11 julio,2020 5:13 am

¿De qué están hechas las estatuas?

Amerizaje

Ana Cecilia Terrazas

 

La sacudida iconoclasta de fines de mayo hace reconsiderar cómo resolvemos el diálogo con nuestras otras etapas en el tiempo, nuestras otras mismidades. Me refiero a la destrucción, intervención o retiro consensuado de monumentos y estatuas en diferentes países del mundo a raíz de las protestas por el homicidio del afroamericano George Floyd a manos de un policía, quien lo asfixió durante su arresto, en la ciudad de Minneapolis, Estados Unidos, el pasado 25 de mayo.

Quienes demolieron ex héroes de piedra están ciertos de que dichos personajes fueron colonialistas, racistas, discriminadores, esclavistas, opresores, en suma, individuos no merecedores de ostentarse perpetuos para ser advertidos en los espacios públicos.

Algunas de las estatuas desmontadas fueron: las de los confederados estadunidenses Jefferson Davis y Albert Pike; las de Thomas Jefferson y George Washington; las de Cristóbal Colón, fray Junípero Serra, el general Ulysses S. Grant y hasta una del ex presidente Theodore Roosevelt, retirado del Museo de Historia Natural de Nueva York.

En Londres se agredió una estatua de Winston Churchill. En Bélgica, la de Leopoldo II, a quien se le puede facturar el exterminio de más de 10 millones de congoleses. En Francia, España, Italia e India también ocurrieron hechos similares.

Estas agresiones no son tarea fácil –aunque sí muy mediática– debido a los materiales de los cuales están hechas las estatuas (no me refiero a la cantidad de cates o hasta maquinaria requeridos para alcanzar el tumbo). Las estatuas son personificaciones simbólicas que, con razón según el contexto, o sin ella una vez que éste ha cambiado, forman parte del paisaje memorable, inmemorial o improcesable de la humanidad.

Están hechas de las valoraciones de algunos quienes, en determinado momento y quizá no en otro, tienen ganas de otorgarles crédito por su importancia, mérito, poder. Las estatuas están hechas de anhelos, logros, batallas, tensiones, victorias, memoria, tránsito, presencia o improcedencia. Son huella y cicatriz, emblema y estructura erguida. Cuando son derrumbadas, no lo son más.

Las estatuas no suelen estar hechas de matices, complejidades, ratitos buenos y malos, pedazos aceptables y otros inaceptables como sí sucede con todo ser humano. Las construye la mirada de sus cohabitantes vivos y éstas perduran en tanto se les deja ahí o se les quita.

Una de las mejores historiadoras del México contemporáneo, la doctora María Luisa Aspe, consultada sobre este tema abrió varias rutas de acceso:

  1. El derribar estatuas no es nuevo, se ha dado a lo largo de la historia pero el hecho de que suceda ahora en Estados Unidos le da al fenómeno una magnitud y visibilidad inéditos.
  2. Lo primero que se me ocurre, es que el fenómeno se refiere a nuestro presente –presentismo– como régimen de historicidad, término acuñado por François Hartog, y no al pasado al que refieren las estatuas derribadas (igual Colón que fray Junípero Serra o algún otro).
  3. Si hoy fueran los años setenta del siglo XX, diría que se trata de una demostración de falta de conciencia histórica; pero después de lo que el mundo ha cambiado desde los ochenta, reconozco que el asunto es bastante más complejo: desde los valores, agendas, causas del presentismo es que se derriban, queriendo enfatizar un no al racismo que en apariencia representan.
  4. Si damos la completa razón a tal postura, tendríamos que contemplar derribar todas las estatuas del pasado; imposible encontrar a alguien libre de culpa de los errores del pasado que el presente les achaca.
  5. Ahora bien, derribarlas ¿borra ese pasado? No. Más bien lo sella, creo yo.

Concediendo las razones éticas del presente y como historiadora, creo que me toca, nos toca, resignificar ese pasado, historizarlo de una manera distinta.

  1. Lo que no veo y que es sin duda necesario, es la historización, contextualización de ese pasado que explica a Colón o a fray Junípero. Claro que esa es una tarea para historiadores, no me imagino a las multitudes rabiosas (con razón) después del asesinato de Floyd detenerse en esa minucia.

Nada leve la provocación. Esas “minucias” tienen toda la relevancia posible. Imaginemos la estatua de alguno de los líderes totalitarios, retrógrados de hoy, agredida dentro de algunas décadas. Lo importante entonces será ver de qué estuvo hecha la construcción simbólica, histórica, minuciosa, de ese tiempo, esos contextos, esa estatua.

@anterrazas