12 octubre,2024 6:10 am

Dos versiones de un país

AMERIZAJE

 Ana Cecilia Terrazas

A quienes han sufrido por los recientes huracanes.

 

Como decía Jacques Derrida, todo es texto y los libros a veces son el mejor pre-texto para hablar de lecturas, relecturas, interpretaciones, textos.

El libro a dos manos –de reciente publicación por Porrúa– Dos hermanos, un país, de José Agustín Ortiz Pinchetti y de Francisco Ortiz Pinchetti, es un texto disfrutable por muy diversas y coyunturales razones:

Primera. Los dos hermanos se embarcan en un viaje de vida, biografías, profesiones y oficios, inserto en la historia reciente de México; van desde Lázaro Cárdenas hasta el 2023 y lo que en ese año se podía vislumbrar. El resultado es una narración tanto personal como general, muy bien contada, de un trayecto político fundamental en el que se logró consolidar un partido de Estado, que adoptaba como suya una Revolución mexicana y que llegó, después de casi un siglo en el poder, a ser relevado por un partido opositor que no duró más de 12 años al frente para regresar a ese partido. Después, viene el cambio a otro partido opositor que, hasta donde parece, puede permanecer muchos años más al frente del gobierno. El recorrido solo, sin adjetivos, permite a quien lo lee encontrar resonancias, semejanzas, diferencias, puntos de quiebre, orígenes de divergencias, comunes denominadores y reflejos de una sociedad esencialmente empática con la frase de Octavio Paz en El laberinto de la soledad: “Las épocas viejas nunca desaparecen completamente y todas las heridas, aun las más antiguas, manan sangre todavía”. Amena recuperación de la historia política.

Segunda. Derivadas seguramente, tanto de estudios y lecturas como del oficio periodístico de un padre famoso cronista taurino, ambas plumas Ortiz Pinchetti son espléndidas. La de José Agustín logra fluir, relatar directamente, no decir de más ni de menos, asentar con palabras lo que se quiere decir. La de Paco, maestro de la metonimia y la imaginería, reportero y cronista único en su estilo de expresión literaria –siempre preponderando el dato sin alejarlo de una cobija experiencial–, es una revelación periodística, informativa también, de lo que ha ocurrido a manera de documental histórico. Ambas literaturas se gozan a plenitud.

Tercera. Un rasgo, no encantador aunque real, de muchas familias y grupos de amistades en el México de hoy, es que la diferencia de opiniones, miradas y visiones del mundo no resulta tan fácil de poner sobre la mesa sin que haya reacciones fuertes, a veces hasta violentas. En el libro, en cambio, los opuestos se entreveran de manera natural. Se deja sentir, sin golpe, la posibilidad de la convivencia desde lo radicalmente distinto. No es un libro de tolerancia ni de aceptación, es un reflejo de dos formas de ver y vivir la historia presente. Al no haber un intento de imposición editorial, los relatos no chocan, se complementan y se colocan en el sentir de cada lector según su mirada. Sobre todo, resalta ese México que no acepta ser descrito sin matices, sin una complejidad socioantropológica y cultural. Poder leer las dos posturas juntas, espalda con espalda, invita a no descartar o aceptar en masa y es muy revelador.

Cuarta. Leer dos versiones de una misma historia desde dos perspectivas hermanas de sangre, resulta en sí una conversación entrañable. Se trata del relato doble, independiente, de dos hermanos muy queridos entre sí, con divergencias de opinión, pero que compartieron básicamente una familia saludable, sana, amorosa, amable y agradable. Escriben lo que pueden documentar y también lo que recuerdan (que significa, como se sabe, volver a pasar por el corazón). Hablar desde el mismo punto de partida, familiar, sobre lo que va sucediendo en la vida, en el tiempo, ya es una tarea encomiable, recomendable. Lo que comparten estos hermanos, cada quien con su público lector es una forma de ser, de creer y de apostar por México y, lo que dicen, lo hacen desde dos butacas privilegiadas, cercanas a los hechos contemporáneos y a cómo es que éstos sucedieron.

El pasado 3 de agosto falleció José Agustín Ortiz Pinchetti, siendo titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales (FEDE). Una partida muy dolorosa para familiares, amigos, integrantes de Morena y un México ávido de personalidades de una pieza, creíbles, confiables.

Este 10 de octubre, Francisco Ortiz Pinchetti cumple 80 años. Gran abrazo para un profesional, también de una pieza, del periodismo, excelente cronista, estupendo maestro.