2 mayo,2021 9:36 am

Dos ojos como dos pastillas

 

 

 

 

 

Ciudad de México, 2  de mayo de 2021. Un gran mural que va del azul profundo al rosa cubre las paredes del espacio expositivo Proyecto Caimán. En él hay dos cuervos empollando un par de ojos. Dos ojos que son como dos pastillas.

El artista Enrique López Llamas la hizo después de visualizar una reproducción del cuadro The hooded crows (Los cuervos encapuchados en su traducción más literal), del pintor sueco Bruno Liljefors, en la clínica en la que hospitalizaron a su padre por depresión el año pasado.

En medio de cada muro, parte del mural, hay tres polípticos de pinturas abstractas, pero el óleo, igual que la pintura acrílica del mural, contiene antidepresivos, ansiolíticos, antipsicóticos y analgésicos molidos, estos medicamentos combinados se usan comúnmente para tratar la depresión.

“Un cuervo empolla los ojos de su padre”, como se titula la exposición, es un trabajo profundamente personal y es la primera exposición individual de pintura que ha realizado el artista originario de Aguascalientes.

Fue curada por Marco Valtierra y se expondrá durante dos meses en el espacio.

 

¿Dónde situarías el comienzo de este proyecto?

“A mediados del año pasado internaron a mi papá en una clínica, un centro de salud mental, en los pasillos de este lugar estaban colgadas reproducciones de obras famosas de arte, lo cual de inmediato llamó mi atención. En el lobby, por ejemplo, estaba el Guernica, que sí es una pintura muy reconocida y famosa, pero no deja de ser una pintura de guerra, con caras gritando y sufriendo, encontré pinturas de Rivera, de Goya, Helen Frankenthaler, los nombres que uno imaginaría ver, pero la selección de pinturas era medio extraña puestas en un lugar como éste. En este caso partí de The hooded crows, que relacioné de inmediato con esa frase de ‘cría cuervos y te sacarán los ojos’ que nos dice mi papá cuando se enoja con nosotros”.

 

¿En qué momento se te ocurrió mezclar las pinturas con medicamentos?

“Cuando pasó lo de mi papá tuve que ir a Aguascalientes, estuve con él y con mi familia y a mi vuelta a la Ciudad de México, donde vivo, me traje medicamentos que habían sobrado de varios tratamientos psiquiátricos que él había dejado. No inicié queriendo hacer obras sobre medicamento o con los medicamentos, fue algo que surgió, había empezado a vivir un proceso en el que solo quería estar haciendo cosas, con todo lo que ocurrió, lo que vivimos, lo bueno y lo malo.

“Un día vi un paquete de Fluoxetina, que parecía un Sol Lewitt, ahí fue cuando pensé que seguro debió haber una relación entre cómo había cambiado el empaquetado de estos medicamentos en el siglo 20 con el boom de artistas como Barlet Newman, Rothko y Sol Lewitt, en mi hacer lo molí y estuve probando, se me ocurrió hacer solo una pintura a la que no le agregué ningún tipo de pigmento, la adherí con pegamento y ha sido muy interesante ver cómo se ha ido oxidandoy cambiando mucho de color, por ahí empezó, ahí me exigí buscar más conexiones pensando en todo lo que había ocurrido, las imágenes que había visto, cómo se relacionaba con la experiencia de mi papá, comenzó un poco por ahí”.

 

En tu trabajo ha estado continuamente la historia del arte y sus interpretaciones ¿este proceso te hizo pensar diferente las pinturas que viste en la clínica?

“Estoy trabajando sobre una obra que estaba en el cuarto de mi papá en la clínica, era ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco, una pintura donde hay un panel lleno de escenas sexuales y en otro el fin del mundo, a mí en la escuela de artes me enseñaron a leer al Bosco de una manera y luego me lo encontré en la habitación de mi padre y cambió completamente su significado, de ahí el ejercicio de reinterpretar las obras, reproducirlas, saber qué ocurrió en la clínica donde estaban esas piezas, es como la reproducción de la reproducción”.

 

Después de lo que viviste y luego del proceso creativo ¿qué piensas de los padecimientos psiquiátricos y la medicación?

“No puedo hablar de la depresión porque no tengo esa enfermedad y aunque viva con una persona que la ha tenido por décadas, no sé dimensionarlo, todo este planteamiento es más bien mi relación con la enfermedad de mi papá y el consumo de este tipo medicamentos. Lo que sí creo que es relevante y que me gusta mucho que pase con este tipo de piezas es que puedo partir de algo muy personal, algo muy inmediato para mí y ajeno para el otro pero se desdobla porque justo es un problema generacional, es una enfermedad muy relevante, antes de la pandemia del Covid, la depresión era una de las enfermedades que más ocupaba a la OMS después de los padecimientos cardiacos, y con la pandemia aumentó un 30 por ciento la venta de antidepresivos en México, todos conocemos a alguien que consume este tipo de medicamentos, estas piezas siempre pueden ser leídas como un detonador de conversación”.

 

¿Habías vivido un proceso tan personal antes?

“No como esto. Al inicio tuve miedo, es muy distinto poner el cuerpo así, en otras obras puse mi cuerpo en las imágenes que construí, es muy distinto a mostrar un lado más vulnerable como artista, en este sentido creo que no es una operación tan distinta, sigue habiendo un discurso sobre la historia del arte, porque soy yo poniéndome en estas historias, encontrándome en ellas, pero sí tiene algo distinto porque no solo es mi vulnerabilidad, es la de mi familia y ese hasta la fecha es un tema con el que voy lidiando”.

 

¿Tú papá sabe de este proyecto?

“Sí, le he mostrado las pinturas y las conexiones que he hecho. Al final con su enfermedad y la manera en la que ha transformado las dinámicas de la familia en momentos distintos, el tema era tabú, no se mencionaba en la familia que él había sufrido, me entusiasma imaginar que esto nos ayude hablar de eso, no al público, a mí y a mi familia”.

 

Sin caer en los clichés de que el arte sana, ¿qué reflexionas después de haber vivido un proceso creativo a la par de este proceso tan personal y, probablemente, doloroso?

“Me lo he preguntado mucho y no tengo una respuesta clara porque hubo dos momentos, uno en el que lo veo y lo estoy haciendo y me hace sentido, al final de cuentas comencé a hacerlo por la necesidad de tener algo manual para que mi cabeza se echara andar, pero en otros momentos veo las pinturas y no estoy tan convencido. Claramente esto no es lo que me está ayudando a resolver este problema, eso lo hago con el psicólogo, pero bromeo mucho con que me convertí en una de esas personas que se reúne los jueves en la casa de la cultura a reproducir una pintura famosa para distraerse, se convirtió en estar haciendo con la mano, son procesos muy largos de trabajo que me ayudan un montón, es más oficio, más trabajo, estoy entre una y otra obra todo el tiempo, creo que me ha ayudado y que hubo momentos de una calma maravillosa”.

 

DEL ARTISTA

> Enrique López Llamas vive y trabaja en la ciudad de México. Nació en Aguascalientes en 1993. Es Licenciado en Artes plásticas por la Universidad de Guanajuato, integrante del Programa Educativo SOMA, uno de los espacios educativos artísticos más importantes a nivel nacional.

> Su cuerpo de obra abarca el performance, video, pintura, fotografía y objeto. En ellas ha abordado temas como la historia, la ficción, la memoria y la nostalgia.

> Ha sido beneficiario del FONCA y del PECDA del estado de Aguascalientes, su obra ha sido seleccionada en programas como la Bienal de Dibujo y Pintura Enrique Guzmán del Museo de Arte Contemporáneo de Aguascalientes en tres ediciones así como en la Bienal Internacional de Arte Visual Universitario y el II Concurso Nacional de Artes Visuales en Miniatura de 2018, por mencionar algunos.

 

Texto y foto: Agencia Reforma.