29 junio,2024 6:00 am

Derroteros del presidencialismo mexicano (1)

 

Héctor Manuel Popoca Boone

El triunfo armado, absoluto y dominante de la parte más moderada de los ejércitos populares que participaron en la revolución mexicana de 1910, comandados por los líderes históricos Carranza, Obregón, Calles, et al en contra de sus antagónicos más radicales: Zapata y Villa, establece en nuestro país la tercera modalidad del presidencialismo mexicano.
Son representativos de la primera modalidad, Iturbide y Santana, la segunda la inició Benito Juárez y la continuó con su propia impronta Porfirio Díaz. Ambos fueron caudillos populares configurados después como presidentes institucionales; es decir establecidos en la plataforma nacional por excelencia del poder nacional, la Presidencia de la República, con la pretensión de seguir usufructuándola gracias a la reelección permitida.
Algunas de las pretensiones de estancia permanente en las riendas del destino de nuestro país, fueron segadas por entierros y otras con destierros, que continuaron después de la revolución armada de 1910. Al país y a los políticos les urgía dirimir las ansias de detentar el poder, adoptando una forma más civilizada, menos sangrienta, menos represiva y desestabilizadora, dentro del canon de la democracia. Por eso Plutarco E. Calles, siendo presidente en funciones, fue el ejemplo claro del inicio de la cuarta modalidad del presidencialismo mexicano al promover el aglutinamiento de todas las fuerzas políticas emergentes que operaban en todo el territorio nacional que giraban alrededor de los caudillos regionales, civiles y militares.
Los acuerpó en torno y dentro de un solo partido político (el PRI de ese entonces) para que en el seno de éste se dirimieran con orden y disciplina las prioridades y se distribuyeran los puestos legislativos y del gabinete, a manera de compensaciones a todas las aspiraciones y pretensiones que, hasta ese momento, se presentaban desbordadas con conatos de levantamientos armados. También fueron incorporadas las bases sociales de sustentación: campesinos, obreros, empresarios, magisterio, profesionistas, burócratas y las fuerzas armadas. El cenit del presidencialismo mexicano fue po-seer la potestad decisoria metaconstitucional de designar al sucesor en la Presi-dencia de la República siendo su titular el máximo líder moral del partido en el poder (PRI).
Con el tiempo –y desde el Poder Ejecutivo federal– se fue consolidando el partido hegemónico priista, que detentó el poder 71 años; a la vez que el presidente, como titular del Poder Ejecutivo federal, adquirió preminencia centralizadora y egocéntrica colocándose, de facto, por encima de los otros dos poderes de la nación: el Legislativo y el Judicial; delimitando a su vez a las fuerzas armadas a sus cuarteles, con salidas esporádicas para auxiliar a la población en ocasión de desastres naturales. y en forma extraordinaria para la inevitable represión a las fuerzas de disidentes del sistema político vigente. También las religiones y sus ministros fueron reducidos a los límites de sus iglesias, sin libertad de manifestación y pregón público.
En el plano económico, el presidencialismo mexicano de corte priista toma la conducción de nuestra economía capitalista, operando para el servicio de la nación a las principales fuentes energéticas utilizables, como el petróleo, agua y la electricidad; regulando la tenencia social y privada de la tierra; administrando el comercio exterior y el valor de nuestra moneda frente al dólar, así como el nivel de la reserva en divisas a poseer; los financiamientos crediticios de fomento al campo y los negocios manufactureros e industriales citadinos; así como los subsidios y concesiones de diversa índole destinados al sector privado-empresarial para fortalecer su crecimiento y expansión.
Época de bonanza del tercer modelo de presidencialismo económico mexicano estable y fuerte fue el período de la segunda guerra mundial donde las exportaciones de materias primas y mano de obra a Estados Unidos, así como diversas mercancías, adquirieron primacía en nuestro comercio exterior; sumadas las inversiones extranjeras que empezaron a fluir a territorio nacional. Esa fue la cuna que origina a nuestra actual oligarquía mexicana.
El desgaste del poder presidencial como máximo rector de la vida nacional por errores políticos de conducción y acción, como lo fueron el anquilosamiento de la clase política priista dominante, las diversas represiones sangrientas a movimientos sociales disidentes, una economía capitalista poco competitiva a nivel mundial debido al excesivo proteccionismo gubernamental; así como políticas económicas erróneas de dispendio, propiciadoras de procesos inflacionarios y de endeudamiento externo, sumados a la corrupción institucional asociada con la privada y al florecimiento de la industria a costa de la agricultura con las nuevas modalidades de dependencia financiera impuestas por los grandes centros de poder económico internacional, dan cuenta del surgimiento del liberalismo social como cuarta modalidad de presidencialismo mexicano que se contrapone al capitalismo con rectoría del Estado; dando inicio al reciclamiento hacia economías totalmente abiertas, libres de aranceles, sin intervención estatal y dejando el crecimiento económico al libre desarrollo de las fuerzas del mercado global.

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