4 abril,2019 5:21 am

El acoso a Armando Vega-Gil

Humberto Musacchio
 
Músico, escritor y fotógrafo, Armando Vega-Gil era un hombre sensible, solidario e inteligente, incapaz, hasta donde sabemos, de acosar a una chica de 13 años. Mientras no se demuestre lo contrario, resultará increíble la acusación anónima que le lanzaron desde el sitio #MeToo y que lo llevó al suicidio, lo que celebran quienes dieron cauce a esa versión infame.
Sergio Sarmiento reprodujo en su columna “la acusación de la denunciante anónima que orilló al suicidio a Armando Vega-Gil”, la que decía: “Si hubiera tenido un gramo más de inocencia y hubiera ido a su casa sola, estoy segura que ese viejo hubiera abusado de mí”. A modo de comentario, Sergio agrega: “Hubiera. Pretérito pluscuanperfecto del subjuntivo. Algo que nunca tuvo lugar”. Contundente.
Armando, quien negó en forma terminante la acusación, era feminista, algo que no está reservado al sexo femenino, pues la igualdad y el respeto se construyen desde todos los frentes. El artista ahora fallecido tenía muy claro que “las mujeres, aplastadas por el miedo y la amenaza, son las principales víctimas de nuestro mundo”.
No sobra insistir en que ellas son objeto de discriminación familiar (“Sírvele a tu hermano”), social, laboral y de todo tipo. Es cierto que a partir de los años cincuenta hemos avanzado más que en varios milenios, pero aún así falta mucho para que arraigue en todos y todas la idea de igualdad, pues las mujeres, salvo rarísimas excepciones, siguen siendo las golpeadas por la pareja, las abandonadas, las que deben hacerse cargo de los hijos en caso de separación.
Lo ocurrido con Vega-Gil abrió ya el debate sobre la diferencia entre galantería y grosería, entre seducción y agresión, entre cortejar y acosar. Por fortuna, la atracción entre los sexos seguirá presente y hace inevitable que se incurra en excesos o en conductas impropias, no necesariamente delictivas, lo que puede combatirse con educación en la familia, en la escuela, en el centro de trabajo y sobre todo en los medios de comunicación. Desde luego, la patanería y el delito son inadmisibles y hombres y mujeres debemos aprender que no es no.
Bernardo Fernández, el querido BEF, escribió que “tan atroz es querer desprestigiar al movimiento #MeTooMx y a las víctimas de acoso por el suicidio @ArmandoVegaGil como quienes se alegran por su muerte”. La bienamada Margo Glantz declaró que es muy importante el movimiento #MeToo pese a todos los excesos en que pueda incurrir, pero también, agregó, “tenemos que cuidar(lo) nosotras las mujeres”.
Por su parte, Rafael Pérez Gay señaló que las denuncias anónimas no ayudan a resolver el problema, porque se prestan “a toda clase de miserias”. Para la escritora Mónica Braun, incluir entre violadores, golpeadores y acosadores a quienes simplemente hicieron insinuaciones o solicitaron abiertamente una relación sexual, “deslegitima la violencia real padecida por muchas mujeres”. Sí, pero agreguemos que la patanería tampoco resulta aceptable.
La cantante Amandititita dijo que la actuación de quienes condenaron a Vega-Gil “sólo desacreditó la causa, la demeritó”. Lydia Cacho puso en su cuenta: “Mi querido Armando Vega-Gil… fuiste solidario con nuestras causas de niños y niñas. Te abrazo en este doloroso vacío”.
La actriz Claudia Ramírez escribió en Twitter: “Siento profundamente la muerte de Armando Vega-Gil. Supongo que esto es lo que quería alguien anónimo y sin huevos. Yo te creo amigo”. Carmen Salinas fue más lejos, pues interrogó a quien quiera responder: “¿Quién inventó la mamada de #MeToo-Músicos que da pie para escribir tanta jalada y para que una pinche loca declarara que la había violado de 13 años el gran Armando Vega-Gil”.
Para Sanjuana Martínez, Vega-Gil “fue víctima de un linchamiento mediático… Su corazón noble y sensible no resistió ese ataque feroz y tan cruel en las redes. Hay que replantear #MeToo”. Blanche Petrich se refirió a la respuesta de las feministas que ante el suicidio acusaron a Armando de “jugar con eso” para salvarse de una demanda. La célebre periodista comentó: “En esas líneas miserables vi las manos torpes e insensibles de unas feministas sin inteligencia que no supieron conducir un movimiento liberador de denuncia y verdad… El #MeToo se ha terminado para mí”.