22 octubre,2024 5:20 am

De los vínculos afectivos en la literatura

 

(Segunda de dos partes)

 

Federico Vite

 

 

“Me parece que estamos en el curso de dos procesos paralelos: de un lado el esfuerzo físico del que ninguno comprende la dinámica; del otro, un movimiento del alma que se libera”, señala Emanuele Trevi en Due vite (Italia, Neri Pozza, 2021, 121 páginas) y pone en perspectiva que tanto Rocco Carbone como Pía Pera forman parte de una sabiduría exterior que para efectos prácticos llamaremos amistad. “Rocco ha practicado meticulosamente, obstinadamente, una especie de penitencia que consistía en la escritura de novelas. Como si cavara una galera en una montaña de dolores, de inconveniencias. Pero con la idea implícita de haber encontrado la misma e idéntica cosa que era el punto de partida”.

En cuanto a Pía, las cosas no pintaban mejor, parecía extraviada e incluso frívola, pero eso sólo era la superficie. Pía creció en una familia culta y excéntrica. Estudió Filosofía en la Universidad de Turín e hizo un doctorado en Historia Rusa en la Universidad de Londres, fue alumna de Isabel de Madariaga, enseñó Literatura Rusa en la Universidad de Trento. Tiempo después renunció a la vida académica y decidió hacerse cargo de una finca abandonada para transformarla en un maravilloso jardín. Publicó dos novelas, La bellezza dell’asino y Diario de Lo –texto muy conocido en el que revisa la mitología en torno a la figura de Lolita– que se convirtió en un bestseller internacional. Editó y tradujo a Chéjov, Pushkin, Lérmontov y, por supuesto, a Hodgson Burnett, escritora inglesa amante de los jardines.

“Hace unos meses cumplí la edad exacta en la cual Pía enfermó; comenzó a perder progresivamente, inexorablemente, día tras día, el uso de su cuerpo. Los años de Rocco, en cambio, ya los tengo superados en abundancia. Nuestros amigos también son esto, representaciones de una época en la vida durante la cual cruzamos, como si fuéramos navegando, un archipiélago y rodeamos promontorios que nos parecían lejanísimos, quedándonos así cada vez más solos, incapaces de intuir el escollo donde nos tocará, de una buena vez, estrellarnos”.

Rocco dejó un libro inconcluso. Trevi fue el encargado de terminarlo y aunque fuera un proceso delirante, el documento salió a flote y se publicó, pero literalmente Rocco siguió en los sueños a su amigo vivo: “Estábamos en un auto que yo tenía de joven, un auto pequeño blanco con el maletero completamente ocupado. Recorríamos una larguísima vialidad del periférico, repleto de plátanos. Sabía que Rocco estaba muerto, porque tenía la herida en la frente, mostraba el golpe que lo había matado y estaba pálido. Pero a diferencia de como lo había imaginado el verano pasado, aquella noche en Grecia, no me parecía más preocupado o en pena por algún motivo. En un primer momento estaba enojado con él porque manejaba a alta velocidad, inconsciente, sin detenerse en los semáforos ni en los cruces viales. Él sonreía, no tenía miedo de nada”.

Rocco perdió la vida en un accidente vial. Iba en su motocicleta, no acató una señal de tránsito y un auto lo embistió. Fue repentina y brutal su partida. Por eso, el sueño narrado por Trevi tiene sustancia emotiva en el lector. Una y otra vez, Rocco vuelve al mundo y Trevi conecta esa imagen con el último viaje que hicieron a Grecia.

Durante los últimos años de su vida, Pía escribió sobre la naturaleza, los paisajes y los jardines. Tuvo un éxito repentino y fulgurante, pero también efervescente, pues se contagió de un virus que la devoró rápidamente. Transcribo uno de los mensajes que Pía envió a Trevi por wWhatsApp: “Seguramente ya no soy atractiva a los ojos de los demás: ahora me siento, más que nunca, internamente conectada a una especie de belleza y de armonía impalpables. Una belleza que va revelándose mano a mano, que al salir extingue mi ego, mi apego al mundo. Me siento absorbida por algo más grande que yo”.

Lo único importante en este tipo de retratos escritos es buscar la distancia adecuada entre un amigo y un autor. Esos puntos equidistantes de una misma persona ayudan a configurar la amistad. Esto que Trevi muestra con suficiencia sólo puede lograrse con un esfuerzo sostenido de la memoria, metiendo la vida a una estructura similar a la de los relatos, anécdotas bien organizadas, que hacen de los afectos algo significativo. Carbone y Pera, escritores fallecidos prematuramente –y unidos durante su corta existencia por la amistad– revelan que la literatura también puede ser entendida como un vínculo indisoluble.

Trevi describe la obsesión de Rocco Carbone por los escenarios de su mundo interno; también expone con sorpresa la tímida audacia de Pía Pera y se asombra al presenciar que ella se transforma en una especie de Madre coraje de la literatura (personaje que Bertolt Brecht y Margerete Steffin convirtieron en un símbolo escénico del mundo entre guerras) durante los años de enfermedad. Todo ese dolor deviene en una purificación espiritual. Dar cuenta de esos procesos vitales es una labor honrosa, porque cualquiera habla del sufrimiento, pero hay aquí una cercanía con el oro molido de las experiencias vitales y eso no sabe describirlo mucha gente.

Otro aspecto destacable en el texto es una reproducción de la obra L’origine du monde, de Gustave Courbet, pues funge como bisagra: abre y cierra la historia. El libro inicia con una visita a Francia. En 1995, Rocco, Pía y Emanuele vieron en París L’origine du monde en el Museo de Orsay, compraron reproducciones baratas de la pintura y al final de Due vite, Courbet vuelve a mostrarse, probablemente para indicarle al lector que la inmanencia de la vida geométrica de los afectos pervive siempre en la organización superior del universo.

Trevi nos recuerda la fragilidad de ser un humano. Due vite es uno de esos textos que pocas veces se escriben así, tan emocionalmente vivos. “No sé decir por qué o en qué sentido he comenzado a imaginarla como una fuente que surge de la oscuridad de una caverna y alimenta un río interior que permanece invisible”. Ésta, me parece, es una definición precisa de amistad.

 

*La traducción de las líneas entre comillas es mía.

 

@FederìVite