19 marzo,2018 7:44 am

Destruyen la arquitectura histórica de la Cdmx por interés económico de inmobiliarias, señalan

Texto: Agencia Proceso/ Foto:
Ciudad de México, 19 de marzo de 2018. Cuenta el arquitecto Enrique X. de Anda que hace algunos años, en Argentina, sus colegas Carlos Flores Marini y Ramón Gutiérrez instituyeron el Premio Atila para entregarlo cada año al funcionario público más depredador, a aquel que hubiera autorizado la destrucción del mayor número de edificios simbólicos.
Sugiere con cierta ironía establecerlo de nuevo en México porque constantemente se destruyen edificios de épocas pasadas, particularmente de arquitectura moderna. Es una situación relacionada con el concepto de ciudad y el problema –dice– es que quienes la administran no tienen ninguna idea de la importancia de la arquitectura histórica.
En entrevistas por separado, De Anda y el también arquitecto Gustavo López Padilla hablan con Proceso de cómo se ha transformado la ciudad, el desmedido interés económico de las empresas inmobiliarias que buscan la mayor plusvalía en sus proyectos, el desdén por el patrimonio de las autoridades locales y el legislativo mismo, las limitaciones del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y de la vigente Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.
A decir de López Padilla se deben revisar los instrumentos legales, hacerlos más fuertes, pero sobre todo crear conciencia del valor patrimonial para tener una sociedad más informada, dispuesta a defender y preservar su legado arquitectónico y cultural por encima de los intereses económicos.
 
La plusvalía
 
Arquitecto y doctor en Historia del Arte por la UNAM, en la cual es profesor, fundador del Foro de Historia y Crítica de la Arquitectura Moderna, autor de varios libros y académico del Instituto de Investigaciones Estéticas, De Anda evalúa que, desde el punto de vista de la conservación, la atención y el estudio la arquitectura del siglo XX es la más desatendida, pese a ser una parte esencial de la cultura. No definida ésta como las bellas artes, sino como la identidad, la manera como dialogamos y el valor de los símbolos.
El problema, dice, es que “hoy en día en la arquitectura moderna todo está como fracturado, está desvinculado; los símbolos, los significados, las importancias existen, lo que no sabemos es cómo acercarnos a ellos porque nunca nos han enseñado”.
En su opinión, más allá de los valores estéticos de los edificios, algunos “maravillosos, hermosísimos”, lo más importante es el proyecto de vida que plantea la arquitectura, su vinculación con la historia del sitio donde se erige, con la tecnología, el confort, la iluminación. Lamentablemente hay ahora obras que son simples operaciones comerciales:
“¿Cuánto le voy a invertir y cuánto voy a ganar y en cuánto tiempo? Lo que pase alrededor, si depredo, dejo sin servicios, si se vuelve un caos la ciudad porque incremento el número de vehículos etcétera, me tiene sin preocupaciones. Eso es lo que piensan los operadores comerciales, su problema es cómo multiplicar rápidamente el capital financiero. Yo no puedo decir que esas operaciones sean obras arquitectónicas, no lo son.”
“Centrémonos en el caso de la ciudad donde vivimos. ¿Cuál es el proyecto de ciudad? Pues es un proyecto que tiende hacia la verticalización, hacia la saturación. ¿Quiénes son los beneficiados? Indudablemente, en este momento, los grades desarrolladores, los que están haciendo y han hecho estas enormes plazas comerciales, han inventado una nueva manera de socializar donde la gente –no siempre con la capacidad financiera de compra– se mete para sentirse parte de un grupo más amplio.”
“Fue durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari –recuerda– cuando se desató en el país la especulación inmobiliaria, tras una época donde no había créditos hipotecarios. Se comienzan a construir muchos edificios en venta pues la renta ya no es negocio y “todo es vendible, la calidad de los edificios se hace bajo esa tónica y es verdaderamente deplorable, espacios muy pequeños, incómodos… Obviamente, no puedo estar en favor de eso porque a mí me interesa la dignidad del ser humano, para mí es fundamental.”
La Ley Federal sobre Monumentos establece que al INBA corresponde la preservación del patrimonio artístico construido a lo largo del siglo XX (al Instituto Nacional de Antropología e Historia, el arqueológico y el histórico, de la época precolombina y siglos XVI al XIX). Pero en el caso de los monumentos artísticos se requiere una declaratoria presidencial, y si el propietario no está de acuerdo con la declaratoria, sencillamente no se hace.
Hay edificios catalogados con valor artístico, y si alguno de ellos está en riesgo el INBA puede “persuadir al propietario cuando le solicita autorización de intervención, de que no lo desfigure del todo o no lo vaya a tirar”. ¿Qué sucede?, pregunta el arquitecto De Anda, y responde él mismo que se tiran en las noches o los fines de semana.
¿Qué se puede hacer? Responde que revisar la ley y crear conciencia, en principio; luego, dialogar con las autoridades y hacerlas entender el valor patrimonial, motivar a la academia para que se ocupe de estos asuntos porque es donde se genera el conocimiento, y habría que incluir en los libros de texto gratuito un capítulo sobre la defensa del patrimonio.
Reconoce el trabajo que se hace en el área de Arquitectura del INBA, “con magros recursos y muchas dificultades, no tienen una ley que los apoye, y pare usted de contar. Entonces, ¿dónde están las asociaciones civiles?, ¿dónde están los patronatos?, ¿dónde está el interés de los grandes consorcios por ayudar a la arquitectura y servirse de la arquitectura?