23 mayo,2018 6:27 am

Doce cuentos para comprender el mundo/ 1 de 2

José Gómez Sandoval
POZOLE VERDE
 
Cerca de las estrellas
Lo diré de entrada: leer Doce cuentos para comprender el mundo* es adentrarse en laberintos existenciales donde personajes representativos de la inocencia y otras caras virtudes humanas tratarán de darle al tiempo la importancia que tiene como agente de la identidad personal y colectiva y de reinstalar al amor como vehículo de comunicación humana, a través de anécdotas destinadas a detonar una conciencia eco-cosmológica en lectores de doce años en adelante.
El psicólogo y filósofo Luis Antonio Wences decidió trasladar su experiencia clínica en el área infantil y sus intuiciones educativas al mundo narrativo. Antes que publicar un tratado al que con facilidad accederían los especialistas del tema pero que probablemente quedaría lejos de los meros destinatarios, nos ofrece doce inquietantes e ilustrativos cuentos, como para que, por un instante, de forma humilde pero prometeica, nos sintamos cerca de las estrellas.
Ana y el tiempo
Para escribir lo anterior tardé días y relecturas. La culpa la tuvo el primer cuento, “De cómo se formó el tiempo”, y sus delicados retruécanos existenciales. Empieza con Ana y Federico mirándose “a los ojos como queriendo interiorizar el uno en el otro con la mirada como si al interiorizarse se pudiera evitar la ausencia”…
Ignoramos por qué la pareja está destinada a separarse. Además, no es una pareja cualquiera. No platican en la intimidad de una casa ni se reprochan por celos o maltratos; mirándose “uno al otro en silencio, comprendieron que había en ellos un vacío y que la única forma de no sentirlo era haciendo lejanía; partiendo”…
Para ella, “hacer existencia” es “acabar con el vacío que sentimos. Viviéndonos en la vida…, existiendo para pertenecernos”.
Se separan, y de su angustia y su dolor surgió el pasado, “y la esperanza de reencontrarse en el amor”, que creó el presente, el futuro y “el tiempo en su totalidad. Y, con ello, el universo”.
Las acciones que constituyen el relato ocurren en un plano interior, metafísico, abstracto. Cuentos después, adentrados en el laberinto de paradojas e intrigas gustosas, creemos comprender que el relato de Ana y el tiempo equivale al lied del conjunto. El ir y venir de lo metafísico a lo concreto, y viciversa, será la cancha de las anécdotas fabulosas del libro, “que –anuncia la contraportada- quiere propiciar en los niños y jóvenes un pensamiento que les permita comprenderse como pertenecientes al mundo, como ser-en-el-mundo, con la intención de formar en ellos un modo de pensar de amor y respeto a los que nos rodea”… El asunto anunciado aparece, con detalles, en “Cómo surgieron las estrellas”.
Nyx y la noche
Nyx es una niña enamorada de la noche. De tanto verlas, le robaba el brillo a las estrellas y quienes la encontraban “sentían conocer el universo a través de sus ojos”; habían viajado “hacia el infinito… sin saberlo, para después no volver a ser” ellos mismos.
El chiste está en que “tampoco ella lo sabía”.
Le preguntaron a San Agustín qué era el tiempo, y el santo escritor respondió: “Si me lo preguntas, no sé; si no me lo preguntas, lo sé”. Esto de conocer sin saberlo, que remite a este saber no sabiendo, toda ciencia trascendiendo de un poema de San Juan de la Cruz, será uno de los ingredientes con Luis Antonio Wences fortificó su propia Escala para subir al cielo en 12 capítulos.
Nyx huye del día. Entre lágrimas y estrellas, se integra a la noche, ella misma estrella…
Mujeres, pararrayos celestes
El personaje principal de nueve relatos es mujer; ocho de las mujeres son niñas. Ellas son una especie de “pararrayos celeste” (como dijo Rubén Darío de los poetas). Tras un proceso, que empezaría en el padecimiento, pasaría por la purga y desembocaría en la revelación, son las mensajeras o el conducto de un bien natural, colectivo y cósmico. Por más pequeñas que sean, en su breve pasado hay recuerdos obstinados y simbólicos. Los ámbitos precarios en que viven contrastan con la prodigalidad de la naturaleza. Los datos sociales que el autor aporta son mínimos, pero suficientes para ubicar la situación en que encontramos a sus personajas: a través de ellas sabremos cómo se formó el tiempo y el mar, cómo surgieron las estrellas, los mares y los ríos y pormenores de la primavera…
Lupita y el mar
“De cómo surgieron lagos y ríos” es el relato más desnudo de planteamientos o comentarios filosóficos expresos del libro de Wences. Casi Grimm. En nuestro recicle de anécdotas, ésta va casi completa:
Muy pequeña, Lupita se metió entre olas “grandes y peligrosas”, pues quería ser parte del mar. El mar, que “la empujó hacia la playa para que no se ahogara”, le ofreció “adoptarte como mi hija para siempre”. Adonde fuera, el mar estaría en su corazón. Entre las historias que le cuenta el mar está el de las princesas que lloraron en él, deslizando el secreto de que “quien bebe las lágrimas de una princesa puede ser inmortal”.
Lupita debe viajar al desértico norte con su mamá. Llena de una “tristeza profunda”, propia de una princesa, sentía “unas ganas inmensas de llorar”… “De pronto, el autobús empezó a moverse en forma extraña, como si el mar lo moviera”, y con el olor y la brisa marina Lupita se durmió y en su sueño fue sirena y estrella de mar. Despertó feliz, y se puso a llorar de alegría. Sus lágrimas formaron un charco y, luego, pequeñas lagunas; por último, una gran lago. “Era el mar”, que le dijo:
“–Me purifico a través de tu corazón y de tus ojos, sólo tú puedes hacer esto, porque, por si no te has dado cuenta, tú también eres una…
–¿Princesa?
–Sí… Por eso puedes hacer que yo me convierta en lo que ahora soy: dulce, agua dulce. Así es como han nacido todos los ríos y los lagos: con las lágrimas de miles de princesas que han llorado en el tiempo de mi esencia.
–Sí –dijo ella, descubriendo con asombro y felicidad–. Todas las niñas somos princesas.
 
María, las montañas y el cielo
Si a Nyx le fascinaba la noche y a Lupita el mar, María se emocionaba con las montañas y el cielo azul. La contemplación del cielo le proporcionaba “una tranquilidad celestial entrelazada con una desproporcionada alegría”… El narrador propone aquí al “corazón” de las personas cercanas a María latiendo “en sincronía con el pulso de ese cielo”, con lo que adquiere ánimos “para toda la vida”.
Ora que, otra vez, “La gente de ese pueblo no lo sabía, sólo lo vivía”…
Durante una larga y tórrida temporada de lluvias,  María le pidió “al Creador todos los días que le regalara un pedazo de ese cielo para todos los seres humanos”. Al mes, “algo había caído del cielo y se movía”, y cuando la gente salió de sus casas descubrió “a las orillas del pueblo un inmenso mar que se extendía por toda la parte sur y que nadie sabía dónde terminaba”…
“Entonces (María) entendió todo… cada vez que pedía al Creador, le era regalado un poquito de agua; eran pedacitos de cielo materializados para que los humanos lo pudieran tocar y sentir: los mares se habían formado”.
Mayra y el robo del mar
Nadie sabía por qué el mar había desaparecido. Se lo atribuían a “tanto ensayo nuclear”, a “la ciencia”. Mayra, que sabía el por qué de la desaparición, se propuso devolver el mar para que niños y adultos se siguieran divirtiendo con sus olas, y, a orillas de la vacía cuenca marina, escribió poemas para que el mar volviera a su lugar. Al segundo día le ofrendó más de cien poemas al océano, al que dijo: “Aunque sólo yo sea la única persona del mundo que te quiera, tú debes regresar, y no me voy a ir hasta que vuelvas”…
Los personajes de Wences viajan. Viajan como una forma de purgación. Ana y su pareja se separan para encontrarse. A  Lupita se le aparece el mar en una carretera del desierto. Todas las mañanas, María se desplaza a la playa, y su persistente contemplación de la naturaleza magnánima constituye un viaje a su interior problematizado. Mayra se queda dormida, junto al mar. Sus asustados padres la encontraron al día siguiente.
“–Si quieren que el mar regrese (dijo la niña), sólo digan que lo aman.
“En ese momento, una de las lágrimas rodó por su mejilla, cayó a la arena y se fue haciendo un surco muy extraño, muy grande, que corría a gran velocidad hacia donde antes reinaba el mar. El surco se fue haciendo cada vez más grande hasta que de pronto de ahí empezó a brotar agua, mucha agua, por todos lados: el mar había regresado”.
 
* Doce cuentos para comprender el mundo (para niños de doce años en adelante), de Luis Antonio Wences, 2017, quiere propiciar en los niños y jóvenes un pensamiento que les permita compenetrarse como pertenecientes al mundo, con la intención de formar en ellos un modo de pensar de amor y respeto por lo que nos rodea.