26 mayo,2024 8:10 am

Desaparecer otra vez

 

Ciudad de México, 26 de mayo de 2024. Mayela Paola Múzquiz Aguilar fue de las primeras mujeres en desaparecer en el noreste de México en esta época de violencia.

De acuerdo con denuncias en medios de comunicación de familiares, autoridades y organismos de defensa de derechos humanos, la privación ilegal de la libertad sin fines de cobro de rescate en la región habría iniciado a principios de la primera década del nuevo milenio debido a la presencia de grupos ligados al narcotráfico. Y en este conflicto hubo víctimas mujeres.

Coahuila fue un estado particularmente azotado por el secuestro de jovencitas. De los primeros sitios de enfrentamiento en el país entre grupos delictivos, la sociedad civil de esta entidad pronto resintió el secuestro de personas, ya sea para escarmiento o trata. Ahí habrían sido destinadas jóvenes, muchas de ellas unas niñas.

Cumplidos apenas sus 19 años el 5 de marzo del 2004, Mayela Paola recibió la noche del 9 de agosto de ese año a su novio Alejandro Zertuche en la casa de ella en la colonia Brisas del Valle, en Monclova, Coahuila.

Mayela Aguilar, su madre, entonces de 42 años y separada de su esposo -quien se fue a Estados Unidos y formó una nueva familia-, se encontraba en la Ciudad de México en una capacitación para la inmobiliaria en la que trabajaba.

De acuerdo con lo que contaron Alejandro y María del Refugio, madre de la señora Mayela y que vivía en esa casa de Monclova, la chica discutió con el novio a las 19:30 horas por la impuntualidad en su encuentro y él se fue a las 21:40 horas.

La jovencita, aperlada y de ojos verdes, se quedó sentada en la puerta de la vivienda hasta cerca de las 22:00 horas. La abuela la vio y no dijo nada. Según el testimonio de su amiga Susy, a las 22:00 horas Mayela Paola recorrió las cuatro casas que las separaban y llamó a su puerta. La vecina le dijo que estaba en una oración familiar, que la buscaría después.

Mayela Paola asintió y, antes de cerrar la puerta, Susy vio cuando su amiga tomó rumbo a su casa.

“A los minutos llegó Susy y preguntó por Mayelita, pero mamá le dijo que no estaba”, contó a Perfiles e Historias la señora Mayela en el 2006, dos años después de la tragedia. “Allí estaba mi hijo, Alberto. Pensaron que habría ido con alguna amiga, quizá a la casa de Cecy (Hernández), y esperaron (María del Refugio, la abuela, y Alberto, el hermano)”.

Aguardaron una hora. Al fin tomaron el coche y recorrieron cuanta casa de amigas de Mayela Paola se les ocurrió, incluida la del novio, quien angustiado se unió a la búsqueda.

Ya por la madrugada acudieron a la policía, pero les dijeron que debían esperar de 24 a 48 horas para iniciar una pesquisa, corrupción que por años permitió la escalada de desapariciones sin castigo.

En la mañana, la señora Mayela recibió la llamada de su madre y se enteró de la desaparición.

Regresó en vuelo a Monclova.

“Mamá no me llamó porque pensó que Mayelita se habría quedado con alguna amiga”, argumentó la mujer.

“La niña no era así, de irse así nada más; de regreso no lo creía, pero quería tener la esperanza que así fuera, que se hubiera quedado con alguna amiga”, dijo.

Ya en Monclova, Mayela se fue directo con las amigas de su hija que recordaba y a refrendar la denuncia con la policía.

“Preguntaba con familiares, checaba los libros de teléfonos de Mayelita. La policía comenzó a revisar su correo electrónico”.

Eran los tiempos incipientes todavía del celular, sin WhatsApp ni redes sociales.

Mayela hizo lo que cualquier madre hace en su lugar: preguntar casa por casa en la Colonia Brisas del Valle, donde habían vivido por 15 años. Nadie vio ni escuchó nada: ni carros misteriosos, sujetos nunca vistos, chirriar de llantas o portazos. Unos chiquillos del barrio dijeron que les pareció ver a Mayela Paola dirigirse a una tienda de conveniencia, pero los empleados, que la conocían, nunca la vieron.

Las llamadas de rescate jamás llegaron. Por ello, a los ministeriales a los que se les pasó el caso les pareció una fuga de la chica con alguna pareja. Mayela insistió: era imposible.

“No me hacían caso porque no era menor de edad”, lamentó.

“Siento que perdieron tiempo en apoyarme. Andaba sola en la escuela preguntándoles a sus compañeros”.

Lo que tantos familiares de víctimas de desaparición, todavía hoy, han vivido en estos años de furia.

 

* * *

Tras la desaparición de su hija, Mayela recibió numerosas llamadas desde un 01800 que le había contratado a sus hijos. Puros silencios.

Con el tiempo supo que eran llamadas de Aguascalientes, de la Ciudad de México, de Monterrey y de penales. Más silencios.

En compañía de los agentes Fernando Alvizu y Arturo Coronado, Mayela recorrió innumerables pistas que incluían prostíbulos y centros de baile.

“Me sentía tan triste entrando a esos lugares; entraba hasta los camerinos”, evocó, triste. “Tenía como un doble sentimiento: de encontrarla ya, pero no allí. Fue terrible”.

Siguió pistas de hombres sobre los que, le dijeron, se habían llevado muchachas a otras entidades; de un actorzuelo, Lizardo Flores, “La Sombra”, que embobaba jovencitas cuando Mayela Paola estudiaba en el CBTIS 36. Nada.

Ante los reclamos de Mayela de que había pistas sin seguimiento, el delegado de la zona norte de la Procuraduría estatal, Sergio Gama, le respondió que no podían hacer nada y que, en todo caso, requería “un cuerpo para hacer la investigación”.

Más vileza, imposible.

Mayela incluso echó mano de sus recursos para pagar gasolina y viáticos para recorrer estados con agentes estatales, que más tarde la abandonarían. Así, sola en medio del dolor, pasaron los días, los meses y los años.

Hasta que en el 2021 les preguntó a las autoridades de Coahuila por el expediente de su hija y le dijeron que no existía.

 

* * *

Mayela aguarda la llamada que habrá de remover la historia que el próximo 9 de agosto cumplirá 20 años.

Dice que camino a casa para atender la entrevista hace unas semanas estuvo pensando en la cronología trágica de la que hace mucho no habla. Del dolor.

“Nada más supe que iba a hablar de nuevo sobre Mayelita y empecé a sentir algo en el pecho”, expresó. “Una tristeza”.

Sus hijos crecieron, cuenta.

Debió alternar su vida entre la búsqueda de su hija, el cuidado de sus dos chicos y su propio trabajo.

Incluso se mudó a Saltillo para estar más cerca de la autoridad.

Mayela nunca ha dejado de buscar, de estar atenta a las novedades de las autoridades que, con el tiempo, han desestimado o no siguen pistas, muchas de las cuales ella obtuvo, lo que viven miles de familias en las fiscalías de sus estados.

Fue en una de esas visitas de la mujer con la autoridad en el 2021 cuando alguien le dijo que el expediente de Mayela Paola se había mojado en alguna bodega y que se había perdido todo.

“No lo podía creer, ahí estaba toda la información relevante”, lamenta la mujer, apesadumbrada, quien para rearmar la carpeta les proporcionó copias de lo que ella conservaba.

Así, en un callejón de nulas intenciones, Mayela ha lidiado no sólo con la falta de un expediente, sino con la omisión de buscar en fosas señaladas. Nada. La autoridad se resiste: el Estado no quiere hacer de forense lo que no hizo como ministerial.

Con las manos casi vacías, Mayela ha vuelto a empezar la búsqueda de su hija, cuya desaparición, de haberse perseguido con profesionalismo hace dos décadas, se habría resuelto. Y no habría dado pie para más privados de la libertad.

“No se solucionó en aquel tiempo y las víctimas continuaron y siguen sin resolverse”, comenta.

“Cada vez se hace más grande la cifra y es triste saber que mi hija es un número más y que no se avanza, siendo que fue de los primeros casos”.

Una de las primeras fue también Stephanie Sánchez-Viesca Ortiz, “Fanny”, quien a los 16 años de edad fue privada de su libertad el 5 de noviembre del 2004 en Torreón cuando pretendía volver a casa de la escuela.

Sus padres, Óscar Sánchez- Viesca y Silvia Ortiz, la buscan desde entonces y hasta fundaron el grupo VIDA, que realizan búsquedas de personas desaparecidas y de restos humanos en zonas de cautiverio y martirio.

“Es difícil decir a cuántas personas hemos encontrado, pues aún están en proceso (de identificación) muchos restos y el problema se agrava por las condiciones de los mismos, pero, por ejemplo, en un predio se recuperaron 11 y, en otro, 170”, cuenta Silvia, líder de la agrupación coahuilense.

“Los que ya han regresado a casa son 27 sin vida y, con vida, hemos recuperado a 80 personas”.

Silvia incluso participó aquí en la primera búsqueda independiente de personas desaparecidas y restos humanos en la sierra aledaña a la Autopista a Saltillo, en el 2015, encabezada por Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de Nuevo León. Su experiencia fue importante para la organización, que hasta creó un grupo forense independiente.

“La búsqueda para mí es el principal objetivo”, cuenta Silvia.

“Ha sido muy duro el encuentro en campo y más cuando ya se identifican, pero también hemos encontrado con vida y es reconfortante”.

ñade la madre de “Fanny”: “Algunos me dicen que mi hija no está en los lugares a los que voy, pero no entienden que yo sé lo que sienten las mamás, papás, hermanos, hijos y esposas de personas desaparecidas. Por eso lo hago con respeto y amor”.

 

* * *

Gracias a Silvia se pudo conocer en aquellos años no sólo el caso de su hija sino el de Mayelita, Adela Yazmín Solís Castañeda, Karina Toral, Rosa Margarita Rodríguez Flores, Perla Edith Rentería, Guadalupe Flores Guerrero, Dulce Alejandra Flores Martínez y Edna Xóchitl.

Apenas las primeras de un alud de niñas y jovencitas devoradas por la criminalidad y la corrupción.

La autoridad ha sostenido que las mujeres desaparecidas pudieron ser asesinadas, explotadas sexualmente y hasta obligadas a ser parejas de miembros del crimen.

Pero no parece que hagan gran cosa para resolverlo y detenerlo.

Mayela piensa todos los días en su hija, esa chica que soñaba con dedicarse al diseño gráfico, a las modas, por lo que solía diseñar su ropa, además de que le atraía ser aeromoza. Fue buena estudiante y no tenía conflictos en casa ni con amigos.

En México, el gobierno federal afirma que hay más de 100 mil personas desaparecidas desde el 2000, sin embargo, activistas y organizaciones señalan que la cifra negra es mucho mayor.

En Coahuila y Nuevo León las cifras de personas desaparecidas rebasan las 5 mil personas cada una en los últimos 20 años. Casi la población de un municipio. La más reciente víctima que alcanzó la notoriedad fue Debanhi Escobar, de 18 años, desaparecida en abril del 2022 y hallada asesinada en la cisterna de un motel en Escobedo.

FUNDENL y otras agrupaciones aseguran que la tragedia de la desaparición recrudeció en este sexenio: 25 personas desaparecen a diario en el país, nada se soluciona y aminora, se retiraron custodios a familias de víctimas en los estados, nunca ha estado presente en la narrativa oficial la problemática y menos ahora, en temporada electoral.

De ahí que, para visibilizar la tragedia, colectivos como FUNDENL impulsen la iniciativa de escribir el nombre de un desaparecido en la parte inferior de la boleta en la que dice: “Si desea votar por algún/a candidato/a no registrado”.

Familiar de víctima de una tragedia que se extendió primero en el noreste y luego a todo el país, Mayela lamenta que no se haya hecho algo no sólo por encontrar a Mayelita, sino por los que vendrían. Miles.

“Somos muchas mamás y papás que estamos en la misma situación y es muy duro que llega la noche y sientes la angustia porque no sabes cómo está tu

Sin embargo, a casi 20 años de la desaparición de su hija, Mayela no dudó en armarse de valor, de amor y de fuerza cuando le dijeron que había que integrar de nueva cuenta el expediente perdido. El que dejaron que se perdiera en Coahuila.

Con su hija desaparecida dos veces en la mente y en el corazón, Mayela asintió decidida.

“Empecemos de nuevo”, dijo.

 

Texto y foto: Agencia Reforma