12 junio,2021 5:31 am

¿Dónde quedó el repudio al PRIAN?

Jorge G. Castañeda

 

Los datos finales del PREP nos permiten reiniciar una discusión que debió haberse celebrado desde 2018, que se ha interrumpido desde entonces, y que ojalá ocupe un lugar central de aquí a las elecciones presidenciales de 2024. Es el debate sobre si hace tres años la sociedad mexicana rechazó de manera abrumadora a los regímenes del PRIAN –2000-2018– y al “neo-liberalismo” y se lanzó a los brazos abiertos de López y a la supuesta cuarta transformación que echaría a andar.

Ya hemos tratado de ilustrar en estas páginas cómo los resultados de 2018 no fueron los que parecieron. AMLO llegó a sus famosos 30 millones de votos (53 por ciento de los electores) solo porque recibió la ayuda de sus amigos: Peña Nieto, los gobernadores del PRI, los medios de comunicación controlados por Los Pinos. Pero la mejor prueba de la falsedad de la tesis del PRIAN repudiado yace en los números de 2021.

De un total de 47.7 millones de votantes en la única elección nacional del pasado domingo (así dejamos fuera al poniente opositor del Valle de México y a las gubernaturas de Morena), 34 por ciento sufragaron por Morena. La suma de PRI y de PAN, aliados en unas dos terceras partes de los distritos, alcanza 36 por ciento, con más o menos la mitad cada uno de los dos partidos. Se puede discutir si es válido amalgamar a ambos partidos de posición sólo porque se aliaron. Pero quien inventó –con ingenio y cinismo– el apodo de PRIAN fue López Obrador: van juntos no porque se coaligaron en 2021, sino porque gobernaron de facto juntos e igual el uno que el otro entre 2000 y 2018 (se podría incluir también al sexenio de Zedillo, pero por alguna razón los partidarios de AMLO no suelen hacerlo).

En otras palabras, las partes de la población adeptas de la 4T (los del Verde y del PT no son adeptos de nada) y del PRIAN (el PRD se alió ahora con ellos, y en 2018 con el PAN, pero nunca gobernó con ellos) son prácticamente idénticas. No hay, en las urnas del 6 de junio, ningún rechazo, ningún mandato, ningún juicio lapidario para la historia de repudio a los partidos que llevaron a Fox, a Calderón y a Peña Nieto a la presidencia. Tampoco hay un castigo generalizado hacia la patética gestión de gobierno de López Obrador. O, si un poco más del tercio del electorado es el reflejo de un fracaso, lo es también para Morena. O todos coludos o todos rabones.

La pregunta interesante para 2024 consiste en las raíces profundas de esta aparente neutralidad de la sociedad mexicana, tanto hacia el PRIAN como frente a Morena. Hay mucho de indefendible en lo que gobiernos desde el año 2000 hicieron en México, pero también hay mucho que rescatar, que López Obrador se ha propuesto destruir, y que un futuro gobierno tendrá que reconstruir. La oposición del 2018, vapuleada por un resultado que no esperaba, se quedó pasmada hasta el día de hoy en la búsqueda de qué defender, qué reconstruir, y qué tirar, efectivamente, al basurero de la historia. Da la impresión que le tiene pavor al fantasma de la restauración, en parte con razón. Pero la sociedad mexicana rechaza menos lo que se hizo, que los propios artífices de lo que se hizo. Hacia adelante, habrá que tomar nota de esta paradoja.