, la política social es eso, política social y como tal, política de ayuda. La política social (ya hablaremos de ella en su oportunidad), no es directamente política económica, de manera que es muy importante en la atención de emergencias, de auxilio a la recomposición de las poblaciones en desventaja y, de apuntalamiento del factor trabajo y es aquí donde se traduce en política económica, así también hace sentido en la política económica por cuanto interviene en el equilibrio, o no, de las finanzas públicas y de los márgenes de la acción gubernamental en la inversión pública.
La expresión económica de la política social se reconoce en las condiciones de la fuerza de trabajo y del mismo ejército industrial de reserva, su ausencia sería fatal, su robustecimiento, sin duda plausible y merecedor del mayor reconocimiento, mas no por ello se incide cabalmente sobre las variables que precisan ser atendidas en la ecuación económica para el crecimiento y el desarrollo. Buen principio para expresar de manera práctica la crítica de las fórmulas neoliberales y del languidecido nacionalismo revolucionario de fines de los 60 y la década de los 70, pero insuficiente para cimentar los cambios socioeconómicos comprometidos por la Cuarta Transformación.
No obstante, nuestro reconocimiento sobre la pertinencia histórica y coyuntural de una robusta política social por parte del régimen en curso, no significa que no haya lugar a una revisión específica de sus contenidos, formas y desempeños, pero arriba, ya hemos expresado que este tema lo abriremos más adelante (de hecho ya venimos de una serie de entregas sobre la cuestión agraria y agropecuaria donde hicimos una reflexión particular –no escamoteamos el tema–), sólo que antes de adentrarnos en ello, se coloca el imperativo de analizar el por qué los indicadores económicos resultan tan exiguos y cuál es su perspectiva en el desarrollo nacional postulado por la Cuarta Transformación.
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