24 agosto,2024 5:53 am

Documenta el MEH la violación y asesinato de una misionera en Cuajinicuilapa en la guerra sucia

Señala que la “estructura caciquil” de Guerrero posibilitó la falta de esclarecimiento del crimen que forma parte de las violaciones graves a derechos humanos en contra de la “disidencia religiosa”

Acapulco, Guerrero, 24 de agosto de 2025. La violación y el asesinato de la misionera colombiana Luz Marina Valencia Treviño en 1987 en Cuajinicuilapa forma parte de las violaciones graves a derechos humanos en contra de la “disidencia religiosa” durante la guerra sucia, documentadas por el Mecanismo de Esclarecimiento Histórico (MEH), que señala que la “estructura caciquil” posibilitó la falta de esclarecimiento del crimen.

La Parte 4 Violaciones graves a derechos humanos en contra de disidencias sociales, del Volumen 2 del informe, incluye el capítulo Violaciones graves a derechos humanos en contra de la disidencia religiosa, cuyos practicantes se “caracterizan porque sus comportamientos y creencias se alejan o contraponen al orden establecido”, explica el MEH en el documento de 627 páginas.

Uno de los pocos casos que pudieron ser documentados por el mecanismo sobre violaciones graves a los derechos humanos de una mujer vinculada a la Iglesia católica es el de la tortura sexual y ejecución de la misionera colombiana Luz Marina Valencia Treviño en Cuajinicuilapa.

Recién terminada una licenciatura en Misionología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y perteneciente a la orden de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, que se destacaban “por llevar un modo de vida sencillo desde la opción por los pobres”, la oriunda de Colombia ingresó a los 34 años a México, adscrita a la Arquidiócesis de Acapulco, el 5 de septiembre de 1986.

El 10 de diciembre se trasladó a la Costa Chica con el equipo misionero integrado por la española Justina Moreno, la argentina Emma del Valle Menéndez y el padre estadunidense Roberto Hickl, con el objetivo de la “promoción de Comunidades Eclesiales de Base y concientización en todos los niveles”, adscritos a la parroquia de San Nicolás Tolentino.

El actual párroco Francis Kabika le dijo al MEH que las integrantes del equipo misionero, aunque de manera breve, causaron buena impresión entre la población, “ellas ayudaron mucho a la formación de la gente en este pueblo, claro que a través de los grupos eclesiales, pero también ayudaron mucho con la catequesis. También iban mucho a visitar a los enfermos. Básicamente ese era su trabajo pastoral, caminar con el pueblo, acercarse al pueblo y estar con el pueblo”.

El informe señala que las actividades económicas de la región a la que llegó el equipo misionero, “se centraban en el cultivo temporal por la carencia de sistemas de riego, la cría de ganado vacuno y caballar. Era una zona caracterizada por los altos niveles de violencia”.

Como parte del plan pastoral del equipo misionero, la hermana Luz Marina y el padre Hickl llegaron el 20 de marzo de 1987 a Gloria Escondida, “una cuadrilla o rancho de difícil acceso, el lugar más pobre y lejano de la parroquia de Cuajinicuilapa, sin servicios de luz ni agua potable”.

Aproximadamente 15 familias campesinas trabajaban en esta especie de antigua hacienda “al servicio de Nicolás Flores, cacique principal, su hermano Fernando y su hijo Candelario. La familia Flores, además de las tierras de Cuajinicuilapa tenían propiedades en Acapulco y compartían el poder económico y político en la región de la Costa Chica con otras familias de Ometepec, Cruz Grande y San Marcos”.

El MEH recupera el testimonio registrado con anterioridad de la hermana Justina Moreno, quien contó que en una de las dos misas que celebró, el padre Hickl “habló de la riqueza y de la justicia. Puso como ejemplo el de la comunidad, donde unos pocos (la familia Flores) acaparan la tierra y la riqueza, mientras pagan bajos salarios a los campesinos (1500 pesos por una jornada en la cosecha de la copra)”.

Los religiosos pernoctaron esa noche en el rancho, Luz Marina en la casa del campesino Miguel Cosme Guzmán y su esposa Caritina Cruz Vázquez, quienes intentaban habilitar la figura del comisariado ejidal para tener un representante en el municipio, mientras que el padre Hickl en una casa desocupada de la familia Flores.

Después de acompañar al sacerdote a instalarse, Miguel Cosme fue baleado en el regreso a su casa, mientras que su vivienda en la que estaba Luz Marina fue atacada por cuatro hombres.

El MEH recoge dos versiones de los hechos, una dicta que los hombres quisieron violar a la hija de Miguel Cosme y Caritina Cruz, Luz María de 15 años, pero la religiosa la defendió, entonces la atacaron y murió; la otra versión es que los hombres buscaron directamente a la misionera colombiana.

“Todas las versiones coinciden en que la hermana Luz Marina fue torturada sexualmente y luego recibió un disparo en el abdomen. El disparo no la mató rápidamente, permaneció desangrándose durante siete horas”.

El cuerpo de la religiosa fue trasladado al día siguiente a Cuajinicuilapa, donde fue enterrada y sus restos fueron trasladados a la parroquia de San Nicolás Tolentino en 2012.

El 26 de marzo de 1987, los pobladores protestaron durante la visita al municipio del entonces gobernador Alejandro Cervantes Delgado, quien respondió: “Yo no vine a arreglar problemas de monjas; la muerte ella se la buscó y la encontró”.

Fernando Flores Saavedra, ex marino e hijo del cacique Flores, fue detenido dos meses después en Cuautepec, con uno de sus cómplices, Javier Metodio; el otro hijo del cacique, Candelario, continuó prófugo. En 2016 la Arquidiócesis de Acapulco conmemoró el “martirio” de Luz Marina.

El MEH afirma que la tortura sexual y la ejecución de la misionera “dejó en evidencia las condiciones de violencia que enfrentaban las mujeres de la región afromexicana e indígena de la Costa Chica. Es decir, en este caso se conjuga su condición de mujer, cristiana y misionera”.

Al igual que en otros casos de los Altos de Chiapas documentados por el mecanismo, en los contextos indígenas, campesinos y afromexicanos de Guerrero “la violencia contra las disidencias religiosas católicas se vio atravesada por los actores locales que controlaban el poder político y la economía. En el caso de la ejecución de la misionera colombiana Luz Marina Treviño, la estructura caciquil posibilitó la falta de esclarecimiento efectivo del hecho”.

Texto: Ramón Gracida Gómez / Foto: Tomada de Internet