29 diciembre,2022 11:25 am

Don Moy, el clavadista de La Quebrada que dobló al doble de Elvis Presley

Barbara Kastelein / Especial para El Sur

III

Mis primeras entrevistas con clavadistas veteranos en La Quebrada sucedieron en noviembre de 2004 para un capítulo de un libro de antropología de turismo que se llama Vacaciones en México (Holiday in Mexico: Historical perspectives on tourism and tourist encounters, Duke University Press, 2008).

Me quedé impresionada con la necesidad que mostraba don Nacho (Ignacio Sánchez) –alumno de Moisés García Flores don Moy, en el clavado y en la integridad personal– de menospreciar el sensacionalismo con el que se acostumbraba a adornar a las leyendas locales, sobre todo las de los clavadistas.

Nacho se enfocó en el miedo, las lesiones, centrándose en las dificultades que sufren los clavadistas y el legado que recibieron de sus mayores.

Entendí que el manoseo y la fabricación de mitos de parte de los promotores turísticos tendían a opacar la verdadera historia de los clavadistas como asociación, y como comunidad unida que gozaba de toda una serie de experiencias y valores esenciales.

“Moy tenía los rasgos de Elvis y por eso lo escogieron”, dice su viuda. Foto: Cortesía de Barbara Kastelein

Pero cuando caí en cuenta de que Nacho ya había estado ejecutando clavados cuando se hizo la película de Elvis, le pregunté qué recordaba de la estrella.

Estaba verdaderamente asombrada cuando el veterano clavadista replicó: “Elvis nunca estuvo aquí”, lanzándome una mirada oscura. Luego, con el respeto de un caballero, se disculpó por relatarme el tristemente famoso insulto que el Rey lanzó a la mujer mexicana.

La versión documentada que encontré cuando regresé a casa alegaba que Elvis había dicho que preferiría besar a tres afroamericanas que a una sola mexicana y, efectivamente, fue declarado persona non grata por las autoridades mexicanas.

Esta historia podría parecer algo decepcionante cuando, en los años siguientes, fanáticos de Elvis, documentalistas y buhoneros de nostalgia llegaron a Acapulco en busca de recuerdos y anécdotas como parte del Hollywood Trail.

Con suave ironía y un centelleante sentido del humor, doña Lilita maneja el asunto con delicadeza, comentando que le tocó a su esposo “¡doblar al doble de Elvis Presley!”.

“En ese tiempo el gobierno no permitió que Elvis entrara a este país porque había un poquito de insulto para la mujer mexicana”, recuerda. Había un casting para la escena final con el clavado, y “Moy tenía los rasgos de Elvis y por eso le escogieron”.

“Le dio mucha alegría”, dice su esposa, pero enfatiza que a don Moy “le apasionaron sus otros trabajos de doblaje también, por ejemplo el de Cantinflas”, en El bolero de Raquel, de 1957.

Años después, aparece información en Wikipedia (en inglés; curiosamente, no relata esto la enciclopedia en línea en español) que la prohibición contra Elvis “había comenzado en 1957, cuando Excélsior –entonces el periódico más importante de México– publicó un artículo del columnista de chismes Federico de León. Afirmaba falsamente que Presley había sido entrevistado mientras visitaba Tijuana y allá, supuestamente, había hecho ese insultante comentario racista y misógino.

La razón detrás de esto parece haber sido la venganza de un  poderoso político mexicano, un tal Ernesto P. Uruchurtu, regente de la Ciudad de México. Supuestamente envió un cheque en blanco a las oficinas de Presley en Los Ángeles a principios de 1957, buscando la aparición del ídolo en la fiesta de quinceañera de la hija de un poderoso magnate de los medios.

Según dice, la invitación no fue acordada a pesar de que el magnate ya había comenzado a presumir públicamente que Presley aparecería en la fiesta. Por eso se plantó la historia en Excélsior, para vengar el rechazo y también una forma de explicar por qué no vino a México a cantar.

Suena factible, y por un momento me entrego a mis pensamientos, imaginando cómo hubiera sido si Elvis realmente hubiera venido a Acapulco a principios de los años 60. Estoy segura de que le hubiera encantado y se hubiera llevado de maravilla con sus hospitalarios, musicales y entusiastas habitantes.

Tal vez Elvis no hizo ese comentario vergonzoso, y sigue siendo un héroe después de todo. Pero, sin duda, los verdaderos héroes trabajadores de esta historia son los hombres, como don Moy, que diariamente arriesgan sus vidas, hacen historia y promocionan su ciudad natal aquí y en otros países.

Cuando me enteré, después de entrevistar a doña Myrna, la viuda de El Chupetas, en 2005 y 2006, que nadie había publicado un obituario de este hombre de energía desbordante, promotor de Acapulco y México, estaba sorprendida y triste. Reuní ciertos datos y algunas de las muchas historias sobre él y escribí uno yo misma.

Este impulso de salvar la memoria y preservar el valioso legado de hombres valientes (y mujeres, porque este es un libro sobre la comunidad, así como de los individuos) fue lo que me movió a empezar a escribir el libro Héroes del Pacífico. Es principalmente una colección de historias orales atrás del escenario, que he tratado de relacionar entre sí con la mayor precisión posible, y darle forma de narración…

Tanto el legendario Chupe-tas como el serio y discreto don Moy, fueron hombres que, de sus diferentes formas y estilos, representaban las décadas en las cuales los clavadistas, al mismo tiempo que Acapulco, establecieron su fama mundial, y han contribuido, como pocas otras personas del puerto, al renombre de su ciudad y su país.

Pero no cabe duda de que hay aún más héroes en esta tradición –todos los que se tiran–. Muchos de los nombres están registrados en placas a la derecha cuando uno ingresa a La Perla en el hotel Mirador y Gustavo Gatica, el presidente actual de la asociación, me dijo que se está trabajando con el hotel para colocar una placa nueva y actualizada pronto.

Para el pasado Día de Muertos, por primera vez los clavadistas festejaron esa fiesta para los antepasados en La Quebrada con clavados especiales y un altar grande con fotos de los miembros históricos de su fraternidad. Su ofrenda grande de colores vivos rindió honor a los clavadistas muertos como Raúl Chupetas García, Apolinar Chávez, don Polín; Moisés García Flores, don Moy, y también Juan Obregón don Peque, Porfirio Salas, Manuel Flores, Eustorgio Tornés, Ernesto Vargas, Benjamín Zamora, José Justo Álvarez… Y don Ricardo Vega Moreno –clavadista veterano de 78 años, y tres veces campeón en los torneos internacionales que se realizaron aquí–; también me recordó a Filiberto Suástegui El Chocolate, Martín Girón El Mono (que también tristemente se murió este octubre), “y uno que fue el primer dirigente del Club de Clavadistas de la Quebrada y Salvavidas de Acapulco, Alfonso Apac Ríos, y mi maestro Rafael Alvarado La Changa”.

Hay más, pero una adición trágica es César Aparis Vargas, clavadista y socio de la Asociación, quien fue asesinado el 3 de noviembre entre la Costera y playa Langosta.

Cuando murió don Moy, César –que era también dirigente de pescadores de Acapulco– publicó en Facebook: “Dios lo tenga en su Gloria. Un fuerte abrazo hasta el cielo. Dejó un gran legado”.

Duele pensar que sólo un par de semanas después, César ya no estaba con nosotros tampoco…

Esta es una oportunidad para redescubrir y honrar un legado, que es grupal e individual. Es hora de quitar el anonimato que lleva a los estereotipos y ver la riqueza de personalidad, valentía y valores que encierra la historia de Acapulco.

Entérate más