3 octubre,2024 5:22 am

El caballo de las mil li

 

Efrén E. García Villalvazo

En el libro de Sun Tzu El arte de la guerra se lee con atención el relato de un sitio llevado a cabo por poderosos miembros de la dinastía Hun del este sobre el palacio de Mo Tun de los Hsiung Un, habiendo aquellos enviado a orgullosos embajadores a parlamentar con los sitiados. Sintiéndose fuertes, le solicitaron al gobernante lo que se consideraban las posesiones más valiosas del país, entre las que se encontraba el caballo de las mil li y una de las princesas Kahn, los cuales Mo Tun entregó mansamente provocando la reacción furiosa y de reproche de los ministros del palacio. Pero cuando los Hu del este solicitaron mil li de tierras que no se utilizaban, los ministros accedieron con prontitud pues las consideraban ociosas y poca cosa. Mo Tun reaccionó encolerizado, mandó decapitar a todos los ministros que habían accedido y lanzó un muy agresivo ataque sorpresa contra los Hu del este a los que aniquiló por completo, siguiendo de frente al oeste y al sur anexando y reconquistando tierras que habían perdido en conflictos anteriores. Selló estas arrolladoras acciones con la siguiente máxima: “La tierra es el fundamento del Estado. ¿Cómo se puede darla?”.
¿Se puede interpretar este antiguo relato bajo la óptica actual de desarrollo? Me parece que sí, reenfocando el concepto para aproximarlo a la versión moderna de lo que se considera como “uso de suelo”, esto es, la vocación que desde el punto de vista económico le asigna el ser humano a un terreno eliminando de manera prácticamente simultánea lo que se conoce como “cubierta”, esto es, los territorios tal como se generaron en el medio natural.
Y estos territorios –polígonos– requieren de una delimitación clara y consensada para elaborar una propuesta que proteja una cantidad de superficie equilibrada y suficiente para conservar los procesos de mantenimiento de la vida a nivel planetario, asi como un consumo de recursos que permita redirigir esfuerzos hacia lo que alguna vez fue el concepto de sostenibilidad. Asi las cosas en el largo plazo.
Pero ahora nos encontramos con que los diferentes poligonos en los que podemos clasificar un territorio muestran un gran dinamismo. Cambian, se mueven, reaccionan, en incluso en su relativa inmovilidad contribuyen a mantener –al menos temporalmente– una estructura estable en los terrenos, por ejemplo, que conforman una cañada o un terreno bajo. Y esto queda en evidencia una vez más cuando se presenta un desastre natural como el reciente huracán John y ni qué decir del demoledor de ciudades Otis de hace un año. Es de gran necesidad entonces “ponerle una raya” al desarrollo que lo separe lo suficiente de la naturaleza en un ejercicio de ordenamiento tal que no se requiera de nuevas inundaciones o deslaves para aceptar lo que es más que evidente.
Y… ¿existen estas “rayas” para ser aplicadas al terreno y nos sirvan de guía para que se reduzca el nivel de riesgo, ahora que sabemos –o más bien, hemos aceptado– que enfrentamos fenómenos que se van a estar repitiendo con mayor frecuencia y/o intensidad? Por supuesto que existen, siendo parte fundamental del marco regulatorio legal de nuestro país. Aquí están algunas de ellas.
Franja Costera: contenida en la Ley General de Bienes Nacionales (LGBN) en el artículo 119 se menciona que la Zona Federal Marítimo Terrestre corresponde a una franja a lo largo de la costa –playas de arena incluidas– contando 20 metros de ancho hacia tierra firme a partir de la linea promedio de pleamar máxima del año. Zona de mucho conflicto, invadida por gente de todo tipo, origen e intereses y ahora con la novedad de que lentamente avanza hacia tierra firme –y sobre terrenos privados– como consecuencia directa del aumento del nivel del mar debido al cambio climático. Y pensar que hay todavía grupos negacionistas del cambio climático, pero que hasta ahora no explican porque cada vez hay menos playa y las propiedades playeras literalmente han puesto sus barbas a remojar. Esta es la primera “raya”.
Cauce de ríos: uno de los sitios más peligrosos para construir y aún así se sigue construyendo. En la misma Ley de Bienes Nacionales (LGBN, Art 123) dice que hay que mantener un margen de 10 metros medidos desde la ribera o margen del cauce en condiciones de mayor creciente o desbordamiento para prevenir que gente o edificaciones se vean afectadas por crecidas extraordinarias. Durante el huracán John varios puntos a lo largo del río El Camarón fueron severamente afectados y pronto veremos esas casas ocupando el lecho del río, esperemos que sin afectaciones de vida humana.
Laderas y El Veladero: de más, mucho más que 30 grados de pendiente, es el lugar preferido para construir en las numerosas invasiones de todo tipo e intereses que se producen continuamente en la cuenca alta y media del puerto. Con pésimos procedimientos constructivos desarrollados en la ciudad, centenares de casitas han puesto en gran riesgo a miles de acapulqueños que buscaban lugar donde asentar una vivienda. Doscientos, trescientos, mil litros por metro cuadrados de agua de lluvia durante 5 días se encargaron de erosionar el terreno para llevarlo disuelto con furia desmembradora pendiente abajo hacia la bahía o hacia la laguna de Tres Palos.
Y qué tal las montañas de lodo y arena en la glorieta de la iglesia de Costa Azul, por atrás del Club de Golf y el tramo de la glorieta de Puerto Marqués a la localidad de El Cayaco. Partiendo de ahí vaya siguiendo con su dedito pendiente arriba y terminará señalando las invasiones más recientes del puerto en la zona más inestable del mismo. Ahí se ve también la importancia crucial que tiene el vapuleado Parque Nacional El Veladero, con sus remanentes de vegetación forestal, esa que sirve para que la parte alta de la cuenca se mantenga arriba y no termine en las partes bajas y las aguas de la bahía.
Lagunas: aquí la zona federal es de 20 metros medidos desde el nivel más alto del agua, determinado en función de los niveles ordinarios máximos (LGBN, Art 123). Muchos de nuestros paisanos construyen dentro del vaso lagunar en época de secas cuando hay niveles mínimos de agua, esperanzados a que en ese año no va a subir de nivel la laguna, asunto que, por supuesto, nunca se cumple. Tenemos además rellenos de la laguna por la zona de El Manglito y por supuesto una planta de tratamiento de aguas residuales de CAPASEG que esta construida dentro de esos límites –las rayas– que se sabe van a ser rebasados en cualquier momento por las aguas de la laguna de Tres Palos.
Humedales: hay un caso en particular que es de necesidad mencionar y es el Viaducto Diamante, el cual en opinión de lugareños avecindados por más de 50 años es una de las causas principales de las gigantescas inundaciones que han ocurrido en la zona de humedales de Llano Largo en los últimos 30 años. Mencionan que el proyecto original contemplaba un puente de tres kilómetros de largo para evitar que se represara el agua proveniente del río de La Sabana en caso de desbordamiento debido a lo plano del terreno en toda esta zona en la que se construyó intensivamente vivienda social a partir de la administración de Alberto López Rosas.
Sin embargo, de seguro por algún ajuste de presupuesto, se decidió substituir el puente largo por unos tubos enormes que cruzan por debajo de la carretera construida con relleno, pero que a pesar de su tamaño y las buenas intenciones, no son suficientes para desfogar el volumen de agua que acumula una tormenta de la categoria de John, Otis, Ingrid y Manuel o Paulina. Se ha tratado de resolver el rompecabezas de soluciones hidráulicas –muros, recanalizaciones, paredones– con que se han intentado corregir las crecientes desde entonces, pero lo único que se ha logrado es una nueva inundación con ligeros cambios en las condiciones iniciales.
Por otro lado, es justo recordar que esta zona se ha inundado desde siempre. Son humedales, zona inundable, y el acapulqueño lo sabe. Por eso no compró ahí. Y mucha gente de fuera sí. ¡No sabían dónde estaba “la raya”!
Tsunamis: que no se crea que hemos pasado lo peor. Nos falta la visita de un tsunami. Y la perspectiva es tan catastrófica que debe ser incluida en los manuales de buenas costumbres para sobrevivir en la costa del Pacífico mexicano. Existe una regulación al respecto y es la NOM-006-SEGOB-2015 y el nivel de riesgo que se advierte al leerla es estremecedor. No hay que olvidar que muy probablemente antes de un evento de tsunami local se presente un sismo local de magnitud igual o mayor a 8 en la escala de Richter (son los dominios de la Brecha Guerrero) lo cual es un hecho catastrófico en sí mismo, no sólo para el puerto sino también para el estado e incluso para todo el centro del país, el cual como sabemos se verá severamente afectado.
Previendo el caso, la Cenapred emite la recomendación de que se prepare a la población de la costa para lidiar con una ola que podría tener una altura de hasta 10 metros, lo cual es equivalente a un edificio de tres pisos. Adicionalmente, por la posición que guarda la costa del Pacífico mexicano, se considera que puede ser receptora también de tsunamis lejanos. Aquí la raya consiste en construir a más de 8 metros de altura sobre el nivel medio del mar del último entrepiso de fácil acceso para mantener el grado de vulnerabilidad bajo, mientras que para mantener el nivel de exposición bajo se debería guardar una distancia mayor a 2 mil metros de la zona costera. Así lo detallan los anexos de la norma ya citada.
Como se puede observar, la parte preventiva –esa que no se nos da– es muy difícil de cumplir. Requiere de conocimiento, imaginación, disciplina, inversión de recursos y una preparación a nivel de población difícil de construir, sobre todo a la vista de lo que hemos vivido en tiempos recientes. Sin embargo, debemos reconocer que lo que ha pasado es una probadita de lo que está por venir si queremos seguir viviendo en una localidad costera.
Podremos entregar al enemigo 100 caballos de las mil li y otras tantas princesas Kahn y –ahora lo sabemos– nunca se cumplirá con la delicada función que la tierra cumple como fundamento del estado, de los ecosistemas y de las poblaciones humanas, animales y vegetales que ahí se desarrollan. Es por eso que se debe conservar como lo más preciado del estado.

* El autor es oceanólogo (UABC), ambientalista y asesor pesquero y acuícola. Es promotor de la ANP Isla La Roqueta y el Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical, además de impulsor de la playa ecológica Manzanillo.