31 diciembre,2021 10:29 am

Durante 2021 la ola morada pintó al cine mexicano: “Las mujeres estamos hablando por nosotras mismas”

Directoras y productoras contemporáneas son herederas de pioneras que desde todos los ámbitos de la industria cinematográfica han luchado por incluir la mirada de las mujeres y por la construcción de espacios laborales libres de violencias de género

Marcela Vargas

Inspiradas por las luchas feministas actuales, en los últimos cinco años realizadoras como Lucía Carreras, Astrid Rondero, Fernanda Valadez, Ángeles Cruz, Tatiana Huezo y Alejandra Márquez Abella han llevado la perspectiva de género a sus narraciones. Además, Laura Woldenberg (Vice Studios y Mezcla) y Daniela Alatorre y Elena Fortes (No Ficción) han creado casas de producción lideradas por mujeres para contar historias cada vez más diversas.

“Es bien padre ver cómo crece el número de mujeres que filman en México”, dice en entrevista la productora y directora Lucía Carreras, aunque, apunta, queda mucho por hacer para alcanzar una industria realmente equitativa. “Digamos que es proporcional: filman más mujeres porque se hace más cine. Hay más oportunidades para todos, pero los números todavía están muy por debajo de los de los hombres”.

Tuvieron que pasar 59 ediciones del Premio Ariel, otorgado por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), para que una mujer se llevara por primera vez el reconocimiento a Mejor Dirección. La ganadora fue Tatiana Huezo, en 2017, por el documental Tempestad (2016).

La hazaña se repitió hasta 2021, cuando Fernanda Valadez se llevó el mismo galardón por su película de ficción Sin señas particulares. Ambas cintas narran las travesías de madres que buscan a sus familiares desaparecidos por la violencia y la inseguridad en el interior del país.

“Las mujeres estamos hablando por nosotras mismas, nadie nos está dando micrófono de nada, nadie nos ha regalado nada”, afirma en entrevista Sharely Cuéllar, coordinadora de Lumínicas, un portal web creado por mujeres periodistas para analizar el cine desde el género y otras intersecciones. “Son muchos temas que no habíamos logrado ver con la misma sensibilidad o con el mismo tacto”.

La primera mujer que habló en el cine mexicano fue Santa, la protagonista del filme homónimo de 1932 (considerada la primera cinta sonora del cine nacional), dirigida por un hombre y escrita por otro hombre a partir de una novela de otro hombre. Durante décadas, las actrices del cine mexicano sólo pudieron ser personajes unidimensionales que existían en la trama por y para ellos.

En la actualidad, la presencia de mujeres en puestos creativos y de toma de decisiones marca una diferencia en cómo se cuentan las historias sobre ellas; abordan temas sociales desde una mirada empática tanto en la ficción como en el documental.

La combinación de esfuerzos de mujeres en producción, dirección o guión ha rendido frutos para producciones como Sin señas particulares, de Fernanda Valadez; Noche de fuego, de Tatiana Huezo; Los días más oscuros de nosotras, de Astrid Rondero; Las tres muertes de Marisela Escobedo, de Carlos Pérez, pero producida por Ivonne Gutiérrez y Laura Woldenberg, y Nudo mixteco, de Ángeles Cruz, por mencionar algunas de las más recientes.

“Cualquiera puede tocar cualquier tema, pero evidentemente influye cómo ves la vida”, menciona en entrevista la cineasta de origen mixteco Ángeles Cruz. “Por eso es necesaria nuestra voz. No vas a ver lo mismo que un hombre, que un niño o una niña. La diversidad de miradas es lo que nos hace falta”.

Astrid Rondero coincide. “Los hombres siempre han tenido la oportunidad de decir lo que ven y piensan del mundo (…) Cuando empiezas a contar historias desde las minorías y desde las disidencias –añade– surgen personajes mucho más interesantes porque no vienen del punto de vista que ha tenido preponderancia histórica”.

La directora Lucía Carreras cita a Sin señas particulares –coescrita y producida por Rondero y dirigida por Fernanda Valadez– como un ejemplo claro de un abordaje íntimo. Ganadora del Ariel a Mejor Película en 2021, trata las desapariciones forzadas y la violencia del narcotráfico en el norte de México desde la travesía de una mujer que busca a su hijo, quien intentaba cruzar la frontera para llegar a Estados Unidos.

A Astrid Rondero le gusta recordar una de las primeras críticas que leyó sobre Sin señas particulares. En ella, el autor celebraba a la película diciendo que no parecía hecha por una mujer. Más que el sexismo en el texto, a Rondero le sorprende esa perspectiva después de décadas de mujeres talentosas en la industria cinematográfica.

“No creo que sea un éxito propio de nuestra generación –reflexiona Rondero–, sino el resultado de haber tenido generaciones previas que nos han permitido salir de ese microcosmos”.

Un año atípico que no detuvo a las cineastas

Los estragos de la pandemia de Covid-19 en la industria del cine en México se reflejaron durante 2020. De un año para el otro se redujo a la mitad la cantidad de filmes estrenados y producidos en el país. Si en 2019 se estrenaron 101 películas mexicanas, en 2020 fueron 47; si en 2019 se produjeron 216 películas, en 2020 sólo hubo 111, de acuerdo con el Anuario Estadístico del Cine Mexicano 2020 publicado por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine).

La proporción de directoras en esta industria tuvo un primer tropiezo. Los largometrajes dirigidos por mujeres se habían mantenido estables desde 2015, oscilando entre 20 y 25 por ciento de filmes por año. Pero por primera vez desde 2014, menos de 20 por ciento de las cintas producidas durante un año en México fueron dirigidas por mujeres.

En 2020, 39 por ciento de los largometrajes en México tuvo a una mujer como líder de la producción, una reducción de 4 por ciento respecto al año anterior; 13 documentales y seis ficciones fueron dirigidos por mujeres.

En 2021, la mitad de los largometrajes dirigidos por mujeres fueron óperas primas. En un año de disminuida producción cinematográfica para México, 41 por ciento de las personas trabajadoras del cine fueron mujeres, es decir cuatro de cada 10. Bajó la velocidad a los avances conquistados por las mujeres de la industria, pero no los detuvo.

Ser mujer, directora e indígena

Para Lucía Carreras, Ángeles Cruz y Lola Ovando, asociarse para crear una casa productora fue algo natural. Las tres comparten la visión de darle voz a la diversidad y a los grupos vulnerables. “Obviamente con perspectiva de género, pero tratando de incluir todo”, precisa Carreras. “Las tres representamos grupos diversos en todos los sentidos, entonces todo lo que nos representa como seres humanos es línea de trabajo de Madrecine”.

Carreras comenta que habían tenido experiencias desagradables al trabajar con equipos liderados por hombres. “No es que pienses que sólo vas a trabajar con mujeres, pero hay una tendencia por sentirte protegida, por proteger a otras. No debería ser así; aunque están cambiando las cosas”.

De acuerdo con la directora de Tamara y la catarina (2016), el que cada vez haya más compañías integradas por mujeres también es una respuesta a las revelaciones recientes de violencia sexista y misógina en la industria.

En marzo de 2019 las redes sociales mexicanas se llenaron de señalamientos de violencia de género a directores, actores y otros miembros de la industria del cine en México a consecuencia del movimiento internacional #MeToo. En julio de 2019 surgió en México #YaEsHora, una colectiva feminista que busca más historias con perspectiva de género, cero tolerancia a la violencia de género y paridad laboral.

Dos años después, en marzo de 2021, la colectiva Las Landetas colgó un tendedero virtual donde fueron señalados maestros, administrativos y egresados del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) por violencia de género.

“Esos momentos y movimientos modifican los espacios a los que tenemos acceso”, dice por su lado Ángeles Cruz, originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, y directora de los cortometrajes Arcángel (2018), La carta (2014) y La tiricia o de cómo curar la tristeza (2012). De acuerdo con ella, no es suficiente con darle oportunidad a más mujeres si todas pertenecen a los mismos grupos.

“No es lo mismo ser egresada del CCC o de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) en la Ciudad de México, y de clase media alta, que ser una cineasta que proviene de comunidades indígenas y autodidacta. Las oportunidades no les llegan a todas por igual y eso mengua la diversidad de voces. En México sigue siendo un problema ser mujer y ser indígena”, remarca Cruz, quien vive de tiempo completo en su comunidad, lo que le ha evidenciado el centralismo del cine en México.

Historias contadas con perspectiva de género

En los últimos tres años, Laura Woldenberg produjo dos largometrajes y una serie documental.  Los tres títulos –1994 (2019), Las tres muertes de Marisela Escobedo (2020) y Los plebes (2021)– fueron dirigidos por hombres y retratan distintas facetas de la violencia política y social en México. Dos de éstos se estrenaron como producciones originales de Netflix y Las tres muertes de Marisela Escobedo obtuvo el Ariel a Mejor Largometraje Documental en 2021.

Este año Woldenberg fundó Mezcla, casa productora de contenidos de entretenimiento con impacto social. “Son proyectos que necesitan tener a una directora que sepa cómo entrarle a la narrativa desde una perspectiva de género. Pero esto no quiere decir que no trabajemos con hombres”, explica en entrevista.

Considera que quienes ya lograron establecerse en la industria comparten una responsabilidad de abrir espacios para personas que vienen de sectores vulnerables y tienen menos posibilidades de insertarse en este mercado laboral.

“La única forma de cambiar la situación de las mujeres en el cine es si nos movemos como sociedad hacia un camino en donde la perspectiva de género se incorpore en todas las áreas de nuestras vidas desde la educación, los medios de comunicación, las artes, cómo se instalan las políticas públicas, cómo se legisla. Eso es algo que nos corresponde a todes”, expresa.

Diversidad sexual y feminismo

“El cine no es algo que haces porque no tienes otra cosa que hacer”, dice Astrid Rondero, directora, productora y guionista ganadora del Ariel. “Es una pasión, es algo que te obsesiona, es una motivación de vida”.

Ese ímpetu guía el trabajo de Rondero, quien junto con la directora Fernanda Valadez fundó EnAguas Cine, que ha producido los largometrajes Los días más oscuros de nosotras, de Rondero, y Sin señas particulares, de Valadez. Ambos abordan la violencia sexual, el feminicidio, la violencia del narcotráfico y la búsqueda de personas desaparecidas.

Rondero es lesbiana y desde la universidad gran parte de sus colaboradores pertenecen a la diversidad sexual. “Desde entonces a mis compañeros hombres los veía como aliados, también como cineastas competidores, pero nunca los sentí como depredadores de mi persona. En cambio, escucho las historias de mis compañeras y son ‘filtros’ que todavía pasan en su vida laboral”.

Afortunadamente, reconoce, las cosas están cambiando gracias a mujeres aguerridas que le están poniendo un alto a esas dinámicas dispares. “Eso marca una gran diferencia, no sé exactamente si para mi generación, pero definitivamente para las que vienen”.