15 julio,2024 11:06 am

El aumento de la violencia produce más desconfianza en las instituciones, advierten

 

Provoca un “sentido de desprotección entre la población”, alerta la profesora de la UAG Evelyn Mejía Carrasco. Además de sembrar terror entre la población, el desmembramiento de los cuerpos podría obedecer a una “forma de comunicación” entre los grupos delincuenciales, indica

 

Acapulco, Guerrero, 15 de julio de 2024. El aumento de la violencia reafirma la desconfianza social en las instituciones de seguridad porque genera el “sentido de desprotección entre la población”, indicó la especialista en estudios de violencia y profesora de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), Evelyn Mejía Carrasco.

Ante el recrudecimiento de la violencia, la sociedad ya ha creado una frontera “entre las buenas víctimas y las malas víctimas”, por lo que hace falta saber quiénes son las personas asesinadas, aseveró la doctora en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en entrevista con El Sur a propósito del recrudecimiento de la violencia extrema en Acapulco en los últimos meses.

Además de sembrar terror entre la población, el desmembramiento de los cuerpos podría obedecer a una “forma de comunicación” entre los grupos delincuenciales que se encuentran en disputa y a reforzar lazos organizativos dentro de los grupos, explicó.

Mencionó que lo que vive actualmente el municipio “es una ola de violencia que da continuidad a todo un periodo de violencia que se ha vivido ya en Acapulco y que, bueno, de alguna manera podría estar vinculado con el tema del huracán Otis y con todos los reacomodos que esto ha sugerido al interior de la sociedad en Acapulco”.

De los cuerpos desmembrados que han aparecido en distintos puntos del municipio en los últimos meses, la académica indicó por teléfono que al igual que otras partes del país, los desmembramientos “implica el manejo del cuerpo inerme, del cuerpo posterior al homicidio, no es suficiente terminar con la vida de estas personas, sino se recurre a un manejo del cuerpo que cumple con la función de lanzar mensajes”.

La profesora del doctorado en estudios de violencias y derechos humanos de la UAG dijo que una línea de investigación que ha trabajado indaga en “cómo las violencias no sólo responden a cuestiones estructurales, es decir, a un contexto de pobreza, de desigualdad, a la carencia de niveles de vida satisfactorios para las personas”.

La violencia “tampoco es estrictamente un medio para alcanzar fines, es decir, la violencia no tiene únicamente una visión instrumental de quienes la ejercen, no únicamente lo hacen por dinero, no se agota en esa respuesta, sino como una matriz de sentido”.

La especialista indicó que los cuerpos desmembrados tienen el propósito de “lanzar mensajes que atentan en contra de la dignidad humana, en general; en este sentido sí podríamos encontrar que se busca sembrar terror entre la población de quienes observan estos hechos”.

“Pero también este tipo de prácticas refieren a una forma de comunicación entre los distintos grupos que las ejercen si asumimos que obedecen a la disputa entre grupos”, ahondó.

Mejía Carrasco puntualizó que no hay mucha información sobre el funcionamiento de estos grupos delincuenciales, qué sentido le otorgan a las violencias que ejercen y qué función tienen al interior de los grupos, “hay estudios que apuntan que muchas veces este tipo de prácticas tienen que ver con reforzar lazos organizativos al interior de estas organizaciones”.

La académica enfatizó la falta de información sobre quiénes son las víctimas de estos delitos porque pudieran ser personas que habían sido desaparecidas, pero más de ello, remarcó, “la violencia es un proceso social que transforma a quienes la ejercen, pero también a quienes la atestiguamos”.

Se asume que las víctimas son integrantes de los grupos del crimen organizado, “en el sentido común tenemos muy instalado esta visión de que se lo merecían porque andaban en malos pasos o se dedicaba a estas prácticas del mundo ilegal y del mundo criminal”, indicó.

Esta visión “traza una frontera entre las buenas y las malas víctimas, hay como un discurso muy instalado que justamente de entrada ya criminaliza a quienes vivieron estas prácticas; no se trata de reproducir este discurso si no buscar cuáles son el perfil de las personas que están siendo victimizadas y también analizar cómo, en este caso en Acapulco, se distingue entre las buenas y las malas víctimas”.

Además, recabar esta información sería una forma de preguntar cómo las personas que viven en este contexto están dispuestas a protestar en contra de los feminicidios y las desapariciones, pero no de las víctimas de ejecuciones y desmembramientos, lo que puede explicar cómo la sociedad entiende estos hechos violentos y cómo se trata socialmente a los familiares de las víctimas.

Expuso que el aumento de la violencia reafirma la desconfianza en las instituciones de seguridad que se registra desde hace mucho tiempo en Guerrero porque genera el “sentido de desprotección entre la población”.

“Y ante eso probablemente se están generando otras formas de organización para poderse proveer de seguridad, como ocurrió en el caso de Otis: ante la ausencia de instituciones de seguridad pública, ¿qué hizo la gente? Organizarse, cerrar las calles, incluso sacar armas que por ahí tienen guardadas”, al igual que las autodefensas de otras partes del estado.

Dijo que una nueva estrategia de seguridad debe incluir más labor de inteligencia y el uso de tecnología para la contención, además del mejoramiento de la economía, la infraestructura y los servicios públicos de la ciudad, y un trabajo de reparación, memoria y justicia.

 

Texto: Ramón Gracida Gómez