2 octubre,2024 5:51 am

Claudia Sheinbaum: su tiempo y el de las mujeres

EDITORIAL

El país asumió con normalidad la llegada de una mujer a la Presidencia de la República. Cientos de años de marginación empezaron a ceder cuando hace siete décadas la ley reconoció el derecho al voto para todas las personas. Desde entonces han avanzado el acceso de las mujeres a la vida pública y al mismo tiempo el reconocimiento de sus garantías en pie de igualdad con los varones, en la vida privada, en la salud, en el trabajo o el estudio.

Ya no es una sorpresa que haya una presidenta. Pero es un hecho de enorme trascendencia histórica, social y cultural, que importa subrayar en todo lo mucho que vale. Más allá del perfil que asuma la nueva mandataria en su tarea, se trata de un salto progresista, democrático, justo, reivindicador y necesario, que por sí mismo pone a México en un escenario de auténtica modernidad en el ejercicio de uno de los derechos más negados a lo largo de la historia en el país y en el mundo.

Crecida políticamente al lado de Andrés Manuel López Obrador, era explicable que Sheinbaum dedicara largos tramos de sus discursos ante el Congreso de la Unión y más tarde ante una multitud en el Zócalo de la capital, a elogiar, glosar o reproducir frases, conceptos o proyectos de su antecesor.

El énfasis en poner a López Obrador como referente del nuevo gobierno llegó en algunos aspectos a la desmesura, como cuando la mandataria lo llamó “presidente” o incluso lo consideró, reiteradamente, el mejor de todos los tiempos. Sólo la naturaleza simbiótica del movimiento de la 4T con su fundador, y el efecto que ese fenómeno ha tenido en la política de masas del obradorismo, explican esas hipérboles en la retórica del nuevo gobierno.

También era esperable que las señas de identidad de la gestión ya pasada tuvieran una reedición en la que ahora empieza. El “segundo piso”, como le llama Sheinbaum, repetirá la política social, la inversión pública en infraestructura y transporte público o el protagonismo de las fuerzas armadas en la seguridad y las tareas prioritarias del gobierno, por citar asuntos emblemáticos.

Pero la presidenta tuvo ocasión de exponer matices que ilustran lo que ha descrito como “continuidad y cambio”. Es el caso del impulso a las energías limpias, el enfoque de la disponibilidad de agua como un asunto estratégico, la informatización del gobierno hasta el extremo de que –en palabras de la mandataria– los documentos viajarán por la red en lugar de que los ciudadanos hagan filas.

También son variantes la atención especial a la educación básica y al desarrollo de la ciencia; el esfuerzo por garantizar que los jóvenes sigan el estudio al menos hasta la preparatoria y que la salud preventiva tenga un programa propio para los recién nacidos y los primeros años de vida, el tiempo en el que, en efecto, se decide en gran medida el bienestar corporal de las personas.

Claudia Sheinbaum ratificó en esencia el concepto de seguridad pública que mantuvo López Obrador: combate a las causas que generan la violencia, rechazo a la “guerra” contra el narcotráfico, la política que emprendió el presidente Felipe Calderón (2006-2012) y predominio de la inteligencia y la coordinación con estados y municipios.  Notablemente la presidenta evitó repetir el lema “abrazos, no balazos”, con el que su antecesor sintetizó su plan en la materia.

Sheinbaum anunció que en próximos días expondrá un plan nacional de seguridad pública, una ocasión en la que podrá examinarse en detalle lo que pretende el nuevo gobierno. Sin duda la mandataria sabe que el pasado sexenio fue el más mortífero en décadas, con casi 200 mil homicidios dolosos; que zonas del territorio nacional están tomadas por la delincuencia organizada; que es el crimen, no los partidos ni los electores, quienes deciden la formación de gobiernos municipales en numerosos puntos del país; y que ahora mismo hay focos de tensión extrema como el centro de Sinaloa o el sur de Chiapas, sin que haya autoridad capaz de controlar, mucho menos someter, a los delincuentes.

Una parte sustancial de la fallida política anterior es la decisión de que los cuerpos de seguridad y los militares se abstengan de confrontarse con el crimen. ¿Cómo podrá el Estado garantizar la paz pública y de las personas si no emplea el monopolio de la fuerza? Esta es una cuestión clave que, es de esperar, deberá responder el nuevo plan, lo mismo que la forma de operación del aparato gubernamental, con una Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana a cargo de esa tarea, pero con los efectivos disponibles bajo el mando de la Defensa y la Marina.

Sheinbaum ofreció no reprimir las luchas populares, garantizar la libertad de pensamiento, de expresión y de manifestación. Si bien se trata nada más que del cumplimiento estricto de los derechos constitucionales, es verdad que su expresión reiterada muestra una vocación democrática, rasgo de salud pública que no sobra ratificar. Alienta que haya dedicado unas líneas a comprometerse a mantener la búsqueda de los normalistas de Ayotzinapa y de llegar a la verdad y hacer justicia. Al ofrecer diálogo con las madres y los padres de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, Claudia enmienda claramente la deplorable ruptura que protagonizó López Obrador con las familias y la cerrada posición del ex mandatario de priorizar la defensa de los militares sobre cualquier alternativa en la investigación.

De manera promisoria, Sheinbaum hará la primera gira de su mandato al martirizado Acapulco, para ocuparse de la situación que dejó el huracán John y la forma de atender a los damnificados. Es significativa su reacción ante la tragedia, ilustra su sensibilidad política. Esa respuesta debiera acompañarse por una presencia de la mandataria en el terreno, en las calles lodosas o aún inundadas, frente a las casas destruidas, al lado de quienes han perdido todo una vez más. El gesto de mirar a los ojos a los desposeídos no resuelve el conflicto en sí mismo, pero transmite la percepción de que el poder sólo tiene sentido si es para ayudar a la gente. Ojalá que la presidenta tenga un gesto de humanidad y no llegue sólo a recluirse en la base naval de Icacos, a observar un power point y a escuchar informes.

La presidenta arranca su sexenio con los retos propios del país y los que ella enfrenta para decodificar la relación con su mentor. Muestra su adhesión firme al movimiento del que ha surgido, pero al mismo tiempo dibuja trazos de un incipiente camino que puede marcar nuevos rumbos. Como sea, es bienvenida la nueva etapa, con sus dificultades y expectativas. Enhorabuena para Claudia Sheinbaum por ser y por reiterar que es nuestra primera presidenta. Empieza a transitar su propio tiempo, que es el de las mujeres.